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“Más que del narco, Pájaros de verano versa sobre el poder de las mujeres wayúu”

Dirigido por Cristina Gallego, el filme se inspiró en hechos reales, ocurridos entre 1960 y 1980

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▲ Fotogramas de Pájaros de verano, película dirigida por los colombianos Cristina Gallego y Ciro Guerra.
 
Periódico La Jornada
Viernes 14 de diciembre de 2018, p. 8

En la primera secuencia de la película Pájaros de verano se escucha una voz en off: “la familia, la abuela y la madre… el tío, el sobrino y el nieto están representados en los dedos de la mano para que el wayúu no olvide su origen...”

Es la esencia de esta historia de ficción que busca un lugar para Colombia como mejor cinta extranjera en los premios Óscar.

Inspirada en hechos reales ocurridos en La Guajira (extremo norte del país, tierra de la milenaria cultura wayúu), entre las décadas de 1960 y 1980, el largometraje expone cómo una cosmogonía indígena se tergiversa por el capitalismo salvaje de la bonanza marimbera (mariguana), y su lucrativo negocio que da origen al narcotráfico colombiano.

Pájaros de verano no es una ventana, es un vitral en el cual el espectador puede observar a una sociedad “matrilineal (que se define por la línea de descendencia de la madre) y de clanes con gran poder femenino, como los hay desde México hasta Chile, con figuras de mujeres fuertes que están conectadas con el mundo espiritual, con los sueños… con cosas esenciales”, comenta en entrevista con La Jornada Cristina Gallego, directora del filme, estrenado en el pasado festival de Cannes.

Se trata del cuarto largometraje de Ciro Guerra (El abrazo de la serpiente) y el primero, en dirección, de Cristina Gallego, quienes plantean su historia en la relación marital de dos wayúu, cuyas familias viven las consecuencias del choque entre la ambición y el honor, entre las tradiciones y el dinero.

Gallego indicó que “más allá de ser una historia sobre el ori-gen del narco, es acerca de una familia que, por un capitalismo salvaje, se destruye. Queríamos explorar eso, contextualizar nuestra historia en este mundo indígena y su realismo mágico”.

Recordó que mientras filmaban otra película comenzaron a escuchar historias sobre los wayúu y de cómo algunas familias se habían destrozado entre ellas tras descubrir las ventajas del comercio de la mariguana.

“Las historias del narco se han contado en películas, y ahora en series, desde la perspectiva de los estadunidenses. Queríamos hablar desde lo que ha significado para nosotros”, sostuvo.

La realizadora explicó: “Nos interesaba contar algo que no se había tocado: el mundo femenino. Cuando investigamos para crear el tratamiento del guion nos decían que las historias del narco eran cuestiones de hombres, pero no, cuando nos acercamos a los wayúu supimos que son las mujeres las que generan la economía, las que hacen sus artesanías y salen y las venden; son las que manejan los temas políticos”.

Las mujeres de esas comunidades, afirmó, “tienen fuerza política y espiritual y contacto con lo intuitivo, con los muertos, con los ancestros… Eso fue muy revelador para el rumbo que queríamos darle a la película: mostrar esa figura matriarcal, vigía de la tradición y de la familia.”

Es una película narrada desde la perspectiva de género no por-que una mujer sea quien la dirige, sino porque el mundo político y social es, en general, muy machista. Por más fuerza que nosotras tengamos, incluso al interior de la caverna, tenemos miedo de hablar de nuestros pensamientos, aseveró la realizadora.

Indicó que poder entrar a las costumbres de los wayúu no fue fácil. La llave fue llegar con la humildad de aprender: Empezamos a construir la película a partir de lo que nos contaron varias familias. Tuvimos una asesoría importante de un antropólogo de la región y de un especialista en esa cultura. Cuando comenzamos el rodaje nunca llegamos a imponer sino a aprender

Señaló que juntaron un equipo técnico en el que al menos 30 por ciento de la producción era wayúu; ellos les corrigieron aspectos de la puesta en escena y luego los ayudaron con las comunidades con las que trabajaron para que entendieran y fueran parte del filme.

La retroalimentación fue linda porque sintieron que fuimos respetuosos con su cultura, porque la retratamos como era y esa fue la base de nuestro proceso.

Gallego y varios miembros del crew fueron durante nueve semanas parte de la comuni-dad wayúu. Fue entrar a otro mundo, consideró.

–Cristina ¿tuvo un cambio de patrón como ser humano?

–Las películas yo no las quiero contar. Ellas quieren ser contadas y, en esa medida, te transforman. La mutación que tuve con esta cinta ha sido fuerte pero me ha ayudado a encontrar la naturaleza de la intuición. Al armonizarse con uno mismo se vuelve uno menos mental y más profundo.