Escribí:

a fruición de corregir no debe ser menor que la fruición de hacer. No tomes el corregir como penitencia sino como el acabado de lo que haces. El estado de conciencia, el tono corporal, pueden experimentarse o ser diferentes –entre el hacer y el corregir–, pero aunque diferentes son similares; son el mismo proceso, el mismo obrar.”

Alguien me confió:

‘‘Pasa que corregir se me hace vicio, me quedo atrapado en la corrección por meses, a veces años, a veces no concluyo y tengo muchos cabos sueltos de obra, y pesan.”

Resumo mi respuesta:

‘‘No es trabajo perdido, ni siquiera en suspenso, es trabajo, y así debe de verse.

‘‘Si al final lo trabajado, la presunta obra, se pierde o queda, por no alcanzar a serlo, encajonada, el trabajo hizo su trabajo, y lo sigue y seguirá haciendo, en el proceso de tu creación.”

Y luego:

‘‘Puedo imaginar que o eres muy exigente o demasiado ambicioso. No lo sé. Lo que sé es que una atención relajada (no exigente en demasía) y una relajación atenta (cero ambición) son actitudes propicias.

‘‘Por otra parte, la artesanía no está prohibida y suele acompañar –al practicarla y como resultado, como pieza, y en ambos casos acompañar bien. A veces es mejor optar por la artesanía que por el arte, mas la artesanía por sí misma o como por sí misma puede solicitar llegar al arte.

‘‘Arte, en mi concepto, no hay sin artesanía. Y no faltará ocasión en que lo sano sea en ella quedarse. Esto no sólo por no ser ambicioso, por discretamente no demandar ni del material ni de uno mismo algo que probablemente ninguno de los dos tenga, que si ni el material ni el hacedor van por sí mismos hacia ‘allá’, el propósito final del artista respecto del material con que trabaja, ¿para qué plantearse tan altas (o absurdas o desviadas o de plano imposibles) expectativas?

‘‘Aun cuando no gusto de la palabra pasión (para todo y desdichadamente usada), no hay que confundir pasión con insensatez.”

Publico esto con la esperanza de que a más de alguno, alguna, pudiera servirle.