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En el adiós a McCain, la clase política; Trump, solo en la Casa Blanca
Corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 1º de septiembre de 2018, p. 21

Nueva York. No sólo no fue invitado y abiertamente desinvitado. Ayer, Donald Trump estaba solo en su castillo mientras casi toda la cúpula política del país honró a su enemigo y se vio obligado a guardar un poco de silencio después de días de continuar despotricando contra medios y su gobierno advirtiendo de violencia si ganan los demócratas en las elecciones legislativas.

En la rotonda del Capitolio, la clase política y la crema de Washington velaron al senador y ex candidato presidencial republicano John McCain. Es la persona número 31 que recibe ese honor.

Senadores y representantes de ambos partidos; miembros del gabinete, incluidos John Kelly y el procurador general Jeff Sessions; integrantes del Estado Mayor, y figuras como Henry Kissinger, entre otros, participaron en la ceremonia. El vicepresidente Mike Pence ofreció algunas palabras poco sinceras en nombre de su jefe, pero la ausencia del mandatario fue lo más presente.

Por órdenes del ahora fallecido, los ex presidentes Barack Obama y George W. Bush serán los encargados de elogiarlo el sábado, al culminar la ceremonia de despedida en la Catedral Nacional –adonde Trump tampoco está invitado–,antes de que McCain sea enterrado –el domingo– en una ceremonia privada en la Academia Naval.

Los discursos resaltaron el heroísmo militar y político del ex oficial naval (hijo y nieto de almirantes) y preso de guerra durante más de cinco años en Vietnam. Elogiaron sus supuestas virtudes de honestidad, integridad, servicio al país y comportamiento personal respetuoso tanto con sus simpatizantes como con sus contrincantes. Lo que quedó claro una y otra vez – en muchos casos a propósito– fue el contraste con el desinvitado.

Trump evadió su servicio militar e insultó a McCain durante la campaña (afirmando que él prefería héroes militares que no cayeron en manos del enemigo). De hecho, algunos comentaristas señalaron que el último acto de McCain fue usar el juego de Trump en su contra, al expulsarlo del centro de atención y dejarlo marginado.

Prevaleció un silencio poco común desde la Casa Blanca –no hubo un solo tuit en la mañana.

Tal vez la imagen más cómica e infantil en torno a la muerte del heroico senador fue que cuando murió, el sábado pasado, la Casa Blanca titubeó para bajar la bandera a media asta. Aparentemente por órdenes de Trump retornó a su posición normal menos de 48 horas después (la tradición es mantenerla a media asta hasta el funeral de un legislador), sólo para que la bajaran otra vez ante la severa reacción de veteranos y colegas.

Trump hizo lo posible por ignorar la muerte de McCain en la semana evitando mencionarlo en tuits (con una excepción, en la cual intentó reconocer su servicio a la nación), discursos y comentarios. Más bien se dedicó a intensificar los ataques contra su gobierno y medios.

El jueves, en un mitin en Indiana, amenazó con intervenir el Departamento de Justicia y la FBI, si no empiezan a hacer su tarea, a hacerla bien y a hacerla ahora. Lo que está sucediendo es una desgracia, dijo en torno a las investigaciones encabezadas por el fiscal especial Robert Mueller.

Trump y su gente están preocupados por tendencias que favorecen la reconquista de por lo menos una de las cámaras del Congreso en las legislativas intermedias, a principios de noviembre, y sus implicaciones para su futuro politico (y criminal). La palabra impeachment no deja de circular.

Tal vez por ello sus mensajes son cada vez más extremos. En una reunión privada con líderes evangélicos conservadores el lunes, afirmó que si ganan los demócratas echarán atrás todo lo logrado y lo harán muy rápido y de manera violenta.

Esta semana Trump anunció que el abogado de la Casa Blanca, quien ha estado cooperando con la investigación encabezada por Mueller, renunciará después de las intermedias, marcando otro más en la lista del éxodo más larga en cualquier presidencia en décadas.

A la vez, Trump continuó con su incesante ataque a los medios. De nuevo los calificó de totalmente deshonestos y acusó a periodistas de ser gente deshonesta, terrible. Ello a pesar de que el jueves la FBI arrestó a un hombre que tenía varias armas en su casa, quien amenazó con matar empleados del Boston Globe en mensajes repitiendo la frase de Trump de que los periodistas son los enemigos del pueblo y como venganza por la iniciativa del rotativo para la publicación simultánea de editoriales en cientos de periódicos repudiando los ataques de Trump contra la prensa.

Al mismo tiempo abrió un nuevo frente contra la manipulación de Google, Facebook y hasta Twitter (su arma favorita) contra él y los conservadores. Se quejó de que, por ejemplo, Google promueve más los discursos de Obama que los suyos en las búsquedas y que privilegia los medios nacionales de izquierda.

El jueves anunció que estaba cancelando incrementos salariales programados para toda la burocracia federal, señalando que había límites en el presupuesto a pesar de insistir constantemente en que el país está gozando de un auge económico.

Mientras tanto, nutriendo el mal humor del no invitado, ayer se divulgó una encuesta nacional que registra el nivel más alto de desaprobación de su gestión presidencial –60 por ciento– desde que llegó a la Casa Blanca, con sólo 36 por ciento que lo aprueba. Según el sondeo de ABC News/Washington Post, 53 por ciento dice desaprobar firmemente su gestión. El sondeo reporta que la mayoría apoya la investigación de Mueller y se opone a la amenaza de Trump de despedir a Sessions.