levan varios días, unas dos o tres semanas, clamando por los esquivos oídos del poder central. Afirman no encontrar al referido titular, dicen que está desaparecido. Se achicó ante el reto mayúsculo que enfrenta, se esfumó el liderazgo, determinan sin apelación posible. Canalizan sus ofertas de ayuda y asesorías calificadas a través de redes sociales y, de manera reciente, en desplegados con numerosos notables como abajofirmantes: al amparo de universidades o bajo el paraguas de grupos ciudadanos instigados por la dramática emergencia del país. Son hombres y mujeres con fama pública forjada en luchas
pasadas o en el desempeño de posiciones de alto nivel burocrático. Expresan sus prácticas ideas y recomendaciones con la seguridad de que son de indudable peso. Agregan alegorías salvadoras, citas literarias y varias comparaciones con otras experiencias civilizadas
. Ningunean las fatigadas tareas mañaneras que AMLO despliega: desaprovecha oportunidades para coger a la realidad por el cogote, pues carece de plan.
Desean pasar a la acción opositora efectiva. Se tiene que terminar el desprecio que han encontrado en el que describen como solitario de Palacio. Un presidente que se ha empequeñecido por la repetida tozudez de no oírlos, de no apreciar la escabrosa magnitud que se viene encima de la nación. Una realidad que ellos sí captan y cuyas capacidades nadie puede negar. Méritos que alcanzan para orientar los trabajos públicos por el éxito de sus desempeños pasados. Este señor, por su necedad, hará muchos más pobres que los que inducirá la pandemia. El reto de salud, económico, social y ahora también político, lo ha rebasado. El estilo y contenido de la cantaleta puede seguir, pues la repiten como monocorde alegato.
El mismo surgimiento de estos grupos de élite, que intentan ser de presión, no han tenido hasta hoy consecuencias disruptivas, pero ha generado algo más que sólo una engallada alharaca. Voces y corajes han trasminado, rotundos y completos, hacia el exterior. Tales análisis, ataques y tesis sin mucho peso se han convertido en la base de artículos en revistas con fama mundial. Esas mismas expresiones regresan, ya traducidas de nueva cuenta al español, para engrosar el repertorio de argumentos con valor añadido. Algo también han podido erosionar en la conciencia colectiva, sobre todo de los sectores ya bajo su influencia.
¿Quiénes forman tan aguerrido como sonoro contingente? Para responder hay que hacer un poco de repaso histórico. Durante la presidencia de Luis Echeverría fueron jóvenes promesas universitarias que se alojaron en fideicomisos fundados al por mayor. Eran administradores públicos y privados, economistas, abogados que traían consigo nociones técnicas para el manejo eficiente de organismos y empresas. Para cuando De la Madrid se hizo, forzadamente, de la Presidencia estos personajes, aleccionados en escuelas públicas y privadas, locales y del exterior en diversas ciencias sociales, ya se habían colocado en la primera línea decisoria. Fue, después, con Carlos Salinas, cuando se entronizaron a todo color y fuerza. Se llegó a pronosticar todo un medio siglo por su necesaria continuidad y, por poco, lo logran. Aceptaron, sin rubor alguno, el fraude con el que, en tropel, llegaron gozosos y hambrientos de gloria al poder, la fama y otros más a las riquezas. Algunos todavía se aferran a epopeyas pasadas y disputan diariamente por derramar sus efluvios. Su consolidación se fraguó, a plenitud, con el celebre doctor E. Zedillo. En ese sexenio, también auxiliado con manipulaciones electorales sin recato, se consagraron varios personajes que, ahora, predican con frecuencia sus lecciones de hacer y tornar. Son los que, en efecto, cambiaron (para muy mal) las reglas del juego, las concepciones y hasta las leyes que todavía rigen en buena parte de las instituciones de salud y seguridad social.
Son los directos hacedores del estado de deterioro de instituciones como el Seguro Social, el Issste y demás componentes. Organismos que cayeron en profunda decadencia debido, también, a acelerada tendencia privatizadora y la cabalgante corrupción que los aqueja. Las famosas Afore y el mismo Fobaproa nacieron en estos aciagos tiempos bajo la exigencia del FMI y el Banco Mundial. Mandatos que siempre han sido incluidos en las cartas compromisos atadas a voluminosos préstamos. Repetir el proceso lo sostienen como urgente basamento contracíclico. Son estos mismos personajes los que hoy protestan porque, sin oír sus altisonantes voces preventivas, se conduce a México al fracaso. Nada recuerdan de sus tropelías y ninguna responsabilidad les toca. Fraudes electorales bajo sus pies y manos no los contaminaron, fueron y son impolutos y sí responsables a carta cabal. En verdad, nada les sucedió en la pasada elección: fue una simple, insensata derrota momentánea, un raspón incidental del populacho.