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La arremetida fascista Bolero-Paprika
E

sta operación del gobierno francés, encabezado entonces por el liberal-socialista René Pleven, llevada a cabo a partir del 7 de noviembre de 1950, fue calificada por algunos periódicos franceses de golpe de fuerza fascista. Ignoro bien a bien por qué se le llamó Bolero-Paprika.

Consistió en mandar por la fuerza y aceleradamente a Córcega, Argelia y diversos países de Europa oriental a varios centenares de españoles republicanos que permanecían refugiados en Francia desde la victoria de los fascistas de Francisco Franco en 1939.

Cabe señalar que, a pesar de la pésima recepción y peor trato del que fueron víctimas desde su arribo a ese país miles de estos refugiados –unos 50 mil lograron pasar a México, donde se encontraron comparativamente con un verdadero paraíso– muchos de los que no pudieron salir a otro lado acabaron convirtiéndose en luchadores a favor de la resistencia a los alemanes, convocada desde Londres el 18 de julio de 1940 por mon general Charles de Gaulle.

Seguro que no fue el deseo de ayudar a los franceses antinazis, los cuales eran muchos menos de lo que ahora se dice, lo que más motivó a esos ex combatientes a favor de la república española, legal y legítimamente constituida, a sumar sus esfuerzos en pro de una Francia verdaderamente libre y republicana. Es decir, totalmente en contra de la llamada eufemísticamente Francia libre, que encabezaron el mariscal Henry Philippe Pétain, casi tan fascista o nazi como los mismos Franco, Mussolini y Hitler, y el tal Pierre Laval, entregado en cuerpo y alma a los mencionados totalitarios.

La suposición de los españoles era que si se lograba vencer a los nazis alemanes y a los fascistas italianos, aliados como eran de Franco, podrían derrocar a éste con relativa facilidad si se contaba con el respaldo de las supuestas democracias europeas y Estados Unidos…

No pocos perdieron la vida o quedaron sumamente maltrechos después de su paso por alguna cárcel alemana, pero muy doloroso fue también que no pudieron arremeter contra Franco, a pesar del triunfo de los Aliados, debido a que éstos no respondieron a las expectativas.

El caso es que en 1950, cuando fueron víctimas de la mencionada represión del gobierno francés, muchos conservaban aún, con pleno derecho y autorización oficial, las armas utilizadas contra los nazis. De hecho poseían también pequeños arsenales para cuando se pudiera producir la anhelada invasión a España con todas las de la ley.

Lo que sucedió fue que, a pesar de que cinco años antes fueron condecorados, premiados y felicitados por su aguerrida colaboración con la república francesa, ahora se les acusó de ser una especie de quinta columna presta a colaborar con una supuesta invasión de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Precisamente los materiales que se guardaban para utilizarse contra Franco se esgrimieron como pruebas de la acusación que se les hacía y les fueron retirados. Muchos de los expulsados tardaron en poder volver; otros no lo hicieron nunca. El hecho se convirtió en un sólido argumento a favor de quienes insistían en una suerte de endémica ingratitud de los franceses. Como se dijo, algunos periódicos salieron en su defensa, pero cabe reconocer que los de más tiraje, como Le Monde y France Soir, entre otros, se tragaron la píldora de la falsa acusación que se les hizo.