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¿La fiesta en paz?

Aumentan los precios, no la calidad // Nueva temporada, ¿mismos criterios ?

U

n desalmado aumento de precios, no a partir del ya lejano gasolinazo, sino de la falacia del libre mercado, en pleno auge del año de Hidalgo, los monopolios y la nula vigilancia por parte de la autoridá, con los últimos coletazos de uno de los sexenios más torpes de que se tenga memoria, mueven a reflexionar, chin, en torno a la próxima temporada como grande en la Plaza México, que arrancará el primer domingo de noviembre, seguramente con nuevas tarifas.

¿Con qué cara piensa subir sus precios la empresa del antiAMLO señor Bailleres? Ojalá sólo se tratara de preferencias políticas –cada quien sus monopolios y sus cuates en el poder–, pero es la ya añeja falta de filosofía de servicio por parte del empresariado taurino, hace años instalado en un campante neofeudalismo o de poderosos consorcios autorregulados, con la connivencia de la delegación Benito Juárez y permisividad del Gobierno de la ciudad.

¿Qué consecuencias trajo para la fiesta de los toros esta torpe complicidad entre concesionarios adinerados y burócratas a modo? La reducción, tanto de edad y bravura en las reses, cuanto de imaginación para ofrecer carteles verdaderamente competitivos, así como las posibilidades de un relevo generacional torero oportuno y apasionante, no ventajista y predecible, que propiciara el repunte del espectáculo con todo y antitaurinos.

Otras nefastas reducciones por hacer una fiesta de toros de espaldas a la esencia de la tauromaquia –técnica y arte ante un toro bravo con cuatro años cumplidos– han sido reducir las preferencias de un desinformado y deformado público a tres o cuatro apellidos importados y a confundir el arte de la lidia con torear bonito, mientras los toreros nacionales esperan en las antesalas una antojadiza oportunidad, por no mencionar a una crítica aplaudidora de las torpezas de la nueva empresa.

Ponces, Julis, Hermosos y demás cartuchos, ante escogidos y nobles novillones, ¿volverán a ser el atractivo para que la gente acuda a la plazota? Muy otros tendrán que ser los objetivos del monopolio taurino si de verdad pretende atraer al gran público. A ver, si la óptica de la poderosa empresa no da para crear e importar toreros que sean negocio y generen lealtad en los públicos, entonces que cambie de giro pues bastante daño se le ha hecho a la fiesta en los últimos 25 años.

¿Sabrán coordinar voluntades y sumar esfuerzos el alcalde electo en Benito Juárez, Santiago Taboada, y la titular del Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, en lo que se refiere a la defensa seria de la tradición taurina –492 años– de esta ciudad, o seguirán los pasos de sus antecesores? Ambos funcionarios tienen una idea clara de lo que implica la diversidad cultural, por lo que será inexcusable si continúan dándole juego a la nefasta autorregulación taurina a costa de una expresión mexicana como la tauromaquia.

No tendrán que pelearse con nadie, sólo ser congruentes y girar instrucciones para que se cumpla el reglamento taurino, en tanto es revisado y actualizado luego de 21 años de su impune pisoteo, a ciencia y paciencia de empresa, gremios, aficionados, autoridades y una crítica especializada, sobre todo en acomodarse y llevar la fiesta en paz, aunque se la esté llevando el carajo o, si se prefiere, los taurinos de México, el pensamiento único de Washington y la tauromafia globalizonza de España.