Cultura
Ver día anteriorSábado 13 de octubre de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Disquero
Los Vega: 20 años de son
Foto
Foto
▲ Don Andrés Vega y su jarana.Foto cortesía Enrique Rivera
Foto
▲ Los Vega, durante el fandango del sábado 6.Foto cortesía Valentina Gatti
 
Periódico La Jornada
Sábado 13 de octubre de 2018, p. a12

El sábado 6 de octubre ocurrió en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris una de esas epopeyas que pocas veces ocurren. Hermanas, primos, tíos, sobrinas, esposas, concuñas, bebitas, todos alrededor del patriarca y su esposa: don Andrés Vega y doña Hermelinda Hernández, formadores de una familia de músicos que ya está en la séptima generación, celebraron el vigésimo aniversario del grupo de son jarocho Los Vega, reconocido como un pilar de la música tradicional.

Trasladaron las fiestas que suelen celebrar en el rancho, en Boca de San Miguel, municipio de Tlacotalpan, a una fiesta que se desarrolló en el escenario durante tres horas y media.

Los fandangos suelen prolongarse hasta el amanecer en las rancherías de Veracruz: llegan las bailadoras con faldas coloridas, zapatos elegantes; llegan los bailadores con sus jaranas colgadas en la espalda y se suben a una tarima de madera donde se van alternando en parejas y hacen música con el ritmo de los pies sobre la madera, en contrapunto y armonía con el canto, las jaranas, el arpa. Baile, canto, coro de jaranas y poesía, conjuran versos como estos, que cantaron la noche del sábado 6 en escena:

Se despide la neblina

cuando entra el amanecer

Hubo un momento en el Teatro de la Ciudad en el que se juntaron en el escenario, en cinco tarimas, seis bailadoras, una guitarra leona, un marimbol y un coro de 15 jaranas. Un prodigio.

Paroxismo, sensualidad, emoción, poesía, desborde, delirio, frenesí, armonía, sonrisas, alegría, diáfana intensidad. Todo eso dota la música de son jarocho, la música clásica de Veracruz.

Gracias al trabajo de Los Vega, cada vez más público conoce este arte, esta epifanía preñada de cualidades insospechadas en una música que ha estado ahí desde siempre, como está el corazón en el cuerpo y nadie lo ve.

Más que un concierto, el sábado 6 de octubre ocurrió un fandango en escena y en orden cronológico fueron sonando las distintas etapas de la vida de Los Vega, desde su primera formación y sus primeras piezas cuando casi niños comenzaron el asombro de pequeñas multitudes que han ido creciendo junto con ellos.

Desfilaron en escena primos, cuñados, sobrinas, la familia Vega en acción, junto a hermanos del alma, músicos que han formado parte del grupo en distintas etapas y que vinieron desde distintos puntos geográficos para armar el fandango frente a un público en delirio.

Viajó desde Boca de San Miguel don Andrés Vega, a sus 89 años lleno de entusiasmo, sabiduría y felicidad por haber logrado el sueño de su vida: hacer de su familia una gran orquesta de primera calidad musical. Don Andrés Vega, ese Johann Sebastian Bach del son jarocho, el formador de las recientes dos generaciones de músicos que mantienen alta la hoguera.

El cielo en el horizonte

Está encendido de hoguera

Don Andrés Vega, con Esteban Utrera, completó una dinastía de grandes músicos cuyo número llega al centenar, sumando ambas familias.

Sentado como en la sala de su casa, pues así le dispusieron escenografía con taburete nocturno y lámpara de intimidad, don Andrés Vega hizo sonar el sábado su jarana de una manera tan mágica que nos recuerda irremediablemente los ejercicios que registró Bach en su obra monumental: Clave bien temperado.

Por supuesto que no es comparación técnica sino modulación de semejanzas por el efecto que produce en el escucha la música de esos dos músicos por separado, Bach y Vega. Así, en el fandango celebratorio del sábado el público pudo percibir en los sonidos que hizo nacer don Andrés Vega de su guitarra de son, una serie de invenciones musicales: el vuelo de las aves, el estrépito de una gota de rocío sobre una brizna de zacate, la magia de la neblina cuando se tiende sobre los cafetales, palos de mango, platanares, el fulgor del paisaje, el pulso de la vida.

Lo que hizo don Andrés Vega esa noche mágica está registrado en el disco compacto titulado Laguna Prieta Vol. 1, publicado por la disquera independiente Los Vega, al igual que lo que escuchamos y vivimos la noche del sábado está en la discografía completa de este grupo. Esos discos están a la venta en la Librería de La Jornada (avenida Cuauhtémoc 1236, entre Miguel Laurent y Municipio Libre, colonia Santa Cruz Atoyac, alcaldía Benito Juárez).

El fandango del sábado se sucedió en etapas; la correspondiente a la formación actual de Los Vega está registrada en los recientes discos, sus obras maestras: En tonos muy diferentes y Vientos del mar, donde la poesía se aposenta y los sones tradicionales suenan de maneras contemporáneas, como la manera de sonar y de tocar de Claudio Vega, ese Jimi Hendrix del son jarocho.

La voz de Raquel Palacios Vega:

Se despide la neblina

cuando entra el amanecer

me he vuelto una bailarina

danzando sobre tu piel

yo soy agua cristalina

que se convirtió en mujer

Los sones que tocan y cantan Los Vega son vientos de mar, cantos de pescadores, naves acuáticas entre las sinuosas superficies del mar:

vuela vuela vuela

vuela flor inquieta

vuela por los mares

hasta que el sol amanezca

En un momento dado del fandango, a Tereso Vega, ese Stevie Ray Vaughan jarocho, no le salió la voz de la emoción, brotaron lágrimas de entre sus párpados y se disculpó de dos maneras.

La primera: ‘‘perdonen las lágrimas, pero son de emoción”; la segunda: emitió cantares de potencia de cíclope, voz de volcán ronco y rasgó su jarana cual minotauro en su laberinto y después entabló diálogo de filósofos con Ramón Gutiérrez, cuya guitarra de son puso a girar los planetas en medio del butaquerío que deliraba de alegría.

La noche del sábado 6 de octubre en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, rn rl Centro Histórico, sucedió algo que no sucede, o que sucede pocas veces en la vida: el fandango, esa gran metáfora de la felicidad.

A una semana de este fandango formidable, a los circunstantes aún nos dura la emoción, un bien inmaterial que jamás morirá en nosotros: el clímax, la pasión, la hoguera encendida en el pecho por esa música tan bella, tan de elevada calidad, tan femenina y bravía y quieta y apacible. Tan preñada de poética.

Para recordar y revivir, para zapatear al son del son, dejo aquí este enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=iFYUbqsELpU

Larga vida a Los Vega.

Gracias, oh maestros.

[email protected]