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Desde otras ciudades

Hannover, donde vivió el último genio universal, Wilhelm Leibniz

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▲ Escultura de perfil del genio universal G. Willhelm Leibniz, en la que está grabada su famosa cita Unitas in multitudine, Unidad en la diversidad, más actual que nunca.Foto Alia Lira Hartmann
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as capitales estatales en Alemania suelen tener un distintivo que las define y cuyas características son, tal vez, producto de factores históricos, circunstanciales y por personajes que en ellas nacieron o simplemente producto de la sabiduría popular.

En Hannover, estado de Baja Sajonia, en comparación con la fuerza insigne de Berlín, Munich o Colonia, con poco más de medio millón de habitantes, se cierne una gris tonalidad.

Como cualquier lengua, el alemán cuenta con variantes regionales, dialectos y hablas que llegan a ser incomprensibles para los habitantes de otra región. Hannover saca a la luz un elemento del cual se puede enorgullecer: el hochdeustch, o alto alemán, que se ha establecido como aspecto distintivo.

Aquí también se realiza la feria industrial más grande del mundo. La industria alemana e internacional se dan cita en un complejo de 130 hectáreas que se encuentra en los suburbios del sur y donde anualmente llegan más de 6 mil 500 expositores.

Desde el punto de vista cultural hay un aspecto aún más destacable que enorgullece a esta capital y que está ligado a un importante científico: Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716). Él, como muchos personajes de la época, destacó en diferentes ramas del saber humano: fue filósofo, matemático, físico, historiador, político, diplomático y bibliotecario. Aunque nació en Leipzig, vivió 40 años en Hannover, donde realizó sus investigaciones, practicó la academia y donde terminó sus días.

Es considerado el último genio universal, es decir, el último personaje que pudo formarse en todos los campos del conocimiento humano; un hombre cuya avidez lectora, disciplina en el estudio, capacidad de meditar y cuestionar sobre cualquier tema lo llevó a contribuir de manera importante en áreas aparentemente tan contrastantes.

La correspondencia de este genio con diferentes personalidades se encuentra como un importante documento considerado por la Unesco como herencia cultural.

La casa que habitó entre 1698 y 1716 quedó en ruinas tras un bombardeo en 1943. De 1981 a 1983 fue reconstruida la fachada y hoy alberga aspectos de su vida y obra. También hay una reproducción de la famosa máquina aritmética que inventó en 1673 y que contaba con un sistema de cálculo mecánico que resolvía las cuatro operaciones básicas hasta los años 60 del siglo pasado, antes de que el cálculo electrónico se utilizara.

A Leibniz se atribuye el origen del cálculo diferencial e integral como base de las matemáticas actuales, aunque comparte gloria con el inglés Isaac Newton, a quien en aquel entonces se dice que catalogaba como una especie de enemigo científico.

Fue él quien desarrolló el arte de los cálculos matemáticos de manera sencilla y eficiente sólo con el uno y el cero, el llamado sistema binario, base sobre la cual trabaja cualquier computadora. Los espacios de esta casa-museo también son utilizados para estancias académicas de científicos de todo el mundo.

Alia Lira Hartmann, corresponsal