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Ver día anteriorDomingo 7 de octubre de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Hacia la libertad
V

idas cruzadas. Hace tres años, el popular realizador marroquí Nabil Ayoub presentaba en Cannes su sexto largometraje, Much loved (2015), un relato áspero y emotivo sobre la vida cotidiana de tres prostitutas en Marrakech. Sin haber tenido antes problemas con la censura de su país, súbitamente su nueva película fue prohibida. Lo que al parecer molestaba a las autoridades locales era el tono novedoso que oponía a la vieja mirada vertical y moralista una apuesta muy clara en favor de la solidaridad entre mujeres en un medio muy misógino. Una de sus protagonistas sufrió amenazas de grupos fundamentalistas y tuvo que exiliarse en Francia. Desde entonces creció la expectativa sobre lo que podría ser el asunto y suerte de la nueva cinta de un director de pronto tan polémico.

El título original de Hacia la libertad (2018) es Razzia, término que en su origen alude, entre otras cosas, a la expansión del territorio musulmán y a una limpieza étnica o religiosa. El filme presenta cinco historias entrelazadas, algunas más significativas que otras, aunque en todas el denominador común es la intolerancia. La primera tiene como protagonista a Abdallah (Amine Ennaji), un maestro rural, y se sitúa a finales de los años 80, justo en el momento en que da inicio un proceso cultural y religioso expansionista que busca imponer el Islam salafista y la hegemonía de la lengua árabe en Marruecos.

El maestro resiste penosamente y al final sucumbe y huye. La cinta opera luego un salto de tres décadas para mostrar en 2015 un país abiertamente en crisis, con violentas manifestaciones en la calle y un proceso de islamización en marcha. Los personajes mostrarán algún tipo de disidencia. Hay heterodoxia sexual en el caso del joven gay Hakim Abdelilah Rachid, músico novato adorador del Freddy Mercury del grupo Queen, a quien emula todo el tiempo, y en el de Inés (Dounia Binebine), adolescente de clase acomodada que vive de modo conflictivo su orientación lésbica y su pertenencia a la élite dominante. Hay también una insatisfacción de género en el destino de la bella Salima (Maryam Touzani, esposa del cineasta), quien rechaza las prohibiciones islamistas relacionadas con su forma de vestir y su conducta, así como la mezquindad moral de un novio burgués que aparentando tolerancia resulta ser petulantemente machista. Igualmente está Joe (Arieh Worthalter), el paria cultural completo en esta sociedad intolerante: es bebedor incontinente y seductor irresistible; además de todo es judío, lo que lejos de arreglar las cosas lo complica todo. Es admirador de Bogart y su película de culto es Casablanca (Michael Curtiz, 1942). Sabe muy bien que esa cinta nunca se filmó en Marruecos, pero con una mezcla de malicia y candor alimenta esa ilusión entre los amigos que lo rodean. Mientras algunos personajes secundarios sueñan con emigrar a Europa, los protagonistas se refugian en el sueño escapista americano. Todos padecen la zozobra de sobrevivir en un país con marcada vocación fundamentalista, en el que ya no se reconocen.

El mosaico cultural que propone Nabil Ayoub es caótico y abigarrado. En sus mejores momentos, cuando lo lúdico se conjuga con la melancolía, sugiere tener una deuda formal con el cine del turco alemán Fatih Akin (A la orilla del cielo, 2007), pero su dispersión narrativa y el diseño esquemático de algunos personajes, en particular el de Salima, la mujer liberada y sensual que parecía ser el epicentro de la cinta, ofrecen un filme algo inacabado y fallido. Empresas de ambición parecida las solventaba con brillantez el Robert Altman de Vidas cruzadas (Short cuts, 1993) y de Nashville (1975), frescos sociales con polifonías estupendamente calibradas. Lo interesante en la nueva película de Ayoub es su manera de reflejar, sin rodeos, la diversidad cultural, religiosa y sexual que todavía prevalece en un país siempre al filo entre la modernidad y el oscurantismo religioso. Sería injusto negar de entrada la capacidad que todo espectador inteligente y sensible tiene de poder completar el cuadro social a partir de las formidables piezas que el realizador ha dejado un tanto dispersas. A final de cuentas, el reto, la aventura y la satisfacción de cualquier cinéfilo consiste en poder librarse a esta tarea. Las buenas películas siempre estarán del lado suyo.

Hacia la libertad se exhibe hoy en la sala 8 de la Cineteca Nacional a las 12 horas. Otros días, a las 14:30 horas.

Twitter: Carlos.Bonfil1