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¿A qué se aspira en Coahuila?
C

oahuila celebrará comicios estatales el próximo verano. Junto con los del Edomex son los últimos del sexenio antes de caer en la vorágine de la presidencial y eso pesa. Serán ejemplo, marcarán ruta al presidencial 2024.

Coahuila es una joya de la historia nacional. Ha producido héroes, gestas y cinco presidentes de la República. Durante su herencia novohispana se extendía hasta la hoy Texas, con ello conoce las complejidades de ser convulsa frontera.

Sus beneméritas instituciones académicas son de gran prestigio. El Ateneo Fuente y la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro tienen fama internacional y son orgullo del estado.

Es receptor mayor de inversiones foráneas, productor y dueño de grandes reservas de carbón, productivo ganadero y agricultor. Con esos activos básicos ha creado importante industrialización.

Eso es posible por una sociedad que ha alcanzado un alto índice de desarrollo humano, tercero sólo después de la CDMX y Nuevo León. Esto es, mayor que el Edomex.

Coahuila es un fenómeno político en el que por décadas electoralmente ha ganado el PRI produciendo con ello una especie de pax romana con los costos de toda hegemonía: concentración de poder, cacicazgos, dinero oscuro y corrupción. Hoy el cambio pudiera estar cerca.

Para procesos legislativos federales, un hecho relevante: sólo aporta siete diputados, si bien para el próximo Congreso cada voto será significativo para el partido poseedor.

Para la próxima elección el PRI, en el poder, promovió una coalición que se decidió por un buen candidato. Es Manolo Jiménez, de 38 años, carismático, muy verde, sólo con experiencia municipal.

Su capital es el voto joven que paradójicamente con su triunfo fortalecería a la vieja nomenclatura. Su supuesta relación con ella le será denunciada como riesgo de privilegiar a turbios intereses.

El candidato de Morena es Armando Guadiana, de 76 años, de largo colmillo; se mueve con habilidad. Tiene poco qué aprender, fue priísta por 40 años, hoy es senador. Su mundo es la minería. Como di­nosaurio debe ganarse el voto joven.

Además, hay personajes y grupos inconformes que buscan lo imposible (Mejía Berdeja). Pueden estar dispuestos a revelar sus miserias e incendiar la pradera. Este es el escenario coahuilense, aún tranquilo en la superficie, pero con ruido en el sótano.

Para medio entender ese ambiente, aceptemos que estamos en un tiempo en que hablar de conducta política digna parece ser un claro oxímoron. No vivimos un momento ejemplar.

La tesis en comento es que la política es un binomio extraño. En él frecuentemente se enfrenta a caminos divergentes y no es fenómeno mexicano, es mundial e histórico. El ser vs el deber ser es su materia.

Es una honrosa ciencia social, aunque para algunos ha sido productivo negocio. Lo intolerable de ello es que algunos, ¿muchos?, aún la entiendan como la oportunidad de levantarse con un botín ­personal.

Hay aún un amplio número de políticos que así lo asumen. Les es normal con un cinismo que cunde. Lo peor que puede pasar a un país es volverse cínico, dijo el cínico José López Portillo.

No sería fácil encontrar ejemplos en los que la ética política sea compatible con su práctica. Sí, las relaciones entre ambas son complejas por sus valores antagónicos.

Resulta indispensable fijar y observar los límites entre ética y práctica. No es fácil, parece que todo fue diseñado al revés. Vale señalar que la corrosión de esta ciencia no tiene temporalidad, pero sí intensidad y generalidad, encaramos una corrupción política democratizada.

A diario crece el número de sus devotos. Por esa razón es forzoso validar positivamente el principio de la ética política, de lo contrario se impondría el regreso al vergonzoso pasado.

En el país hay avances democráticos. Nuestra democracia es una realidad por encima de las hablillas de quienes siempre encuentran clavos para colgar sus miserias.

Negar nuestros logros es faltar a la ética política. La cuestión es cómo cumplir en la práctica con los deberes éticos de la política.

Es en este marco de lo deseable que ojalá pensemos en lo grande que es Coahuila y que con esta elección debe verse ensanchada su grandeza. Se hace posible desear que con este proceso legítimamente presuma una señal más de ello. Con esa grandeza, sus hijos tienen el serio compromiso de confirmarla cada día.

Con el primer paso del proceso electoral 2023-24 se corre un telón que deja atrás viejas sombras. Significa que nacionalmente se está cerrando un ciclo.

En Coahuila se espera una difícil batalla que puede ser dura y noble a la vez. Será una lección de ética. ¿Es difícil? Sí. Debe representar al heraldo de un avance más en el tortuoso camino de ser cívicamente mejores como un homenaje al país. Hoy Coahuila es un laboratorio.