Ante los efectos que implica la carestía en alimentos y energéticos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) consideró que los países pueden dar apoyos directos a la población más vulnerable. Sin embargo, acotó, esto debe ser compensado con un incremento de impuestos o recortes al gasto público para que la política fiscal no dificulte aún más el trabajo de la política monetaria.

Como parte de su actualización a las Perspectivas Económicas Mundiales (WEO, por sus siglas en inglés), el organismo recalcó que el control de la inflación debe ser la prioridad de cara a una nueva recesión. Advirtió que una política monetaria más estricta inevitablemente tendrá costos económicos reales, pero retrasar estos incrementos en las tasas de interés sólo exacerbará las dificultades.

En ese sentido, el FMI advirtió que las políticas internas para abordar los impactos de los altos precios de la energía y los alimentos deben centrarse en los más afectados sin distorsionar los precios. Los gobiernos deben abstenerse de acaparar alimentos y energía y, en su lugar, buscar eliminar las barreras al comercio, como las prohibiciones a la exportación de alimentos, que elevan los precios mundiales.

Recalcó que los controles de precios por sí solos no han reducido de manera duradera el costo de vida, como ejemplo está el caso de Estados Unidos durante 1971, pero sí pueden ayudar a compensar la pérdida de poder adquisitivo el hacer transferencias de efectivo dirigidas a personas con bajos ingresos o en riesgo particular de sufrir daños por escasez de alimentos o energía.

Agregó que en el caso de países que ya subsidian la energía o los alimentos –como México– en algún punto deberán traspasar los precios internacionales a los consumidores y comprometerse a eliminar los apoyos en los próximos años, al tiempo que llamó a dar apoyo a empresas que dependen de un alto consumo energético para evitar daños económicos en cascada.