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A 10 años: saldos de la crisis
A

un en medio de los debates sobre el décimo aniversario de la Gran Recesión, el pasado septiembre, y sobre las lecciones de tan dura experiencia –asuntos a los que se dedicaron los dos artículos de la serie que ahora culmina– ha renacido la preocupación por el riesgo, que no pocos consideran inminente, de que la reactivación, más o menos generalizada y en algunos casos robusta, de la economía y del comercio mundiales presenciada desde finales de 2017, se debilite e incluso desaparezca, como ocurrió en más de una ocasión en el decurso del decenio que está por concluir: los flat teens. Decenio sin relieve con un crecimiento mundial constreñido entre 3 y 4 por ciento anual desde 2012, que se mantendrá en esa banda hasta iniciados los años 20, en el mejor de los casos.

El elemento de inquietud más inmediato fue la caída general de las cotizaciones en los mayores mercados de valores hacia mediados de octubre, que afectó en especial las acciones de las grandes corporaciones de alta tecnología. Las cotizaciones de las FANG (Facebook, Amazon, Netflix y Google) perdieron entre 8.5 y 13.8 por ciento en sólo dos jornadas (FT, 12/06/18). Se advirtió que la pérdida momentánea de valor de mercado de la última de éstas fue superior al valor total de Wal-Mart o de General Electric. La exacerbada volatilidad puesta de manifiesto por estos agudos altibajos demostró que, tras la crisis, no se han moderado los movimientos especulativos extremos. Según The Economist (12/10/18), esta volatilidad muestra que el tiempo se está agotando. El mundo debe empezar, ahora, cuando aún puede hacerlo, a prepararse para la próxima recesión.

Además del algún coletazo bursátil, Indonesia había sufrido días antes un desastre natural despiadado. Cada vez de mayor intensidad y frecuencia, las calamidades conectadas al cambio climático reclaman también un pronto salto cuantitativo en la resiliencia. Con todo esto, fue sombrío y agitado el ambiente en que se celebraron en Bali las asambleas anuales de los organismos de Bretton Woods, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, de l8 al 14 de octubre. En este escenario, el Fondo divulgó una nueva expectativa de crecimiento global disminuido. La corrección a la baja fue mínima –dos décimas de uno por ciento en este año y el siguiente– pero bastante para despertar del sueño de la recuperación, fuerte, sostenida y generalizada, que se venía alimentando en el año anterior.

Los factores de freno son ahora más numerosos y están presentes en mayor número de economías nacionales que hace un año. Entre los que enumera el FMI, domina el impacto de las medidas comerciales restrictivas impuestas por varios países, en especial los aranceles punitivos y las acciones de represalia que han aplicado o anunciado Estados Unidos y China. Con consecuencias que aún no se perfilan con claridad, pero que difícilmente equivalen a un arreglo ideal en que todos ganan –como han proclamado los tres socios– se cerró el frente de América del Norte en la guerra comercial. Entre Europa y EU se vive una tregua. Siguen vigentes las tensiones sino-estadunidenses, con una evidente amenaza de propagarse y afectar al comercio internacional y a la actividad económica. La Organización Mundial de Comercio continúa rompiendo lanzas en favor del comercio libre, mientras que algunos actores nacionales retiran las alusiones al libre comercio hasta del título de los tratados nuevos o modernizados que negocian.

La UNCTAD destaca otro factor recesivo (UN News, 15/10/18): la extraordinaria y acelerada repatriación de fondos financieros e inversiones estadunidenses: la reforma impositiva en EU estimuló poderosamente a las grandes empresas a repatriar las ganancias depositadas en el exterior, cuyo monto se estima en 2 billones de dólares. La caída en las IED de EU en el presente año se calcula en cerca de 250 mil millones de dólares: una octava parte del total estimado.

Además de un menor crecimiento global, se espera ahora una reactivación menos extendida. El FMI habla de perspectivas disminuidas o menos favorables para China, por el efecto de los aranceles punitivos de EU; para el conjunto de la zona del euro, cuyo horizonte se ensombreció a principios de año; para el Reino Unido, ante la casi certeza de desacuerdo sobre los términos de su retiro de la UE; y, entre los países en desarrollo, para Argentina, Brasil, Irán y Turquía –cada uno con sus dificultades particulares, propias o impuestas desde fuera.

Para México, en el tránsito gubernativo de 2017-18, el FMI prevé un crecimiento de 2.5 por ciento en el segundo año, medio punto por debajo de su previsión de abril pasado. El claro mandato para la nueva administración ofrece una oportunidad para enfrentar los desafíos estructurales pendientes por tanto tiempo –sugiere el Fondo. A partir de un impulso firme a la demanda, mediante el alza de salarios y transferencias para la educación y el fomento del empleo –podría agregarse.