Opinión
Ver día anteriorDomingo 3 de septiembre de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Blanco fácil
Foto
▲ Fotograma de la cinta del realizador francés Jean-Paul Salomé
G

olpes bajos. En 2011, en un clima enrarecido por los escándalos políticos y financieros ligados a la presidencia de Nicolas Sarkozy, un asunto delicado genera una fuerte conmoción mediática. Se trata del descubrimiento del cuerpo violentado de Maureen Kearny, una influyente delegada sindical, de nacionalidad irlandesa, residente en Francia desde los años ochenta, quien por motivos aparentes de revancha política, ha sido maniatada por encapuchados en su domicilio y sometida a brutales agresiones físicas que incluyen el trazo a cuchillo de una letra A sobre su vientre y la inserción en su vagina del mango de ese puñal. Dueña de una fama de agitadora profesional, interlocutora privilegiada del poder en turno, Kearny es una sindicalista provocadora (histérica con faldas, según sus adversarios), cuya afrenta mayor es haber revelado los planes secretos de Areva, una compañía multinacional francesa de energía nuclear, para brindar a China información tecnológica estratégica, provocando con ello el despido de miles de trabajadores.

Basada en hechos reales y en una investigación de la periodista Caroline Michel-Aguirre, Blanco fácil ( La syndicaliste, 2022), del francés Jean-Paul Salomé ( Arsène Lupin, 2004), es un efectivo thriller político judicial interpretado con solvencia característica por una Isabelle Huppert experta en asumir con templanza y frialdad las vejaciones más humillantes sin delatar en su rostro el impacto real de los estragos emocionales, como en Un asunto de mujeres (Chabrol, 1988) o en Elle: abuso y seducción (Verhoeven, 2016). Ese dominio suyo de la contención dramática permite que la delegada sindical enfrente con determinación y energía indoblegable la red de complicidades, todas ellas masculinas, que conspiran para quebrantar su ánimo y su voluntad de denunciar la corrupción de la compañía. La estrategia urdida en su contra consiste en hacerla pasar, ante los medios y la opinión pública, como la sospechosa central de las agresiones sexuales que ella misma delata. Se le atribuye así la astucia de haberse maniatado ella misma en una silla e infligido previamente a su cuerpo las violencias físicas con el propósito perverso de atraer los reflectores mediáticos favorables a su embestida sindical.

En un afán de realismo total, a los protagonistas empresariales y políticos de Blanco fácil se les señala con sus nombres verdaderos, como también se revela de modo transparente la pasividad cómplice del gobierno de Nicolas Sarkozy y, un año después, cuando el asunto Kearny cobra tintes más dramáticos, del gobierno socialista de François Hollande, en lo que semeja un pacto tácito de continuidad en el encubrimiento de la corrupción empresarial. De modo similar, la policía que investiga el caso y otras instancias judiciales van abandonando paulatinamente su primer impulso de imparcialidad y justicia para actuar en virtual consonancia con los empresarios que pretenden sumir a la denunciante en un desvarío mental que le lleve a dudar de sus propias convicciones e incluso de la solidaridad afectiva de su esposo hasta entonces solidario. Una primera parte de la cinta muestra un ritmo ágil, muy bien controlado, con la suspicacia de los directivos de la compañía Areva hacia la sindicalista escalando en intensidad hasta volverse animosidad abierta. Detrás de una fachada de civilidad institucional la cinta va revelando el rostro verdadero de una desbocada incontinencia machista. Son muchos, demasiados, los elementos políticos y judiciales que la cinta pretende resumir en una apretada trama. El buen ritmo inicial decae así un poco, en especial por la dificultad de manejar con claridad un contexto social complejo. Baste señalar, sin embargo, que una mínima comprensión del fenómeno de corrupción que hoy desprestigia en varios países a las instituciones de justicia, y la proliferación de actos de violencia de género todavía impunes, será más que suficiente para mostrar hasta qué punto una cinta como Blanco fácil resulta una advertencia pertinente.

Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional a las 18 horas.