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Canadá, el pulso por el TLCAN
L

a estrategia de Donald Trump de aislar a Canadá mediante un acuerdo comercial bilateral con México, crea diversos dilemas para el gobierno canadiense, que enfrenta unas elecciones generales en otoño de 2019. En primer lugar, requiere eludir la amenaza de nuevos aranceles estadunidenses en ramas estratégicas, en particular la automotriz, lo que tendría devastadoras consecuencias en el empleo en Ontario y Quebec. Al mismo tiempo, para Canadá es inaceptable renunciar al capítulo 19 del TLCAN, piedra angular de las relaciones comerciales trilaterales, que protege a ramas fundamentales, a partir de un mecanismo de arbitraje neutral, de medidas unilaterales por parte de Estados Unidos. El capítulo 19 ha sido muy eficiente para la protección de la industria maderera canadiense en querellas y demandas presentadas por sus competidores en el norte del Continente.

La confrontación con Canadá, reforzada por la inquina del huésped de la Casa Blanca con Justin Trudeau, no es un external affaire para los estadunidenses. Canadá tiene poderosos aliados en el Congreso de Estados Unidos, y entre las principales organizaciones empresariales estadunidenses. En particular, en la influyente industria automotriz que consideraría completamente contraproducente dislocar las poderosas líneas de producción continentales, integradas por medio de fuertes inversiones, en el caso de que se descarrilara un acuerdo trinacional.

Mientras Trump ha desplegado todo su manual de trucos, incluida su tradicional retórica, para utilizar las negociaciones comerciales en curso en un movimiento calculado, para conservar su base electoral de cara a las elecciones intermedias del mes de noviembre, romper lanzas con Canadá no es inocuo. En el pulso en curso, sin embargo, Estados Unidos juega con la posibilidad de profundizar las grietas y divisiones entre las distintas fuerzas, sectores y regiones del país de la hoja de maple. Encuestas recientes muestran, por ejemplo, una gran división dentro de Canadá mismo con algunas de las políticas públicas dirigidas a preservar su poderosa economía campesina. Con ello se alcanzaría un objetivo dentro de la estrategia de la extrema derecha a escala continental, más allá del comercio y las inversiones: debilitar al gobierno liberal de Trudeau y propiciar el retorno del Partido Conservador al poder federal en Canadá.

Golpeando a los sectores punta de la industria canadiense, la administración de Trump busca que Canadá descobije a sus productores agropecuarios, a su industria maderera o a la estratégica industria de medicamentos genéricos, ampliando los derechos de propiedad intelectual y patentes de la Big Pharma estadunidense. Fiel a su cultura política, la respuesta canadiense al órdago de Trump, en primer lugar, celebra los avances convenientes para Canadá suscritos por México y Estados Unidos, mientras, sin abandonar una sonrisa, juega a que transcurra el tiempo sin ceder en nada esencial. Los canadienses se mueven al filo de la navaja, considerando la volatilidad irracional de quién se tiene a sí mismo por un negociador irrebatible y letal.

Para Trump, mantener la crispación y la ansiedad entre su público votante frente a un supuesto socio abusivo, puede ser la punta de lanza de una campaña en la que sin ningún pudor está lanzando todo su poder presidencial. Si en las elecciones del 6 de noviembre de 2018 refrenda su mandato en el Congreso de Estados Unidos, in the House and in the Senate, Ottawa estará en grandes problemas. Por el contrario, si el viejo nacionalismo canadiense lograra esquivar el dictatorum imperial, fortaleciendo sus alianzas con la otra Norteamérica, rompería con una inercia que parece, por ahora, arrastrar al resto de la región.

* Autores del libro: La Gran Cazuela de América del Norte, Gran Capital, Trabajadores y Sindicatos en la época del TLCAN, CISAN, UNAM, 2017