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¿Por que vivimos en un país embozado?, cuestiona en nuevo libro Laura Castellanos
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▲ La periodista Laura Castellanos, autora de Crónicas de un país embozado (1994-2018).Foto Cortesía de la autora
 
Periódico La Jornada
Domingo 4 de noviembre de 2018, p. 4

El más reciente libro de Laura Castellanos (Ciudad de México, 1965), Crónicas de un país embozado 1994-2018, aborda en sentido cronológico inverso la historia de un país desgarrado, devastado.

Un país, dijo la autora, en cuya geografía existen personas que se cubren el rostro con pasamontañas, capuchas, mascadas, paliacates u otro tipo de prenda para defender a su comunidad o un territorio, proteger la propia vida u ocultarse para delinquir, reprimir, matar.

Publicado por Ediciones Era, el volumen fue presentado en la casa de ese sello editorial (Mérida 4, colonia Roma Norte), con los comentarios del periodista Arturo Cano y el teórico marxista y crítico de arte Alberto Hijar.

De acuerdo con Laura Castellanos, es un material que recapitula el pasado para poder avizorar qué futuro podemos tener si no hay los cambios estructurales que el país necesita.

Más que una fotografía, porque ésta es algo estático, definió, se trata de un ultrasonido del México que está invisibilizado para la clase gobernante, los partidos políticos y las clases media y alta. Es un país que ha ido acumulando agravios, rabia, indignación, impunidades, violencia y que está ahí, caldeándose, y algunas de estas expresiones con visos de crecimiento y expansión.

Opinó que México ha estado en una especie de olla de presión a lo largo de los gobiernos priístas y como prueba alude a la matanza del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, cuyo cincuentenario acaba de ser conmemorado.

Es un hecho en el que no hubo justicia y que queda no sólo como una de las violaciones de lesa humanidad más emblemáticas del siglo pasado, sino también de la acumulación de estos agravios en el más reciente medio siglo.

Y, desafortunadamente, mientras no haya posibilidades de hacer justicia a esas violaciones históricas, su acumulación seguirá creciendo, con un potencial de catalización social, enfatizó la comunicadora en entrevista.

Comentó que en los pasados 25 años le ha tocado consignar desde el ámbito periodístico cómo hay procesos de radicalización social en los periodos en que se han aprobado reformas estructurales que han golpeado al país, pero al cambiar los gobiernos pareciera que no pasó nada.

A fines del sexenio de Felipe Calderón y al principio del de Enrique Peña Nieto es muy evidente la irrupción de los grupos de autodefensa y el crecimiento de resistencias contra megaproyectos, subraya.

La periodista situó en la década de los 80 del siglo pasado el momento en que se comenzó a usar el embozo en el país, entre los reductos sobrevivientes de las guerrillas de Guerrero y Oaxaca, por razones de seguridad y para mantenerse en la clandestinidad.

Luego, con la irrupción del EZLN en 1994, hay una apropiación de distintos tipos de embozos con significados subversivos, como las capuchas de jóvenes anarquistas que se han utilizado en distintas partes del mundo, el paliacate que se ha heredado de los zapatistas a las resistencias contra megaproyectos y las máscaras de nailon que en algún momento usaron grupos de autodefensa, pero que también se han apropiado criminales y fuerzas del orden, tanto por razones de seguridad como para delinquir, detalló.

En algunos lugares se les usa porque tienen una carga subversiva y, en otros, por razones de seguridad. Lo que tenemos que preguntarnos es ¿por qué vivimos en un país embozado, hasta dónde hemos llegado que hay mujeres y hombres que deben embozarse para visibilizar sus causas o para resguardar su vida?