Opinión
Ver día anteriorMartes 23 de octubre de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Texcoco
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l 12 de octubre, en las conclusiones del Foro Ciudadano por la Reconciliación y la No violencia realizado en El Colegio de San Luis, Alejandro Encinas lanzó un fuerte mensaje al decir que habrá cambios profundos, grandes, pero también enormes resistencias al cambio y a la transformación del país, por lo cual necesitamos de todos en estos momentos históricos. Lo dijo ante víctimas de la violencia estructural que lacera al territorio potosino; lo dijo frente a la activista india Radha Bhatt, defensora de los Himalayas, y frente a Concepción Calvillo Alonso, ícono de la autoridad moral que encarnó con su esposo, el doctor Salvador Nava; lo dijo frente a Félix Hernández Gamundi, quien mirando a las víctimas y sus representantes, apremió a luchar juntos, a que nunca más se dé una lucha aislada, y a entender que mientras el lema del 68 fue el decisivo no se olvida, el de ahora es ni perdón, ni olvido.

Las palabras de Encinas representan el llamado urgente para asumir la cuarta transformación como empresa ciudadana. Sólo la movilización y la acción colectiva dirigida al logro de la verdad y la justicia convertirán en realidad el objetivo de la pacificación y el tránsito hacia una sociedad no violenta; lo mismo sucederá con el cambio de régimen que millones visualizamos al salir a las urnas el pasado primero de julio y que implica el fin de la corrupción, el ejercicio de nuevas formas de hacer política, el castigo a los políticos saqueadores que en tres décadas hundieron al país en la pobreza y la violencia, la reforma total del podrido Poder Judicial que hace imposible el acceso del hombre común a la justicia, la defensa sin concesiones del territorio y su bioculturalidad, entre muchos otros objetivos que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) integró al proyecto de nación que en campaña propuso para su gobierno.

Sin embargo, ante la fuerza ciudadana formada por las generaciones de me­xicanos que ahora coincidimos en el objetivo de impulsar desde abajo el nuevo país que deseamos, es necesario reiterar que la única manera de vencer las resistencias al cambio verdadero, internas y externas se encuentra en la congruencia política que el gobierno electo debe demostrar mediante el cumplimiento de sus promesas, condición para no perder la base social que hizo posible el triunfo de AMLO. El mandato democrático fue contundente, pues más de 30 millones de ciudadanos hemos confiado en la posibilidad de una nueva etapa para nuestra nación, y esto, además de la verdad y la justicia para las víctimas de la violencia, incluye saldar las deudas históricas relacionadas con la protección del patrimonio de las futuras generaciones.

Entre lo prioritario se incluye la recuperación y protección definitiva de nuestros territorios ante el avance de los megaproyectos de muerte, que hacen de la depredación del patrimonio biocultural y de los ecocidios negocios inconfesables movidos por la corrupción político-empresarial. Son ya demasiados casos de devastación del territorio generados en el periodo neoliberal, aunque bastaría con señalar, por ejemplo, las atrocidades que han perpetrado los proyectos de megaminería de tajo a cielo abierto de empresas trasnacionales y mexicanas, cuyos responsables ahora amenazan con una andanada de ecocidios frente a la confianza que les da la indefinición que ha mostrado el gobierno electo, así como el cabildeo que ante éste realiza Canadá, principal interesado en mantener el atroz modelo neoextractivista minero.

Estamos ante señales muy contrastantes en un periodo transicional. Por un lado, AMLO anuncia la veda total en México de la extracción de hidrocarburos mediante fractura hidráulica, decisión que celebramos millones de mexicanos y esperamos se traduzca en leyes vanguardistas. Por otro, se mantienen posiciones ambiguas que ponen en riesgo cumplir los más caros compromisos asumidos en campaña electoral. El caso más representativo estriba en la falta de determinación para anunciar, de una vez por todas, la cancelación de esa aberración que Peña Nieto y sus socios nos han querido imponer con el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM).

Situar la defensa del lago de Texcoco y su región en el contexto de una consulta ciudadana nacional es una estrategia que pone en situación muy comprometida el mandato que AMLO recibió para, entre otras cosas, cancelar uno de los negocios más criminales con el ambiente del valle de México. El gobierno electo necesita de sus bases para reafirmar el rechazo al NAIM, y lograr su cancelación definitiva frente a los poderes fácticos que lo quieren imponer y lo consideran ya un hecho irreversible. Más allá de lo que hagamos ante la consulta, no debemos olvidar que la promesa de AMLO fue explícita, reiterada, sin ambages y cargada de contundentes razones: no al NAIM. Para ello cuenta con toda la legitimidad. Lo contrario será un golpe lamentable para la esperanza en la cuarta transformación.

*Investigador de El Colegio de San Luis