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El mundial del colonialismo
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anto dio de qué hablar el Campeonato Mundial de Futbol, que se enredó en sus propias cuerdas. Mas sí dio espacio para hablar de lo que Europa no gusta: el colonialismo.

De manera sorprendente emergieron con gran clase equipos como Marruecos que avasalló a la soberbia castellana. La mentalidad colonialista española se evidencia desde siglos en cada acto de su pueblo.

Ejemplo: Pretendía que le llamáramos Madre Patria, nosotros, los huerfanitos.

Sigue: como último homenaje a los conquistadores, antes de la vigencia del euro, imprimió las efigies de Cortés y Pizarro en los últimos billetes.

Otro: Es evidente lo aburrido que la han pasado sus reales majestades Juan Carlos y Felipe en sus repetitivos viajes a América Latina. Vienen con ocasión de cada inauguración presidencial y cumbres iberoamericanas. Se argumenta que vienen a fortalecer la hispanidad.

Más: refunfuños de la Real Academia Española porque los países americanos decidimos producir nuestros propios diccionarios con el léxico nacional.

Como remate, para desafiar nuestro sentimiento ético, España otorga ciudadanía a personajes que con su conducta insultan al pueblo mexicano, Salinas, Peña Nieto, Calderón y otros pillos connotados.

Volviendo al futbol, es de regocijarse porque países que fueron colonias que ganaron o compitieron con países que fueron sus metrópolis: España, Portugal, Suiza, Países Bajos, Francia, Dinamarca y Reino Unido.

Y ¡ojo!, fueron los morenos africanos quienes salvaron el honor francés dándole el segundo lugar. Esas colonias son ahora países del tercer mundo gracias a la expoliación colonialista.

Los europeos no quieren recordar al ejemplar Leopoldo II de Bélgica, a quien sus muchos sobrinos monarcas, en un cónclave familiar realizado en Berlín, le regalaron lo que es hoy la República Democrática del Congo.

Para confirmar su real dignidad impuso que se le enviaran brazos humanos cercenados como muestra de la eficacia de su justicia. Ese Leopoldo fue el hermano de Carlota Amalia, a la que ya loca despojó de sus bienes.

Terminado el colonialismo político le siguió el cultural y el económico dando lugar al imperialismo. No olvidemos al colonialismo religioso español, el que ya no subsiste gracias a la extinción generacional de las migraciones clericales. Esas que nos enseñaron a rezar con zetas.

Escribimos esto no sólo por amor a las patadas, sino para hacer emergente la preocupación por cómo se empeora la situación con las migraciones que se dan en todo el orbe: Afganistán, Pakistán, Siria, el Magreb, Ecuador, Honduras, México o Venezuela. Nos llaman países expulsores.

Frente la desaparición de las colonias, las ex metrópolis empezaron a intervenir en los asuntos internos de sus antiguas colonias. Se trata del nuevo colonialismo, el cual tiene diferentes facetas: financiación agiotista de proyectos de desarrollo, presencia de firmas empresariales, asesores o técnicos de la antigua metrópoli.

Otro aspecto heredado de los imperios coloniales consiste en el fenómeno llamado reflujo poscolonial, el cual es una migración de las colonias hacia las antiguas metrópolis: jamaiquinos, sirios y paquistaníes a Gran Bretaña, senegaleses y argelinos a Francia, latinoamericanos a España.

Tras violentar a esas culturas autóctonas, vendiéndoles las virtudes del mundo noroccidental, los europeos ahora se quejan de ser invadidos por pueblos que ellos sojuzgaron.

México fue descolonizado muy lentamente en el siglo XIX, más a principios del XX. Lamentablemente ahora, quizá de los años 60 para acá, a ciertas clases sociales les ha encantado ser súbditos del imperialismo estadunidense.

Sus efectivos mecanismos son la lengua inglesa, la educación proyanqui y la inversión extranjera. Todos ellos serían felices si pudieran ser parte del american dream. ¡Ese es el nuevo colonialismo de México!

Si se dejan atrás los puntajes de Qatar, ¿cómo ver en ello un final feliz? Hoy los países que estuvieron colonizados tienen que lidiar con una pesada herencia de retraso. Fueron territorios mantenidos con únicos fines de explotación económica para provecho metropolitano.

Los colonizadores dejaron chatarra, poca que pudiera ser reutilizada. Es ejemplo ver los autobuses rojos londinenses circulando en Sri Lanka, antes el Ceilán inglés.

En ciertos países poscoloniales surgieron problemas de multietnicidad, transculturación, corrupción y abusos a derechos humanos por haberse implantado sistemas de vida que no coinciden con la idiosincrasia local. Han surgido verdaderos enclaves de extranjeros con sus propias leyes, con desprecio a lo local.

En México tenemos pecadillos. Acabamos de descubrir nuestra negritud. Algunos ya le pusieron nombre mexgritud. Sólo sabemos que son guerrerenses y veracruzanos y no queremos enterarnos de nada más. Forma discriminatoria de imperialismo nacional.

Seguimos adentrándonos en el vivir en un mundo cada día más pequeño para su creciente población. Es una realidad axiomática, no ideológica.

Debemos evitar supremacías. Prepararnos para vivir en espacios que obligan a remirar conceptos supremacistas de confort.

El campeonato futbolero sirvió para evidenciar todo lo posible que está por alcanzar por países hoy subestimados. Vayamos en busca del tiempo perdido, según Proust.