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Siempre Josefa
E

ste año se cumplen 250 del nacimiento de doña Josefa Ortiz de Domínguez, en la casa de sus padres en la calle de Regina, en la Ciudad de México, el 19 de abril de 1773.

No obstante que es la heroína insurgente más destacada, hasta la fecha se siguen divulgando datos erróneos de la fecha y lugar en que nació. Algún historiador poco acucioso descubrió un acta de nacimiento de una Josefa Ortiz, en Morelia, la antigua Valladolid, con fecha 8 de septiembre de 1768.

Aunque el apellido materno no concordaba ni muchos datos de los progenitores, la dio por buena y el error se ha repetido innumerables veces. En Internet –que para muchos es la biblia– es la fecha que más aparece.

La información correcta la proporciona el notable historiador jalisciense Gabriel Agraz García de Alba, en su obra de dos tomos Los Corregidores, Don Miguel Domínguez y Doña Josefa Ortiz, y el inicio de la Independencia de México. Es impresionante la vasta información que ofrece; en una investigación de años, revisó decenas de archivos y bibliotecas y proporciona los datos con la ficha de la fuente; además, pone ilustrativas fotografías.

La obra es un manantial inagotable para quienes se interesan en el tema. En mi caso, me permitió escribir la obra de teatro Josefa y su Independencia, que después dio pie a una biografía novelada que publicó Miguel Ángel Porrúa y que todavía anda por ahí circulando.

Voy a transcribir algunos datos que mencionamos en alguna ocasión en estas páginas, como el incidente –muy conocido– del encierro forzado al que la obligó su cónyuge, el corregidor de Querétaro don Miguel Domínguez, al ser descubierta la conspiración de la que ambos eran parte.

También se sabe que, desafiando la prohibición marital, se las ingenió para mandar la información al cura Miguel Hidalgo y al capitán Ignacio Allende. Lo que poco se dice es que ella dio la orden al alcaide Pérez, quien fue el mensajero, para que comenzara de inmediato el movimiento de Independencia. Sin esta audaz acción, posiblemente la gesta libertaria hubiera tardado muchos años más en iniciarse.

Se ignora que en esos momentos estaba a punto de parir su décimo segundo hijo y aun así, en avanzado estado de gravidez, fue recluida en el convento de Santa Clara, en la ciudad de Querétaro, del que fue liberada para dar a luz. Esto no disminuyó un ápice su fervor libertario, combinó la crianza de la criatura con la función de informante de los independentistas.

Era tan intensa su participación, que el virrey envió a una persona de su confianza, el canónigo Beristáin, para que averiguara sobre este caso y el de sacerdotes que apoyaban la insurgencia. Éste informó: ...y hay finalmente algún otro agente afectivo, descarado, audaz e incorregible, que no pierde ocasión de inspirar odio al rey, a la España y a la causa legítima de este reino... Y tal es Sr. Excmo. la muger (sic) del corregidor de esta Ciudad....” La respuesta del virrey fue ordenar su traslado a la capital del país y recluirla en conventos, donde pasó cinco años de encierro, con los consecuentes problemas para la numerosa familia que había dejado en Querétaro.

Finalmente fue puesta en libertad ya convertida en una heroína, papel que nunca aceptó, pues veía como un deber de cualquier ciudadano que amaba su país luchar por su liberación.

Así fue toda su vida, una lucha constante por defender sus convicciones, siempre basadas en el interés y amor por su país, sin importarle los riesgos o el precio que tuviera que pagar, como lo mostró al enfrentar los encierros y el poder imperial y presidencial.

Entre la calle de Regina –donde nació doña Josefa– y cerrada de San Jerónimo 24 está el Zéfiro, restaurante-escuela, de la Universidad del Claustro de Sor Juana. Ocupa un sitio notable la antigua celda de la marquesa de Selva Nevada, suntuosa construcción en estilo neoclásico, obra de Manuel Tolsá.

El menú va cambiando de acuerdo a la temporada. Algunos platillos del de agosto: tamal de tasajo y frijol, servido con mole de frijol y queso fresco; sopa de nopal con chile guajillo y ancho, granos de elote, fideo de nopal y jitomate salteado.

Plato fuerte: chamorro de cerdo al horno, sobre mole amarillito; acompañado con puré del Istmo y chochoyotas de hoja santa.

El postre es un mousse de guanábana con centro de naranja y chile chilhuacle y bizcocho de aguacate pulverizado con chocolate blanco.