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Gana con 46% de los votos

Logra Bolsonaro cómoda distancia de Haddad en comicios de Brasil

Habrá segunda ronda; difícil que la izquierda revierta el resultado en la elección presidencial

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▲ Jair Bolsonaro, candidato de la ultraderecha, ganó ayer la elección presidencial de Brasil, pero sin alcanzar 50 por ciento más uno requerido para evitar la segunda vuelta. Su rival será el candidato petista.Foto Afp/Tomada de Facebook
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▲ Fernando Haddad, del izquierdista PT obtuvo 29% de votos en la elección presidencial brasileña. Enfrentará al candidato de la ultraderecha. En la imagen, con su esposa, Ana Estela.Foto Ap
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Lunes 8 de octubre de 2018, p. 30

Río de Janeiro. La tumultuosa elección brasileña trajo un resultado previsible: habrá segunda vuelta entre el ultraderechista Jair Bolsonaro y el izquierdista Fernando Haddad, y varias sorpresas negativas para la izquierda, empezando por las derrotas en el Senado en Sao Paulo del veterano Eduardo Suplicy, y en Minas Gerais, de la ex presidenta Dilma Rousseff. Por si fuera poco, también en Minas el actual gobernador, Fernando Pimentel, del Partido del Trabajo (PT), quedó fuera de la segunda vuelta.

Superando las más pesimistas previsiones de los partidos de izquierda y centroizquierda, todo ha sido muy sorprendente.

En las elecciones presidenciales, el ultraderechista Jair Bolsonaro logró 46 por ciento de votos, frente a 29 por ciento de Fernando Haddad, el ungido por Lula. El otro candidato de centroizquierda, Ciro Gomes, obtuvo 12.5 por ciento.

La segunda vuelta se anuncia como una disputa feroz y de resultado otra vez imprevisible, pero con un antecedente importante: nunca antes se logró revertir el resultado de la primera vuelta.

Todo indica que Bolsonaro tiene consolidada su base electoral, y que a Haddad le queda la difícil tarea de unir votos tanto de la izquierda y la centroizquierda como de la derecha, especialmente del electorado de Geraldo Alckmin, del centrista PSBD, partido del ex presidente Fernando Henrique Cardoso.

Alckmin quedó relegado a sólo 4.76 por ciento de votos válidos. Dos días antes, los sondeos indicaban que tendría 8 por ciento. Se supone que la diferencia se refiere a que sus simpatizantes optaron por dirigirse directamente al candidato de extrema derecha. De ser así, al menos la mitad de sus electores efectivos podría destinar sus votos, en la segunda vuelta, al candidato del PT, Ferando Haddad. Todo para impedir que un ultraderechista llegue al poder.

Todo es incertidumbre en Brasil. Los sondeos y proyecciones fueron desafiados seriamente. En Sao Paulo, el estado más poblado y rico de Brasil, el candidato de la derecha, João Doria, disputará la segunda vuelta con Marcio França, del Partido Socialista Brasileño, y no con Paulo Skaff, de la ultrapoderosa FIESP (Federación de las Industrias de Sao Paulo). Y el muy activo y popular Eduardo Suplicy, especie de símbolo del PT, quedó fuera de la disputa por un escaño en el Senado.

A lo largo y ancho del territorio brasileño hubo sorpresas de todo tipo. Para empezar, la estampida del candidato de extrema derecha Jair Bolsonaro se confirmó: con 46 por ciento de los votos logró una confortable distancia tanto del candidato petista, Fernando Haddad (29.4) como del de centroizquierda, Ciro Gomes (12.5).

Si se observan los resultados que obtuvieron los partidos de izquierda y centroizquierda en el país, y en todos los niveles (gobernador, senador), lo que existe es una pesadísima sombra de amenazas. Y sobraron sorpresas en los más nutridos centros electorales.

En Río de Janeiro, por ejemplo, Wilson Witzel, un ex juez literalmente desconocido, de extrema derecha, saltó al ruedo como favorito para la segunda vuelta frente a Eduardo Paes, ex alcalde de la capital carioca. En Minas Gerais, la ex presidenta Dilma Rousseff, que hasta hace cinco escasos días era la franca favorita para convertirse en senadora, quedó relegada al cuarto lugar, perdiendo ante los candidatos de la derecha.

Ha sido, en resumen, la gran sorpresa – y la grandísima derrota– de las fuerzas progresistas en Brasil.

Bolsonaro, con su defensa de la tortura y de la dictadura militar que imperó entre 1964 y 1985, con sus posiciones misóginas, machistas, homófobas y racistas, llega a la segunda vuelta, con una confortable distancia de Haddad, el ungido por el ex presidente Lula da Silva.

En la mayoría de las provincias los gobernadores electos son de derecha o, en algunos casos, incluso de extrema derecha. La conformación que se vislumbra en el Congreso es igual.

Todo indica que a partir del primero de enero de 2019 Brasil habrá retrocedido décadas en el espectro político. Las posibilidades de que Bolsonaro sea derrotado en la segunda vuelta electoral parecen frágiles.

Esa ola, en las dimensiones en que se dio, era inesperada. Tanto la Cámara de Diputados como el Senado, por no mencionar los gobernadores de las 27 provincias brasileñas, sorprendieron. Queda por saber qué se heredará de los tiempos de Lula da Silva y Rousseff.

Dentro de 20 días los brasileños volverán a las urnas para confirmar su elección a presidente y, en muchas provincias, a gobernador. No hay en el horizonte otra cosa que un escenario confuso, de profunda nebulosidad.

No se sabe, al menos por ahora, cuál es el tamaño de la derrota del PT y de las izquierdas en Brasil. Y, con eso, cuál será la dimensión del avance de la derecha más radical y retrógrada. Pero sí es visible que el PT y la izquierda perdieron amplio espacio.

Y, para terminar, quedan desmoralizados los institutos que se dedican a realizar los sondeos de intención de votos.

Ninguno dio, ni de lejos, al blanco: los resultados fueron absolutamente inversos de lo que se preveía.