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No sólo de pan...

De liberar la conciencia colectiva

L

os artículos publicados en estas páginas el pasado 8 de octubre de Fabrizio Mejía Madrid (La lección del infinito), Silvia Ribeiro (Alimentar a quienes causan hambre) y Pablo Martínez (Tezontepec de Aldama) se complementan sin premeditación, pero armando lo que llamamos conciencia colectiva liberada, en tanto que coinciden en lo que llamamos el Gran Cambio para Todos-as, ya sea a partir del filosofar sobre nuestro lugar activo en el planeta (léase el universo), o en la reflexión sobre cuál debería ser, éticamente y como premisa mayor, la solución del hambre, y en la denuncia de una realidad que, como maldición, heredaron quienes fundaron y sustentan desde hace generaciones el mantenimiento de un pueblo del Mezquital llamado Tezontepec de Aldama, cuya función de proveedores de alimentos afecta también la sobrevivencia y salud de los capitalinos. Claro que no es extraño que nuestra Jornada nos interpele como lo hace desde hace 38 años, pero lo que sí es nuevo es sentir, presenciar y ser interpelados por mayor número de personas con una conciencia sobre nuestro entorno, filosófico, económico o natural, cuyo análisis no depende de las fórmulas fáciles con que nos ha querido domar un neoliberalismo desatado, que festeja con el graznido del cisne su ilusión de triunfo universal sobre lo Humano de la humanidad.

Y es que la liberación de la conciencia colectiva es resultado de una resistencia al llamado éxito, de lo individual sobre lo compartido, es la comprobación de un sentimiento mayor y más intenso de alegría cuando se ha inaugurado un camino comunal diseñado como si fuera un rebozo, que la proporcionada por la invitación al brindis anual de una empresa trasnacional. Es cuando el ejercicio de la discusión sobre temas vitales para grupos heterogéneos encuentran sus puntos de contacto y alcanzan acuerdos de esos que hacen bailar a todos y cada uno. Porque la humanidad, que podría tener ahora 6 o 5 millones de años de gestación y crecimiento en el planeta Tierra, puede conminar a sus demonios imaginarios y ordenarles que regresen a su lugar de origen en vez de querer darles vida para asustar y dominar al prójimo Si la humanidad pudo autoconstruirse y manifestarse de tan variadas maneras, ante los retos del entorno natural donde aparecimos y nos desarrollamos, ¿qué nos impediría liberarnos de las amenazas que nos autofabricamos?

Lo único verdadero, que son el nacimiento y la muerte: la transformación de la materia y de la conciencia, depende finalmente de cómo manejamos nuestra realidad, la que nos construimos. Estamos convencidos: la mayoría inmensa de la humanidad quiere la aniquilación de todas las armas destructivas de la vida bajo cualquier manifestación que no sea la de contribuir a la propia vida, como son las cadenas alimenticias. El llamado es a enseñar este principio y ejercerlo sin distracciones.

El único problema está en liberar la conciencia de los amarres impuestos por una pérdida inducida de la imaginación. Liberarnos de una pretendida ciencia que despojó a varias generaciones de la capacidad de imaginar, sustituyendo esta función vital al meter todas las imágenes posibles de otra realidad en la que el sujeto se ubica para imaginarse en un contexto de propio e inconmensurable poder como sinónimo de felicidad. Pero esta tecnología y la ciencia que está detrás no sólo no sirven al ser humano, a su desarrollo individual y al de su comunidad en conjunto, sino que aniquilan su humanidad. Por ello, la liberación de la conciencia colectiva es un fin en sí mismo. Un fin que nos permitirá, además en esta coyuntura histórica de México, contribuir a la Cuarta Transformación sin concesiones que, hoy por hoy, se tienen aún que hacer.