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¿La fiesta en paz?

La esencia de la fiesta debe ser el drama antes que la estética: pintor Antonio Rodríguez

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▲ Pintar temas taurinos es como torear: si no creas magia no vale mucho o trasciende poco lo que hagas, sostiene el artista de Saltillo.Foto Ilustración Antonio
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e dice que el hombre hace al nombre, y tal vez por eso José Antonio Rodríguez Fuentes, pintor de intemporales resonancias taurinas e influencias de difíciles maestros, firma sus cuadros con el torero nombre de Antonio. Nacido en la ciudad de Saltillo, Coahuila, en 1975, su obra posee un elocuente estilo impresionista, esa privilegiada percepción visual que reproduce seres, paisajes o cosas atendiendo al sentimiento personal del autor antes que a la realidad objetiva, intensificándola con atmósferas luminosas que aumentan el deleite de quien mira. Los óleos de Antonio, más que toros muestran torería, momentos de profundo taurinismo.

Con trazos precisos y enérgicos cuya intensidad recuerda el legado del catalán Mariano Fortuny y del valenciano Roberto Domingo, las pinturas del coahuilense Antonio reflejan no sólo una fina apreciación de suertes, anatomías y tonalidades sino, además, una ideología taurina muy clara, resumida en su frase “La esencia de la fiesta debe ser el drama antes que la estética, porque el primero es azar frente a una bravura impredecible, mientras que la segunda es creación artística a partir de la furia dominada o de la nobleza aprovechada.

“Mis escuelas son algunas clases de dibujo en el colegio, un permanente sentido de observación, el estudio de los grandes maestros y mi sentimiento. Procuro no olvidar el miedo que experimentaba cuando de niño me llevaban a los toros, la emoción que me provocaba aquel escenario polícromo, las revistas taurinas de mi abuelo y las sabrosas anécdotas de mi abuela. A nivel mundial, a la fiesta de los toros le urge recuperar verdad y competitividad.

“Me gusta representar situaciones de apuro, no sólo escenas bellas, pues la tauromaquia, como la vida, está llena de apuros, conflictos y trances que demandan ser enfrentados con valor, no sólo escurriendo el bulto. No compito con nadie, sino con lienzos, materiales y pinceles. Pintar temas taurinos es como torear: si no creas magia no vale mucho o trasciende poco lo que hagas. En la pintura el toro no es sólo negro, puede ser morado o azulado o del tono que la luz o tu ánimo te sugieran. Como toda creación, es un acto de libertad individual, el cual en las tauromaquias actuales veo reducido o, peor aún, uniformado. Toda expresión mecánica o automática es lo más opuesto al arte. De ahí mi preferencia por toreros como El Gallo, El Pana o Morante, con su desatada inspiración fuera de moldes.

“Igual pinto mulillas o monosabios o gallos de pelea que situaciones comprometidas porque, independientemente de los temas, la función del arte es expandir el espíritu de las personas, no enajenarlas con su falsificación. Me encanta el impresionismo y por ello pinto con manchas más que con detalles, concentrado en los efectos de la luz sobre la fusión de colores en los objetos pintados.

“Es una pena –remata Antonio– que en México casi haya desaparecido el cartel taurino, siendo una de las mejores maneras de promover el espectáculo, desde luego ya no con los pintores de siempre, sino con firmas de autores nuevos, tan buenos como desconocidos. Lo mismo ocurre con el resto de las artes en el país, lleno de sensibilidad y de expresiones estéticas desaprovechadas por falta de estructura y de políticas culturales incluyentes y coordinadas. En México no me han publicado ningún cartel; en España llevo tres en el último mes.