Opinión
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Desde el otro lado

El paradigma de los demócratas

E

l Partido Demócrata tiene un serio problema de definición ideológica y pragmática. La primera tiene que ver con la necesidad de dar un giro, en busca de rescatar algunos de los supuestos que definieron su política social desde los años 30, primero con Franklin Roosevelt y después con Lyndon Johnson. Esos principios se perdieron en el camino en una extraña mezcla de pragmatismo y oportunismo, causado, tal vez, por el efecto que tuvo la caída del muro de Berlín. Sin mediar un análisis serio sobre el suceso, una avalancha condenatoria al socialismo y al fin de las ideologías derivó en la satanización de cualquier programa que tuviera sesgo social. El liderazgo demócrata optó en poner el acento en un paradigmático capitalismo, alejándolo de los principios que lo caracterizaron medio siglo.

La respuesta a ese giro fue el crecimiento de un sentimiento de abandono a la política social, a la clase trabajadora, a las minorías raciales y sexuales y, fundamentalmente, a los sectores más necesitados de la protección del Estado. Por ello, no ha sido gratuito el crecimiento en popularidad de un candidato como Bernie Sanders, quien ha denunciado la necesidad de un profundo cambio.

Sanders no ha tenido empacho en caracterizarse como socialdemócrata en un país en el que el término asusta, más por ignorancia que por convicción. Esta es la razón por la que el liderazgo demócrata está asustado ante la posibilidad de que el senador gane la candidatura de su partido. Sanders ha dicho que, si llega a la convención con un mayor número de delegados, independientemente de no tener más de 50 por ciento, él debe ser el candidato. Se especula que, en una segunda vuelta de votación durante la convención, los superdelegados serían clave para evitar su candidatura. No son pocos los que vaticinan que una convención dividida de esa manera abriría las puertas a la relección de Trump.

Lo evidente es que la moderación y normalidad denunciada por Sanders no ha sido capaz de satisfacer las necesidades de la mayoría de la sociedad, razón por la que Biden, quien representa esa normalidad, ha naufragado hasta ahora. Si, a partir del impresionante crecimiento de su coalición, Sanders superara el escepticismo de los moderados e indecisos y aterrizara en la convención con más delegados que los otros, sería suicida para el partido que su liderazgo maniobrara para negársela. El callejón parece cerrarse.