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La utopía coreana
A

yer, la Facultad de Economía de la UNAM celebró una sesión académica en reconocimiento del profesor Antonio Gazol Sánchez, investigador acucioso, puntual e incansable del comercio internacional y de la integración económica regional. El texto que sigue es parte del trabajo que leí en esa ocasión.

En el año en curso han surgido o evolucionado algunas situaciones geopolíticas internacionales que conviene estudiar desde el punto de vista de la integración económica, aunque tradicionalmente hayan sido examinadas desde otras ópticas –la de alivio de tensiones, solución de controversias o conflictos e, incluso, no proliferación nuclear.

Una de ellas tiene por escenario la península coreana –que solemos ver, sobre todo, como una zona de conflicto y riesgo. Al margen de la dinámica derivada del contacto bilateral directo entre Norcorea y Estados Unidos, se ha abierto un frente de entendimiento y cooperación entre los dos países que desde hace 60 años coexisten a ambos lados de la frontera terrestre más fortificada del mundo: la RPDC y la República de Corea.

Todo mundo reconoce que la reunificación de la península es un objetivo de muy largo plazo. El actual gobierno surcoreano ha sobrepasado a sus predecesores en el planteamiento y ejercicio de iniciativas de reconciliación y acercamiento con Norcorea, sin demasiadas precondiciones. El 15 de agosto, el presidente surcoreano, Moon Jae-in –en el aniversario de la liberación de la ocupación japonesa– señaló: Aunque la unificación política aparece todavía muy lejana, construir primero una comunidad económica, cimentada en el tránsito libre y pacífico entre las dos Coreas constituirá una liberación genuina para ambos.

En otras palabras, Moon propuso una reunificación económica que podría establecerse y perfeccionarse a lo largo de un plazo no definido, independiente de los eventuales avances que se consigan en el campo de la desnuclearización, aunque sea esencial mantener el status quo nuclear, aparentemente acordado en Singapur. Otro prerrequisito de viabilidad de la iniciativa del presidente Moon es, desde luego, la aquiescencia –o, al menos, la indiferencia benigna– de EU. Esta es muy difícil de darse por supuesta durante el régimen de Trump.

Para echar a andar la iniciativa, Moon propondrá la reactivación de dos proyectos importantes de cooperación binacional, que datan de deshielos anteriores y que se paralizaron en un episodio relativamente reciente de tensiones exacerbadas. El mayor de ellos es el parque industrial de Kaesong –en el norte, próximo a la frontera– que era administrado de manera conjunta por los dos gobiernos. Fue clausurado, pero se conserva alguna infraestructura básica para el transporte, no pocos edificios aún utilizables, el trazado urbano-industrial. Se ha hablado también de una conexión de las redes ferroviarias sur y norte y de una gran extensión de esta última, que facilite la exportación hacia los mercados chino y ruso. En Kaesong podrían procesarse los enormes excedentes de diversos insumos industriales surcoreanos que han perdido o están en riesgo de perder mercados –por la guerra comercial que ha declarado EU y por diversos otros factores–, ofrecerse empleo a fuerza de trabajo barata norcoreana y generarse una atractiva oferta exportadora.

El segundo proyecto corresponde al sector turismo. El parque temático de la montaña Kumgang se cerró hace 10 años, tras un incidente que causó la muerte a un turista surcoreano. Situado inmediatamente al norte de la frontera, era manejado por una compañía privada surcoreana –la Hyundai-Asan– en asociación con el gobierno norcoreano. Fue popular entre los surcoreanos aficionados a los deportes de invierno y llegó a contar con cerca de 300 empleados de esa empresa y con numerosos trabajadores del norte. Tuvo y podrá tener, sobre todo, un valor simbólico en cuanto a la reconciliación nacional.

El planteamiento de una comunidad económica entre ambas Coreas suena francamente utópico. Empero, una dosis de utopía es un ingrediente importante de los proyectos de integración económica, sobre todo cuando contienen un germen de integración política.

La argamasa de la utopía realizable se encuentra en la idea de la comunidad económica de las dos Coreas, presentada por Moon, tanto como en el planteamiento de la construcción de cortinas de desarrollo regional, empleo y cooperación económica en Mesoamérica, para retener a los trabajadores en los territorios propios, evitando la fatalidad de la emigración, adelantada hace algunas semanas por López Obrador. Algunos aspectos de los enfoques en la península coreana podrían iluminar algunos aspectos del intento mesoamericano –tan distantes y tan próximos uno a otro.

Los esfuerzos de integración económica regional adquieren validez cuando se orientan a responder a las necesidades reales de las poblaciones más que convertirse en vehículos para imponer los objetivos de lucro de las corporaciones trasnacionales, tanto productivas como financieras.