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Nuevo mapa político mundial. Primera parte: AL
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ejos, muy lejos del vaticinado triunfo del neoliberalismo económico y la derecha conservadora en el mundo, después de la caída del muro de Berlín y la imposición de los dictados de los organismos financieros internacionales, con el avance del nuevo siglo los electores se han ido decantando en favor de posiciones abiertas, sociales y progresistas en los distintos continentes, con los valores de la socialdemocracia en sus distintas modalidades como el gran eje rector.

Atrás quedó, o cuando menos muy eclipsado por la realidad, devino el viejo paradigma de una economía irrestricta de mercado y un Estado acotado y maniatado, un fundamentalismo individualista impulsado por la escuela monetarista de Milton Friedman que tanto entusiasmo generó, primero en Estados Unidos y luego en las élites gobernantes y los sectores económicos privilegiados de América, Europa y Asia.

Sólo hay que revisar el mapa político del mundo para constatar que, si bien las economías centralmente planificadas prácticamente desaparecieron en su versión original, no se consumó el triunfo de un capitalismo sin derechos sociales y sin contrapesos políticos. No hubo fin de la historia, como decían sobrados de soberbia los ideólogos del neoliberalismo, pues la globalización no trajo la supuesta interdependencia y la prosperidad de los pueblos, sino una acentuación de la dependencia. Lejos de globalizarse la riqueza, se extendió la pobreza.

Comencemos el análisis, en esta primera parte, por nuestra realidad más inmediata, el subcontinente latinoamericano, donde se ha dado una drástica recomposición política los últimos años.

En el núcleo de las condiciones objetivas que han fermentado el cambio hacia la opción de centroizquierda –para usar las categorías del pensamiento marxista– ha estado un incremento sustancial de la pobreza en la región, el nivel más alto de los últimos 20 años; el aumento de la desigualdad social ya de por sí elevada; el desempleo de dos dígitos en varios países, con el agravante de 50 por ciento de los trabajadores empleados en el sector informal y, en general, el desencanto con los resultados de las políticas económicas neoliberales.

Con características particulares en cada caso, pero con ese común denominador, veamos ahora de manera somera la cronología del cambio de la geografía política reciente. En 2019, luego de administraciones fallidas de derecha, Panamá se inclinó por un gobierno de centroizquierda, una alianza en torno al Partido Revolucionario Democrático, al elegir a Laurentino Cortizo.

Ese mismo año, en Argentina, el movimiento peronista de izquierda y un abanico de fuerzas de izquierda alcanzó el poder con Alberto Fernández, un académico crítico de los gobiernos de derecha, quien venció holgadamente a Mauricio Macri, presidente que buscaba la relección. Como vicepresidenta fue electa Cristina Fernández, cuyo reciente atentado condenamos.

En 2020, luego de un accidentado gobierno de derecha, Luis Arce, afín al ex mandatario Evo Morales, venció ampliamente y se convirtió en presidente de Bolivia. Ha continuado la política de defensa de los recursos naturales de ese país, y sobre todo la dignificación de la mayoría indígena.

En 2021, Pedro Castillo, un ex líder magisterial, venció en Perú a la candidata derechista a la presidencia Keiko Fujimori, con la bandera de reivindicar a las mayorías marginadas de siempre y acotar los privilegios de las élites políticas y económicas; justo por eso, según los analistas locales, su gobierno ha sido objeto de un asedio permanente de la clase política tradicional.

Ese mismo año, en Honduras, Xiomara Castro, luchadora de orientación socialista, alcanzó la presidencia al vencer al bloque de derecha. Su principal oferta y acción de gobierno ha sido impulsar un sistema de renta básica universal para las familias pobres y un ingreso que garantice un piso de bienestar social.

También en 2021, se dio el triunfo en Chile de una opción progresista, con Gabriel Boric, un ex líder estudiantil de apenas 35 años, quien venció de manera contundente al derechista José Antonio Kast. Su triunfo se interpretó como un hartazgo por un relativo crecimiento económico que nunca se expresó en bienestar para las mayorías populares.

El triunfo más sorprendente fue en este 2022, en Colombia, donde por primera vez llegó a la presidencia una opción progresista y de izquierda, con Gustavo Petro, ex alcalde de Bogotá y ex guerrillero, quien hoy encabeza un gobierno de reconciliación nacional, de reivindicación de los indígenas y con una radical reforma fiscal de gravar más a los deciles más altos de la sociedad.

Ahora es el turno de Brasil, país en que todos los estudios de opinión perfilan el triunfo del ex presidente Lula ante el presidente de ultraderecha Jair Bolsonaro. El aumento de la pobreza, una inflación de dos dígitos, así como una política de hostilidad y discriminación a las minorías, comenzando por los pueblos originarios, explican el ánimo prevaleciente en los electores.

En suma, hay un neoliberalismo en retirada y hoy América Latina se inclina por las opciones socialdemócratas y de centroizquierda en sus distintas manifestaciones.

* Presidente de la Fundación Colosio