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Evolución energética mundial: la décima
E

l artículo presentado ayer sábado en La Jornada por el brillante físico y divulgador de la ciencia Juan Tonda nos orienta sobre una línea que debemos impulsar al máximo: el desarrollo de centrales térmicas solares (CSP, por sus siglas en inglés) para producir electricidad limpia.

El impulso no debe reducirse a la investigación y el desarrollo tecnológico. Debe incluir el fortalecimiento de nuestro sistema eléctrico. El mundo cuenta ya con no menos de un centenar de centrales CSP. Según la organización SolarPaces y la Agencia Internacional de Energía (https://www.solarpaces.org/ csp-technologies/ csp-projects-around-the-world/), a marzo de 2019 se contaba con una capacidad mundial próxima a los 10 mil megavatios (MW), con más de 50 centrales que ya operan (cerca de 6 mil MW), varias en construcción (poco más de 2 mil 500 MW) y otras más en desarrollo (mil 500 MW).

España es el país que ya opera casi la mitad de la capacidad mundial en funcionamiento. Le sigue Estados Unidos. En ambos casos se contemplan programas ambiciosos. La mayor central térmica solar del mundo está en Marruecos, en la provincia de Ouarzazate, y con la tecnología de los heliostatos. Éstos –lo explicó ayer Juan Tonda– son espejos de concentración del calor solar en una gran área. Con esa concentración permiten producir vapor de agua para mover turbinas que generan electricidad. Son cuatro los elementos esenciales de una central térmica solar: 1) Concentrador de radiación y calor solar (cilindro o plato parabólicos, lineales de Fresnel –físico francés que desarrolló el lente de gran apertura), entre otros; 2) receptor de calor; 3) medio de transporte o de almacenamiento del calor que permita producir vapor; 4) finalmente, generador de electricidad, como en las centrales tradicionales.

La novedad a que alude Tonda es la del mecanismo de almacenamiento para enfrentar la intermitencia de esta fuente de generación de electricidad. El almacenamiento de sales de nitrato de sodio y de potasio en uno o varios tanques aislados que permiten guardar el calor cuando no hay Sol, lo que permitiría producir vapor de agua en esos momentos para que funcione el turbogenerador y se produzca electricidad mientras el Sol no brilla.

En este caso hay que observar la central de Ivanpah en California. De casi 400 megavatios cuenta con cerca de 300 mil espejos del tamaño de una puerta de garaje. Y tres grandes torres de 140 metros que concentran el calor a muy altas temperaturas. Produce vapor para impulsar las turbinas. La diferencia –expertos dixit– es la posibilidad de almacenar el calor mediante sales fundidas y usarlo cuando no hay Sol. Es un almacenamiento –aseguran– más barato que las baterías tradicionales y que el mantenimiento de una central a gas natural que respaldaría, precisamente, la intermitencia de la térmica-solar. Pero –siempre un pero– el principal adversario de esta tecnología solar térmica es la solar fotovoltaica. Y es que el costo de los paneles solares fotovoltaicos ha descendido de tal forma que aun en el caso de que se pagara –como debe hacerse–, el respaldo a su intermitencia (por ejemplo con un ciclo combinado) esa tecnología entregaría electricidad a menor costo.

Se trata de aspectos de extrema delicadeza que deben analizarse con cuidado para enfrentar, con el mayor rigor, la necesidad de abatir al máximo los gases de efecto invernadero. Sin duda.