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México, país de verdades y mentiras
C

ada año, el día del Informe presidencial, vemos cómo se puede vivir en el mundo de las mentiras, aunque haya muchos molestos por que lo dice y cómo lo hace. Así, se manifestó el primero de septiembre pasado el presidente Enrique Peña Nieto; dijo que en este periodo de seis años el país había tenido un buen avance. No dijo para quiénes. No aclaró que ese buen sexenio había sido para unos cuantos, políticos reaccionarios enriquecidos e integrantes de empresas internacionales.

La realidad lo desmiente. Van algunos ejemplos.

La extracción de petróleo crudo, tanto la terrestre como que se hace de aguas someras, ha sido muy importante para la República y para su economía. Pero en los pasados 36 años, la política ha sido entreguista y de debilitamiento del sector público, lo cual se nota en buena medida en la generación de electricidad y, sobre todo, en extracción y en la transformación del petróleo.

La producción del hidrocarburo ha disminuido de 3 mil 383 miles de barriles diarios en 2004, a mil 844 millones en julio de 2018, esto significa que disminuyó a poco más de la mitad.

La extracción de gas (también viene como acompañante del petróleo líquido) no fue la excepción y se contrajo en forma sensible en el mismo lapso, pasó de un volumen de 3 mil 283 miles de barriles diarios, a 860 mil. Se cayó a un rango de 26 por ciento, casi una cuarta parte de lo que se obtenía en 2014, apenas hace cuatro años.

Con las medidas llevadas a cabo por el actual gobierno, no será posible para el próximo lograr la producción de gasolinas que se necesitará para el transporte de combustión interna, especialmente por el incremento de la fabricación de automóviles en nuestra nación.

Es útil agregar a lo proyectado el sistema –que hemos propuesto en este mismo espacio– de instalación de manera sensible de refinerías económicas y factibles, dada la infrastructura ya existente.

En áreas de mayor transformación del petróleo, como la petroquímica, la baja ha sido peor, dado que se dieron plantas completas a particulares. Y la refinación también bajó, como ya vimos en los datos duros.

Por otra parte, estamos viendo, como habíamos previsto, una gran movilización, en este caso empezando por universitarios frente a la presencia de porros y por otras demandas. Esto es parte de una mayor manifestación social que va en esta misma dirección, que a la larga podría permitir que se busque y se logre una mayor conquista.

Ya hemos visto que sectores importantes de la población se pronuncian a favor, por ejemplo, de una recuperación de las conquistas logradas desde 1938 con el entonces presidente Lázaro Cárdenas. La industria del petróleo y lo que la rodea, deben ser nuevamente del país y de su pueblo.

No es fácil lograrlo, pero así como años de lucha llevaron a la expropiación petrolera en 1938, a poco más de la mitad del sexenio, se debe lograr con luchas prolongadas. Las actuales movilizaciones no son sino el principio.

Así, debemos buscar las formas que nos permitan regresar a la extracción y transformación del petróleo y el gas del país. Este último puede estar próximo a agotarse, así que debemos darle más importancia.

Y, claro, usar lo más posible la generación de energías que no se agotan, como las aguas en movimiento, esto es la de los ríos, el viento y el sol.

Es claro también que debemos impulsar la producción, por el sector público, de los productos estratégicos, tanto del ramo del petrolero como del eléctrico. Ha sido desde hace décadas propiedad de la nación, y la votación del primero de julio lo manifestó.

Y al mismo tiempo ayudaría mucho a la la economía de nuestra nación que se abriera la puerta a la operación de los ferrocarriles de alta velocidad, como ocurre en China, debiera darse la preferencia y la atención que se merecen. Son más rápidos que las otras formas de transporte terrestre.

Asimismo, sería importante limitar el uso particular del automóvil, ya no sólo por razones de limpieza del ambiente y el aire, sino por la independencia del país que se lograría con la disminución de este vehículo.

Por último, me solidarizo con el movimiento para eliminar a los porros de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y de todas instituciones de aprendizaje y formación intelectual en el país. Así como con las organizaciones sindicales que pugnan no sólo por el salario digno y el mejoramiento del modo de vida de los trabajadores, sino por la superación que necesita nuestra nación.