Opinión
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El Club de Periodistas
E

n la segunda mitad del siglo XIX se fortaleció la lucha por la defensa de la libertad de pensamiento y la expresión de las ideas por medio de la prensa escrita. En 1872 se creó la Asociación de Periodistas Escritores. Era la época en que el liberalismo había finalmente prevalecido tras el triunfo juarista y se robustecía la prensa crítica.

Casi un siglo más tarde, en la década de los 50 de la pasada centuria, un grupo de periodistas integraron el Club Mexicano de Periodistas, AC (CMP), con la idea de agrupar y fortalecer al periodismo mexicano, así como a quienes ejercían el oficio de todas las corrientes, tendencias, géneros y fuentes. Noble idea de muy difícil realización, pero cuyo anhelo continúa vigente.

Tras ocupar varias sedes finalmente logró tener un lugar propio. Mediante decreto presidencial del 26 de noviembre de 1961, expedido por Adolfo López Mateos, le fue cedido un edificio en el Centro Histórico. Significativamente se encuentra en la pequeña calle que lleva el nombre de Filomeno Mata, el combativo periodista que en el siglo XIX tuvo su imprenta en este sitio donde publicaba El Diario del Hogar.

El hermoso edificio histórico que alberga el CMP desde hace casi media centuria se construyó en la época del eclecticismo que prevaleció a fines del siglo XIX y principios del XX. En la mezcla de estilos prevalece el neoclásico, que se aprecia en el patio principal, que tiene un elegante piso ajedrezado en piedra blanca y negra. Está rodeado por columnas de cantera que sostienen dos pisos de amplios pasillos con balaustradas que dan paso a los diversos salones y oficinas.

Originalmente el predio lo ocupaba el hospital-convento de la orden de los Hermanos de Nuestra Señora de Bethlem, conocidos como bethlemitas, que fundó en 1656 en Guatemala un franciscano terciario.

La institución religiosa fue muy bien acogida en la Nueva España, lo que la llevó a recibir generosos donativos que en el siglo XVIII le permitieron contratar al notable arquitecto Lorenzo Rodríguez para reconstruir el recinto.

Les diseñó uno de los edificios barrocos más bellos de la Ciudad de México; lo que sobrevivió de la enorme construcción lo podemos apreciar al visitar el Museo Interactivo de Economía (MIDE).

Como suele suceder con las asociaciones gremiales, el CPM vivió con altas y bajas hasta los años 90, en que estuvo a punto de perder la sede. Se juntaron una serie de problemas internos y externos, el más grave, que el gobierno federal quiso enajenar el inmueble con el pretexto de un gran proyecto a favor del Banco de México. Se logró salvarlo gracias a la tenaz defensa del entonces presidente del CPM, don Antonio Sáenz de Miera, Celeste Sáenz de Miera, Mouris Salloum George –actual director– y un pequeño grupo de abogados, periodistas, amigos y simpatizantes de la causa. Por la vía legal (un amparo) se logró la salvaguarda de un patrimonio legalmente constituido y oficialmente legado por un Presidente de la República.

Actualmente la labor de su directiva y un reducido grupo de periodistas y profesionistas de diversas ramas han logrado convertir al CPM en una institución plural, abierta a todas las expresiones de la sociedad. Es un espacio público para ejercer las artes, docencia, política, diplomacia, además de empresarios y toda clase de organizaciones que requieren de un espacio para la manifestación de sus ideas, productos, actividades o festejos. El donativo es modesto y ayuda al costoso mantenimiento del histórico y bello inmueble.

Hablando de actos culturales, el 8 de agosto a las 18:30 se va a celebrar el 140 aniversario del nacimiento de Emiliano Zapata –en el marco del centenario de su muerte– con una mesa redonda que preside Pablo Moctezuma para hablar sobre los movimientos sociales contra los megaproyectos.

Al salir podemos ir a la esquina con Cinco de Mayo al bar La Ópera. No creo que haya periodista de cualquier época que no acudido aquí para tomar un traguito. Lo podemos acompañar con unos pulpos a la gallega, los caracoles al chipotle y la lengua en salsa verde.