20 de octubre de 2018     Número 133

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Agricultura y nuevas tecnologías

Grupo ETC


Los tintes sintetizados químicamente en Alemania sustituyeron las pinturas naturales como las obtenidas de la Rubia tinctorum.

La historia muestra que la introducción de nuevas tecnologías puede tener impactos profundos y devastadores sobre las formas de vida de los campesinos, los trabajadores agrícolas y las economías nacionales. Por ejemplo, durante la Colonia, la expansión de Europa aceleró el flujo de plantas comestibles y ganado desde sus colonias controlando el flujo de cultivos y monopolizando la producción y las tecnologías de procesamiento cruciales para comercializar los productos (como el algodón, el caucho, el café, el té y las especias). Como resultado, las transferencias de tecnología crearon patrones de dependencia económica de larga duración y pobreza en los países colonizados.

Asimismo, el desarrollo de la química hacia el fin del siglo XIX impulsó una nueva ola tecnológica en los países del Norte, que redujo o eliminó la demanda de un enorme conjunto de materias primas que se obtenían del Sur global. Los tintes sintetizados químicamente en Alemania, por ejemplo, reemplazaron rápidamente las pinturas naturales como las obtenidas de la raíz de rubia roja (Rubia tinctorum). En ese sentido, para 1900 el mercado de tintes naturales de Turquía ya había desaparecido debido al sustituto químico alizarina, y lo mismo pasó con la tinta carmín proveniente de México que se obtenía del parásito del nopal conocido como cochinilla.

Cuando el azul sintético comenzó a producirse en gran escala en Alemania en 1897, los agricultores de India cultivaban 574 mil hectáreas de índigo (Indigofera tinctoria), lo cual cambió drásticamente:para 1920, el cultivo prácticamente había desaparecido. Después de la Segunda Guerra Mundial, similares trastornos afectaron los mercados tras la introducción de las fibras derivadas de petróleo en la década de 1930, lo que favoreció la “revolución de los plásticos”, que destruyó muchas otras industrias naturales y que también creó una contaminación de dimensiones sin precedentes, a la que la humanidad no encuentra cómo hacerle frente.

Esos ejemplos reflejan que los primeros se benefician de los cambios tecnológicos abruptos, pues son históricamente quienes desarrollan y controlan las nuevas tecnologías. Los “perdedores” resultan ser los productores de materias primas, que no están al tanto de los cambios inminentes o que no pudieron hacer ajustes veloces ante demandas nuevas.

Para minimizar las críticas en el sentido de que la biología sintética podría resultar en esos escenarios históricos de ganadores y perdedores, algunos de sus promotores argumentan que transferir la producción de materias primas del campo a los tanques industriales de fermentación podría beneficiar los ecosistemas y la seguridad alimentaria locales. Amyris Inc., en Berkeley, California, ha sugerido incluso que eliminar la producción agrícola del arbusto chino del que se deriva la artemisina (compuesto farmacéutico muy efectivo contra la malaria) podría permitir que los agricultores cultivaran más papas; lo que no es económicamente o ecológicamente posible, pues muchos de esos arbustos (variedades del ajenjo) crecen en ambientes difíciles en los que otros cultivos no prosperarían. Los agricultores no solo se benefician sustancialmente del cuidado de esos arbustos, sino que las infusiones contra la malaria que elaboran en casa son buenas para sus familias y comunidades. Las papas, por otro lado, destruyen notablemente los suelos, y los agricultores frecuentemente se ven obligados a usar químicos de manera extensiva con todos los daños económicos, de salud y ambientales que ello implica.

Los consumidores, los campesinos y la naturaleza ya tienen demasiada carga con los impactos negativos de la química sintética, creadora de los tóxicos saborizantes artificiales, que dañan a los ecosistemas y a quienes los consumen. Esta nueva revolución sintética, nombrada como “biología sintética” tiene efectos igualmente perturbadores, que van desde impactos ambientales a profundas afectaciones sociales y económicas respecto del sustento de las comunidades, las industrias y los paisajes.

Campesinos y agricultores, cultivadores, recolectores y cosechadores —que suministran los productos naturales de los que se hace nuestra comida, cosméticos, jabones, textiles y más—, particularmente en los trópicos, serán quienes asuman los riesgos y trastornos ocasionados por la biología sintética, aunque también los consumidores y los trabajadores serán afectados.

En el caso de la vainilla, sustituir la producción natural de vainilla en Madagascar por la producción en tanques industriales dañaría de inmediato el medio de sustento de las familias de productores y los obligaría a mutilar o clarear bosques sumamente conservados, que las propias comunidades mantienen así, para que haya condiciones para el crecimiento de las orquídeas de vainilla.

Teóricamente, la biología sintética podría estimular la demanda de más de un producto natural, pues los productos biosintéticos manufacturados mediante fermentación microbiana se considerarán “naturales” o “sustancialmente equivalentes” a los productos de derivados botánicos.

El desarrollo del caucho sintético en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial ocasionó que en dos décadas la industria de este producto se apoderara del 60% del mercado global. Al mismo tiempo, la reactivación económica y la demanda de neumáticos también aumentó la demanda de caucho natural y los países productores en el sureste de Asia de beneficiaron de ello.

Igualmente, el descubrimiento en 1950 de una bacteria en Tailandia, que condujo a la introducción de la alta fructosa de maíz en 1960, podría haber eliminado la demanda de caña de azúcar y de azúcar de remolacha. Pero la explosión en la demanda de endulzantes y de etanol para su uso como combustible para automóviles, significó que la demanda de ambos, se disparara; por lo que muchos escenarios como los antes enunciados deben considerarse en cada caso.

La pregunta sería ¿puede pasar esto a los sabores y fragancias naturales? Actualmente, el 95% del mercado de fragancias y sabores corresponde a los productos químicamente sintetizados. El restante 5% del mercado aún es fuente de ingresos para decenas de millones de familias campesinas en todo el mundo. Esos sabores son generalmente más ricos y complejos que sus versiones industriales y hace muy pocos años que los más grandes procesadores de alimentos e incluso empresas de comida rápida (incluyendo Pizza Hut y Taco Bell) están regresando a los sabores “naturales” ante el descontento creciente de sus consumidores.

La plataforma de biología sintética podría ofrecer dos  ventajas importantes a la industria de saborizantes y fragancias: 1) la posibilidad de asegurar provisiones más uniformes y estables de materias primas de alto valor al producirlas tanques de fermentación, y 2) que las compañías no tendrían que preocuparse por el clima, la temperatura, la falla en los cultivos, los precios y la volatilidad política o la complejidad logística de obtener materias primas de campesinos y otros proveedores.

No solamente el cambio, sino la amenaza del cambio puede ser sumamente destructiva incluso si resulta que a largo plazo pueda ser benéfico. La posibilidad de producir un cultivo en un tanque podría trastornar las cadenas de suministro y dañar los precios de producción, ocasionando que los agricultores abandonen sus modos de vida ante el temor de que no tendrán a quién vender la cosecha, algo que ya ha impactado en el caso de la artemisina.

Si la competencia desaparece por miedo, la biología sintética no tendrá porque ser eficaz en el sentido técnico para tener éxito comercial. La cuestión de fondo es la “destrucción creativa” industrial, que siempre es devastadora para los pueblos y comunidades marginadas. Cambios así no deberían darse sin que los posibles afectados participen directamente en las negociaciones políticas y económicas relacionadas con ellos. Esta es una batalla que debemos dar y ganar.

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