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El gobierno reaccionó muy mal por lo de Ayotzinapa; eso cambiará

Hay que parar la guerra fallida contra las drogas y reparar el daño

El ex rector de la UNAM habla del concepto de perdón en la sociedad, del papel de México en las Naciones Unidas y la política exterior del país, así como lo que hará el siguiente gobierno

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▲ Para Juan Ramón de la Fuente, se deben tomar experiencias exitosas aplicadas por otros países en materia de seguridad, aunque también hay que crear una propia para México.Foto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Martes 14 de agosto de 2018, p. 10

El próximo embajador de México ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Juan Ramón de la Fuente, considera –como experto en temas de salud mental– que los miles de sobrevivientes de la violencia, víctimas directas o indirectas, tienen derecho a exigir que el Estado los escuche: Esta gente está dolida, enojada, frustrada, desesperada. Y tiene derecho a expresar todo eso, a gritos si quiere. Y cuando en el nuevo gobierno nos sentemos a escuchar de verdad, vamos a ver todo tipo de reacciones. Se viene una catarsis y eso es lo que necesitamos.

Siquiatra de formación, promotor de un proyecto de diagnóstico y aplicación de protocolos de salud mental en Ixcateopan, cerca de uno de los epicentros de las desapariciones forzadas en Guerrero, el también ex secretario de Salud no descarta el papel reparador que el concepto del perdón puede tener en este proceso. Justo fue esa propuesta de perdón que el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, presentó en el reciente foro de Ciudad Juárez para empezar la interlocución entre su futuro gobierno y las víctimas, lo que generó un fuerte rechazo entre varios colectivos.

Con ese dolor que desgarra el alma, ¿cabe el perdón como algo que nos puede ayudar a avanzar en un proceso de justicia? Si tiene un efecto reparador, sí tiene un espacio. No se puede en todos los casos y no puede ser el elemento determinante y fundamental de una solución, opina De la Fuente.

En lo que será su nueva misión diplomática, reconoce que retomará la representación del gobierno mexicano ante la ONU en un momento en el que la relación con la Oficina del Alto Comisionado para Derechos Humanos es ríspida, por la respuesta oficial que se dio ante el informe Doble injusticia, crítico de la actuación judicial frente al caso Ayotzinapa: El gobierno reaccionó muy mal y eso tiene que cambiar. Ya lo platiqué con el licenciado López Obrador: resoluciones como la de Ayotzinapa y la que ordena procesar a los agresores de Lydia Cacho las vamos a acatar. Si no, ¿para qué queremos interactuar con la ONU?

Anuncia que en el corto plazo México pedirá a la comunidad internacional, por conducto de la ONU, un apoyo más contundente frente a las atrocidades que está cometiendo el presidente Donald Trump con la separación de los niños migrantes de sus padres. Hasta ahora, observa, México ha recibido un muy tibio respaldo internacional frente a esta denuncia.

Quizás, admite De la Fuente, “porque también la protesta mexicana ante Washington fue tibia; porque no se tiene la autoridad moral suficiente; porque –como dice AMLO– en política exterior el buen juez por su casa empieza”.

Con Trump, la relación es y seguirá complicada

Sobre la nueva orientación en las relaciones internacionales, el futuro embajador apunta, primero, que es necesario reconocer que con nuestros vecinos del norte tenemos una relación muy complicada. Y va a seguir siendo complicada.

Agrega: López Obrador tiene muy clara la idea de que no todo puede ser lo bilateral o trilateral con Norteamérica. Hay que rescatar el multilateralismo que en el pasado a México le dio mayor presencia y que ayuda en el equilibrio con la compleja relación que hay en Estados Unidos.

–¿Qué propondrá ante la ONU en el corto plazo?

–El primer planteamiento será que todas las acciones que el gobierno de México emprenda en materia de derechos humanos tengan el acompañamiento de la oficina de la ONU para los Derechos Humanos.

–En la interlocución del nuevo gobierno con la sociedad hacia la pacificación, se empezó en Ciudad Juárez con un tema muy difícil de comprender: el del perdón. Como especialista en temas de la salud mental, ¿puede hablarse de justicia transicional poniendo el perdón sobre la mesa si no ha habido justicia?

–La justicia transicional tiene valor como un mecanismo transitorio para poder salir de la crisis. Parte del problema en México son las cientos de miles de familias que han perdido seres queridos en este proceso absurdo de guerra contra las drogas, que no es la única causa pero sí la principal. Son quienes están sufriendo más. El concepto no es para seguirlo al pie de la letra, pero sí como un elemento de la pacificación.

El modelo mexicano

–Hay una parte de la amnistía propuesta por AMLO que se entiende, para primodelincuentes, para quienes se han visto envueltos en esta situación del narcotráfico. Pero otra parte, hablar de perdón frente a un colectivo de familiares que han perdido a un hijo, una hija, un ser querido, pues fue lo que generó un rechazo a gritos en el auditorio de Ciudad Juárez apenas el martes pasado.

–Por eso digo: si alguien cree que el perdón es la solución, está en una perspectiva que no acaba de comprender. Si alguien piensa que el perdón en algunos grupos, en algunas circunstancias, permite avanzar en las siguientes etapas, ahí sí tiene sentido. El siguiente paso es la reparación del daño y la aplicación de la justicia.

Si queremos poner fin a la estrategia fallida y perdida de la guerra contra las drogas, hay que pararla, empezando por donde está empezando: escuchando a las víctimas. Hay que armar el modelo mexicano, viendo si algunos elementos de otros modelos, el colombiano u otros nos sirven o no.

–Pocos son los modelos que ponen el perdón en primer término. Y cuando esto ocurre, como en los juicios por las atrocidades del apartheid en Sudáfrica, el perdón se otorgaba. No, no después de procesos judiciales. ¿Quién, entonces, puede otorgar el perdón: el Estado o las víctimas?

–Sólo las víctimas, sin duda; los agraviados. El Estado lo ejecuta en todo caso. Y lo puede propiciar.

–¿De qué tipo de diplomacia estamos hablando en el nuevo gobierno?

–Primero: reconocer que con nuestros vecinos del norte tenemos una relación muy complicada. Y va a seguir siendo complicada.

“Me sorprendió que frente a la crisis de esa atrocidad que vivimos recientemente, la separación de los niños de sus padres migrantes en Estados Unidos, donde hubo una protesta del gobierno mexicano, la respuesta mundial de apoyo al gobierno nacional fue muy tibia. Setenta asociaciones de siquiatría y salud mental de Estados Unidos mandaron a Trump una carta advirtiendo, con datos de ciencia cierta, de los daños sicológicos fatales en estos niños provocada por la separación. ¿Y dónde estuvo el respaldo internacional?

–¿No será que también la protesta mexicana ante Washington fue tibia?

–Puede ser. Y también puede ser porque el país que protesta no tiene la autoridad moral suficiente. Y también es cierto que en esas cosas el buen juez por su casa empieza. Acuérdate que él muchas veces ha dicho que la mejor política exterior va a ser la política interna. Y entonces sí, si México hace una denuncia contundente por la política estadunidense hacia los niños migrantes, va a merecer una respuesta internacional igualmente contundente.

–¿Va a llevar este tema a la ONU? ¿En qué términos?

–Estoy contemplando –una vez que me ratifique el Senado– una serie de iniciativas de México en torno a estas dos líneas que ha propuesto López Obrador, derechos humanos y transparencia. Y en el primer tema, el caso de los niños migrantes, mientras no esté resuelto, estará en la agenda de México en la ONU.

Nuestro planteamiento es que todas las acciones que el gobierno de México emprenda en materia de derechos humanos tengan el acompañamiento de la Oficina de la ONU para los Derechos Humanos.