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¿La fiesta en paz?

Mineros y toreros, los logros del agandalle y las virtudes de la explotación

S

i este planeta –despectivo de plano superior, no olvidarlo– está como está, es por la baja conciencia de sus habitantes racionales, pues el resto o las especies sintientes le hacen como pueden, precisamente porque no fueron hechos a imagen y semejanza del Supremo –un luchador rudo– y nunca se contagiaron de tan pretenciosa clasificación, convertida de inmediato en miope arrogancia.

Coahuila ha sido cuna de mexicanos magníficos, de ilustres luchadores sociales, de artistas singulares, incluido El maestro de Saltillo, Fermín Espinosa Armillita, si bien a los cuatro años fue llevado a San Luis Potosí, hoy en garras verdes, y a los 10 a la Ciudad de México, de inspirados poetas, talentosos pintores, excepcionales fotógrafos y, en años recientes, de demasiados políticos mediocres que no han hecho sino escupir en la memoria de esos hombres de bien, traicionando los ideales por los que lucharon.

Estado minero desde la época de la colonia, Coahuila cuenta con una región carbonífera en el norte de la entidad que incluye al menos cinco municipios: Sabinas, Melchor Múzquiz, San Juan de Sabinas, Juárez y Progreso, con 95 por ciento de las reservas en México, que proveen de carbón mineral no coquizable para la producción de acero, y coquizable, utilizado como combustible en las centrales carboeléctricas.

A esta añeja explotación del subsuelo se añade, faltaba más, la brutal explotación de los mineros coahuilenses, sin más apoyo que los salarios que reciben… mientras no mueran en socavones y túneles sin los mínimos de seguridad porque a los 500 concesionarios de minas y pozos y a sucesivos gobiernos priístas no les interesó la justicia laboral, o no lo suficiente. ¿Qué querían, derechos o trabajo? Ambientalistas y animalistas mejor combaten la crueldad de las corridas de toros con jueces como comprometidos con causas más nobles.

Las tragedias mineras de Coahuila en Barroterán, en 1969, con 153 víctimas; en Cuatro y Medio, en 1988, con 37 muertos; en Pasta de Conchos, en 2006, con 65; en Micarán, en 2021, con siete, y en El Pinabete, hace 18 días, con 10 mineros atrapados, son manejadas como noticia y rating, no como vergonzosa realidad laboral e inexcusable, esa sí, crueldad, pero la justicia justa prefiere otros temas.

Agandallar es someter a alguien sin miramientos ni respeto, llevado por el interés o provecho propios. A continuación, la lista de agandalles que rodean al reciente desastre (3 de agosto) en el pozo de carbón El Pinabete: 1. Concesionario y socios de ese pozo y similares. 2. Prestanombres. 3. Registrador de los trabajadores en el IMSS. 4. Quien contrata la venta de carbón. 5. Secretaría de Economía y su normativa de concesiones. 6. Comisión Federal de Electricidad y sus criterios de compra de carbón. 7. Secretaría del Trabajo y su consuetudinario déficit de inspectores mineros. 8. Gobiernos municipales, estatales y federales. 9. Congresos del estado. 10. Sindicato minero y líderes locales. Como pilón, los especialistas extranjeros que por fin vinieron a certificar que todo se ha hecho bien en cuanto a los procedimientos de rescate.

Ni reporteros ni editorialistas ni jefes de información ni dependencias implicadas, ni nadie, ha logrado saber quién o quiénes son los verdaderos propietarios de El Pinabete, y si lo saben se lo callan, con lo que la añeja tradición de impunidad de los responsables y corresponsables de la muerte por negligencia de por lo menos 300 mineros en Coahuila en los recientes 52 años continuará vigente. ¿Y de toros? Pues igual: solo hay que seguir la ruta del dinero, no de la equidad.