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Disquero
Kayhan Kalhor, ese Prometeo de la música persa
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▲ Portada del álbum It’s Still Autumn, en el que confluyen la música persa contemporánea y la música holandesa de todas las eras.
 
Periódico La Jornada
Sábado 5 de agosto de 2023, p. a12

He aquí otra manifestación de la belleza: el álbum titulado It’s Still Autumn, confluencia de música persa con holandesa, milenios de historia en instrumentos cuya rareza y unicidad explican el poderío de los efluvios que de ellos nacen.

El protagonista del Disquero de hoy es el músico iraní Kayhan Kalhor, nacido en Teherán, Irán, el 24 de noviembre de 1963, de familia kurda, quien estudió desde niño la tradición radif persa y pulsa desde entonces un instrumento de particular belleza que se llama kamanché.

El kamanché es un artefacto de cuerda frotado, originario de Persia, y se utiliza en la música clásica de Irán, Armenia, Azerbaiyán, Uzbekistán, Turkmenistán y muchas otras regiones recónditas y mágicas.

Tiene cuerdas de seda, aunque los de fabricación reciente tienen cuatro hileras de metal mientras las manijas de afinación son de marfil.

Se toca con un arco, que en el caso de los instrumentos profesionales están hechos con crin de caballo.

Pulsado por Kayhan Kalhor, nos evoca imágenes de Las mil y una noches, y nos pone en la mente símiles: de pronto es como Jordi Saval pulsando su bas viol, o viola da gamba. Vemos también en la mente, si cerramos los ojos mientras escuchamos a Kayhan Kalhor, a Monsieur de Saint Colombe: el esplendor de una música sin edad pero con signos de milenios en la frente, jeroglíficos de magia.

Escuchar el kamanché pulsado por Kayhan Kalhor es un arrebato, un éxtasis, una exclamación al mismo tiempo absorta, concentrada y mágica. La sensación es muy intensa: suena a lejanía, desierto, fogata en la noche, susurro de criatura exótica.

Una manera de explicar lo inexplicable, de narrar lo inenarrable, de poner en palabras lo inefable, es decir, una manera de describir la intensidad y la magia de la música de Kayhan Kalhor, la proporciona la hermana gemela de esta música: la poesía persa:

cuando ella camina con sus doncellas
su belleza es una luna entre faroles
oscilantes

Así cantó en el año 750 el poeta iraquí Abbas Ibn Al-Ahnaf, mientras el canto del instrumento llamado kamanché sigue y perdura y nos introduce en túneles luminosos donde nos convidan sus resplandores las luciérnagas.

Kayhan Kalhor ha recorrido territorios disímbolos con su cultura a cuestas. Muchos gustan de ubicarlo en lugares conocidos, por ejemplo la fabulosa orquesta multicultural Silk Road Ensamble que dirige el violonchelista de origen chino Yo-Yo Ma, quien desanda junto a músicos de vario linaje la antigua ruta de la seda.

En realidad, Kayhan Kalhor es más que una referencia prestigiante. Es un personaje fundamental en el avance de la civilización debido a que la música persa está atenida generalmente a la visión hollywoodense, folclorizante, racial, exotizante y definitivamente reduccionista de la cultura dominante.

Mediante una discografía descomunal, ha dotado al mundo de porciones de luz monumentales. En los discos donde él toca solo, su kamanché se convierte en instrumento de la divinidad, y es cuando la ensoñación y los sentidos cobran sentido:

Presurosa una muchacha vino a mí
una noche
impaciente por huir de la inocencia
cuando caminaba, su cuerpo le dijo
al viento:
si fueras serio así es como deberías
agitar las ramas

Así cantó hace milenios el poeta iraní Abu Bakr Muhammad bn Ali Ibn ‘Arabi mientras en la actualidad el canto del kamanché de Kayhan Kalhor nos evoca ramas agitadas con garbo y donosura.

En realidad, el Disquero de hoy, como es costumbre, era una novedad discográfica: el nuevo disco de Kayhan Kalhor, pleno de belleza y de poesía se titula The Sky Is The Same Colour Everywhere, grabado junto con un viejo y entrañable conocido del Disquero: Toumani Diabaté, músico de Mali que pulsa un instrumento que también conecta con la divinidad: la kora, también de cuerda con una calabaza seca como caja acústica.

Ese disco es de una belleza arrobadora, pleno de ternura, inocencia edénica y poesía. Lo recomiendo con esmero.

Al escuchar después el disco que finalmente nos ocupa, It’s Atill Autumn, decidimos concentrarnos en esta joya de la música persa contemporánea con música holandesa de todas las eras. Es sencillamente una obra maestra, escucharlo es un ritual de encantamiento, una ceremonia de iniciación.

Es tan sólido el resultado, tan etéreo, que ninguno de aquellos que encasillan y recurren a lugares comunes para ubicar músicas inclasificables se ha atrevido a pronunciar, en detrimento de este noble disco, el terminajo crossover, porque no se trata de una mezcla sino de una unidad, no es mixtura sino sustancia primigenia.

Tampoco se puede colocar en el estante de los discos de jazz, aunque los músicos holandeses que participan en esta grabación graviten en órbitas circundantes a ese territorio.

Todo nació de un encuentro que significó el inicio de una amistad de por vida: Kayhan Kalhor y el Rembrandt Frerichs Trio coincidieron en un festival internacional en el otoño de 2013 y desde entonces se juntan para crear sonidos inenarrables, piezas que bien podrían considerarse sinfónicas, pero que son siempre persas, siempre holandesas, todo el tiempo etéreas, sin era.

Para empezar, el jefe del grupo es holandés y se llama Rembrandt y por si fuera poco, otro de los integrantes se llama Vinsent (así, con s). ¿Más holandés? ¿Más pictórico el asunto? Imposible.

Esta es la alineación del Rembrandt Frerichs Trio: quien nombra al conjunto lo lidera desde un instrumento antiguo y fascinante: el fortepiano; junto a él, Tony Overwater enarbola un bellísimo ejemplar, un contrabajo acústico fuera de serie, con bajorrelieves diríase persas dibujados a lo largo del diapasón y un sonido salido de otras eras; completa este trabuco Vinsent Planjer, quien inventó lo que él denomina Whisper Kit, un Arsenal de Susurros, que tiene la apariencia de una batería aunque en realidad se trata de un conglomerado de tambores, metales, pendientes, collares, campanas, hileras de estrellitas que suenan.

Ah, a propósito de estrellas que suenan. Recomiendo ampliamente el disco que es un poema desde su título: Scattering Stars Like Dust (Las estrellas se dispersan como el polvo), donde Kayhan Kalhor nos transporta a otros mundos cuando toca todo el tiempo solo su kamanché, ese instrumento que canta como canta la gran poeta iraní del siglo XX, Forush Farrojzad (1935-1969):

Un libro, un lugar tranquilo, un
poema, un silencio
bastan para embriagarme de vida
no siento pena si el paraíso se me
escapa
otro paraíso también eterno habita
mi corazón

Canta la música persa de Kayhan Kalhor y canta la poeta Forush Farrojzad:

La vida se halla tal vez en aquel
instante cerrado
en que mi mirada se desploma en las
pupilas de tus ojos

Se desploma desmayado nuestro espíritu, colmado de belleza cuando suena el disco It’s Still Autumn, dividido en dos bloques, dos continentes vastos: Dawn and Dusk, Amanecer y Anochecer, y se suceden episodios de intensidad y frenesí, momentos de calma en éxtasis y episodios de clímax apoteósico.

El capítulo titulado juguetonamente Long Story Short es simplemente un prodigio, un susurro, una ensoñación, un himno como el que canta la poeta Forush Farrojzad:

Conozco
un hada pequeña y triste
que vive en el océano
y lenta lenta con una flauta de madera
toca la música de su corazón
una pequeña y triste hada
que de noche muere con un beso
y con otro beso nace de madrugada

Nacemos, morimos y volvemos a nacer muchas, infinidad de veces, tantas como las veces que escuchemos esta música maravillosa, la de todos los discos de Kayhan Kalhor y en especial la del álbum It’s Still Autumn, que demuestra que Todavía Es Otoño porque Todavía Es la Vida porque Todavía Estamos Vivos.

Twitter, hoy X: @PabloEspinosaB

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