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Bajos salarios = más pobreza // Miningreso de 102.68 pesos

O

ficializado está el aumento al salario mínimo general: a partir del primer día de 2019 será de 102.68 pesos por jornada laboral de ocho horas y de 176.72 pesos en la llamada zona libre de la frontera norte de la República. El incremento nominal es de 16.2 por ciento en el primero de los casos y de 100 por ciento en el segundo.

El Diario Oficial de la Federación publicó ayer la resolución del Consejo de Representantes (gobierno, patrones y líderes obreros) de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos relativa a los salarios mínimos general y profesionales que estarán vigentes desde el 1º de enero.

Es un hecho, pues, y con tal decisión se intenta recuperar algo de la enorme pérdida de poder adquisitivo que se acumuló en los 36 años de neoliberalismo en México. Sin embargo, por mucho que se presuma este ajuste alcista en el miningreso no hay que olvidar que en esas tres décadas y pico el valor real del salario mínimo se desplomó 88 por ciento, de tal suerte que el camino por andar aún es muy largo.

Otro problema es que no todos los patrones pagan el salario mínimo ni cumplen con su obligación legal de inscribir a sus trabajadores en el IMSS, de tal suerte que la precarización laboral se mantiene a galope. Aunque su numeralia corresponde a 2017, el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico pone el dedo en la llaga:

La brecha entre el número de personas que gana más de 10 salarios mínimos (apenas 0.9 por ciento de la población ocupada) respecto a las que reciben hasta dos salarios mínimos (42 por ciento de la población ocupada) es el verdadero muro contra la equidad. Al terminar 2017, menos de 480 mil personas ocupadas tuvieron ingresos que superaron 10 salarios mínimos, contra 22.1 millones de ocupados que cuando mucho recibieron dos salarios mínimos.

Solamente dos estados de la República, Baja California Sur y Chihuahua, contabilizan a más de 2 por ciento de su población ocupada que ganan por lo menos 10 salarios mínimos. Morelos y Tlaxcala son el extremo de la precariedad, porque únicamente contabilizan a 0.2 por ciento de sus ocupados con percepciones mayores a 10 salarios mínimos.Además, debe considerarse a 3.4 millones de mexicanos ocupados que no reciben ingreso.

Si se asume que una familia en promedio tiene cuatro integrantes se puede apreciar la implicación negativa directa: los beneficios de un buen ingreso llegan a pocas personas, particularmente en un entorno laboral en el que se reduce el número de plazas laborales que paga más de tres salarios mínimos.

Entre el último trimestre de 2012 y el correspondiente de 2017, la ocupación y empleo de entre tres y cinco salarios mínimos disminuyó en 713 mil plazas, mientras la que paga más de cinco se contrajo en 1.49 millones de plazas. En conjunto, ambas cifras muestran que si se considera el número de jóvenes que se sumó al mercado laboral, más mexicanos se disputan menos oportunidades.

La inequidad y la pobreza son atribuibles a la precariedad del ingreso laboral, que a su vez es resultado del entorno adverso que enfrenta la mayor parte de las empresas en México: inseguridad, corrupción, altos costos de energéticos y combustibles y falta de financiamiento, entre otros.

Un hecho no puede soslayarse: la disminución en la tasa oficial de desocupación se ha logrado al mismo tiempo que se reduce la ocupación mejor remunerada: solamente el sector industrial ha logrado mantener generación de empleo con salarios que rondan entre tres y cuatro veces el mínimo.

Al finalizar 2017 cerca de 53 millones de personas tuvieron una ocupación, pero solamente 0.9 por ciento obtuvo unaremuneración mayor a 10 salarios mínimos diarios. Cuando se considera a quienes lograron ganar más de cinco salarios mínimos el porcentaje es de sólo 4.6 (cifra que considera a 0.9 que recibió 10 o más salarios mínimos).

Las rebanadas del pastel

Va un fuerte abrazo para Marianita en su 17 aniversario.

Twitter: @cafevega