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No sólo de pan...

De cómo se le vea

E

l Simposio Internacional Alimentación, Salud y Sustentabilidad, coordinado por dos investigadoras (de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco y de la Universidad Nacional Autónoma de México), el 7 y el 8 de noviembre, arrojó planteamientos atendibles sobre el tema eje de nuestra añeja inquietud. Por falta de espacio no podremos citar todas las ponencias, que podrán consultarse en una próxima publicación institucional, pero evocaremos algunas de las ideas más relevantes a nuestro juicio.

“La estandarización trajo la nostalgia de lo perdido, (hay una) reivindicación del sabor ligado a la memoria (…) se subvenciona el rescate de alimentos… (pero a la vez) 34 mil personas mueren de hambre cada día (mientras) la agroindustria produce biocombustibles en vez de alimentos y de 30 a 50 por ciento se desperdicia a lo largo de la cadena producción-distribución-transformación”, asentó Jesús Contreras. Por su parte, Julio Goicochea dijo: Aumenta la productividad agrícola pero baja el empleo en el sector y aumentan las exportaciones, encareciendo el costo de alimentos ante el poder adquisitivo de los productores. En tanto, Julio Campos Alves recomienda restaurar el valor productivo de la tierra con las comunidades locales y concebir las urbes con una planificación que comprenda áreas para cultivos. Gerardo Torres afirma que en la Central de Abastos, como centro de poder, no son bienvenidos los distribuidores de comercio justo, quienes deben construir mercados emergentes para una nueva ciudadanía, también mencionó la incapacidad tecnológica de los productores de amaranto para abastecer las compras públicas destinadas a desayunos escolares.

El francés Nicolás Bricas nos recuerda que no hace mucho “bastaban los excedentes de los campesinos para alimentar poblaciones urbanas, pues, contra la predicción malthusiana, la producción de alimentos crecía más que la población…hasta que la contaminación, el extractivismo, la toxicidad y la concentración empresarial llevaron a un sistema alimentario insostenible”, concluyendo con dos frases geniales las urbes serán agrícolas o no serán (y) la única utopía es creer que podemos continuar como hasta hoy.

Esta columnista se repite: empezaremos a construir otro mundo cuando los alimentos dejen de considerarse mercancías, objetos portadores de plusvalía para engrosar el capital y vuelvan a condición irrenunciable de la vida material y cultural. No un derecho exterior, sino componente inseparable de lo humano.