21 de julio de 2018     Número 130

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Donde hay comunidad hay asamblea; una reunión periódica que decide, un cuerpo político deliberante en el que encarna el nosotros. Asamblea Zoque en Francisco León.
FOTO: Arturo Medel

Conjunta maseual

La Coalición de Promotores Indígenas bilingües de Oaxaca había decidido difundir un manifiesto y la asamblea de delegados de las diferentes etnias se reunió para darle forma. Eran diez o doce y pensé que iban a nombrar una comisión para que hiciera el borrador. Pero, no; su estilo era hacerlo entre todos. Así que uno pasó al pizarrón y preguntó: “¿Cómo empezamos? ¿Les parece: `Al pueblo de Oaxaca´?”. “No -dijo otro- mejor: `Compañeros y compañeras´”. Y así, hasta que nos amanecimos. “Es que aquí se trabaja en asamblea y buscamos el consenso”, me explicaron.

Cuando la humanidad del Cuarto Sol, Nahui Atl, desapareció en un gran diluvio, los dioses se reunieron en asamblea para decidir cómo sería la nueva humanidad y quién sería el Quinto Sol. Tras deliberar acordaron que fuera el Sol de Movimiento, Nahui Ollin, y después de que el primer designado, Tecusiztécatl, se acobardó a la hora buena porque había que tirarse al fuego, quedó como Quinto Sol el modesto Nanahuatzin…

Entre los aztecas, el calpulli, que agrupaba familias emparentadas que compartían un territorio, se gobernaba por una asamblea de huehues o ancianos representantes de los diversos grupos domésticos, los cuales tenían la facultad de elegir y en su caso deponer al teachcauh; quién encabezaba el gobierno comunal y coordinaba a quienes lo auxiliaban en diferentes funciones.

Tras de la conquista, las comunidades quedaron sometidas al dominio español. Pero en muchos casos la forma asamblearia de tomar decisiones y elegir teachcauh, ahora llamado cabeza o Principal, se mantuvo. “Que los padres de familia de este pueblo elijan entre si un Principal al que obedezcan todos”, decía una de las Ordenanzas dispuestas por Vasco de Quiroga, para el gobierno de los Pueblos Hospitales de la Santa Fe, por el fundados. Pero la asamblea no sólo nombraba, también vigilaba el desempeño del Principal y podía deponerlo “Que el Principal dure tres o seis años, si pareciere que lo deba hacer, si no hiciere antes porque sea removido y otro elegido”.

La conjunta. Donde hay comunidad hay asamblea; una reunión periódica que toma decisiones y asigna responsabilidades; un cuerpo político deliberante en el que encarna el nosotros en tanto que autogobierno, como lo hace ritualmente en las fiestas y materialmente en los trabajos colectivos. Al igual que el culto a los muertos y la costumbre de contar historias que a veces devienen mitos, la práctica de hacer asambleas es transcultural; en todas partes se hicieron y se hacen asambleas.

Así como la mesoamericana, la tradición occidental se asienta en asambleas participativas e incluyentes. Tal es el caso de las reuniones deliberativas populares, que se llamaban Apella, en Esparta, y Ecclesia, en Atenas. Por eso la congregación de los fieles, la asamblea de los cristianos se llama Iglesia, aunque luego el término lo asociamos más con la institución y su burocracia que con la comunidad de los creyentes.

Y las revoluciones han desembocado siempre en asambleas: la Asamblea Nacional, de 1789, en Francia; la Convención de Aguascalientes y la Constituyente de Querétaro, en la revolución mexicana; el Congreso de los Soviets en la revolución rusa. 

Así las cosas, me parece que -sin perder su raíz ancestral- el asambleísmo plebeyo que hoy practican las comunidades rurales mexicanas es sincrético. Porque los pueblos españoles también tenían una tradición asamblearia, pues en los siglos XI y XII se ganaron su derecho a gobernar economía y justicia, mediante comunes o consejos formados por jefes de familia que en reunión decidían los destinos de la comunidad. Es verdad que para el siglo XIV la autogestión se había ido debilitando y el absolutismo del siglo XVI los sometió al soberano. Pero quedó un rescoldo de democracia directa.

Lo mismo ocurría entre los aztecas, cuyos gobiernos exclusivistas, absolutistas y despóticos habían reducido la autonomía del calpulli, haciendo de los huehues más representantes del poder central que portavoces de las comunidades, más pillis que maseuales. Así, lo que en un primer momento los conquistadores preservaron del gobierno indígena, no fue su dimensión democrática sino su dimensión autoritaria, haciendo de los Principales, cabezas o caciques los representantes del poder colonial; gozne social entre indios y españoles cuyos miembros servían al Virrey como antes al Tlatoani.

La asamblea maseual. Con el ingreso de avecindados y de no agricultores, se fueron diluyendo los lazos de consanguineidad y con ellos la autoridad que sobre las comunidades tenían los Principales; caciques a quienes, aun si eran indios, el pueblo llano identificaba con los opresores cuyas exacciones operaban. El resultado fue una sorda pero generalizada inconformidad de los maseuales con sus presuntos representantes.

Descontento que quizá se hubiera quedado en impotente resistencia, si no hubiera sido porque en el tiempo de los borbones encontró aliados entre los españoles, quienes también querían deshacerse de la vieja e inoperante capa social de los caciques. Así en 1782 la Real Audiencia autoriza que los maseuales puedan ser electos como cabezas de las comunidades, con lo que da carta blanca al cambio que comenzaba a operarse tanto en los mandos elegibles como en la dinámica de las asambleas.

Fue esta “una rebelión de los maseuales contra los principales y de los mozos contra los ancianos”, escribe Gonzalo Aguirre Beltrán, en Formas de gobierno indígena. Y concluye “la progresiva degradación de los indios caciques hizo que el común de los maseuales cobrara una fuerza y un vigor inusitados”.

El rejuvenecimiento y democratización de las asambleas comunitarias es una verdadera revolución abajo por la que el sistema gerontocrático encarnado en el gobierno de los caciques o Principales va dejando paso a un orden ya no aristocrático sino plebeyo; a una suerte de autogobierno maseual.

Arriba, la colonial y autoritaria estructura política virreinal permanece, pero en su base la vida interna de las comunidades se reanima. Y no es poca cosa, pues entre las comunidades preservadas y las creadas mediante reducciones y conservaciones, en vísperas de la Independencia más del 60% de la población novohispana vivía en comunidades indígenas.

Asambleas y alzamientos. Pienso, sin embargo, que el sentido profundo de la revitalización y mudanza de las formas asamblearias de las comunidades, sólo se muestra si observamos el papel que estas tuvieron en las rebeliones y protestas.

Por lo general no se levantaban actas de las deliberaciones pre insurreccionales. De modo que no encuentro muchos testimonios de lo que arriba sugiero. Pero algunos hay.

Por ejemplo, el 22 de marzo de 1660 en una junta realizada en Villa de Guadalcázar, Tehuantepec con motivo de la feria religiosa -que es una de las actividades colectivas que mantiene viva la asamblea comunitaria- en vez de hablar de músicos y fuegos artificiales se acuerdan acciones insurreccionales, así que de la reunión salen a quemar la casa de gobierno y matar al Alcalde mayor. En pocas horas y convocando asambleas en cada lugar, se les suman 200 pueblos del istmo.

Un año después, la rebelión maya encabezada por Jacinto de los Santos Canek, estallada a fines de 1761, arranca en una asamblea.


El presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, durante su discurso de celebración en el Zócalo de Ciudad de México, el 1 de julio de 2018.

Canek, quien era tahonero, visitaba las comunidades con motivo de las ferias y fiestas religiosas. El 20 de noviembre arriba al pueblo de Cisteil que estaba reunido en conjunta para arreglar lo relativo a la fiesta del Santo Patrono. Ahí interviene el panadero para proponer que la celebración se extienda tres días. Pero más tarde y en el cementerio contiguo al templo, lugar donde la gente se encuentra congregada, Canek cambia su discurso:

Hijos míos muy amados: no sé qué esperáis para sacudir el yugo y servidumbre trabajosa en que os ha puesto la sujeción a los españoles. Yo he caminado por toda la provincia y no he hallado otra cosa que penosa e inviolable servidumbre. Los seglares se empeñan en agobiaros con continuos trabajos y tiranizándoos con castigos. Ahí hallareis mucha materia para el llanto, pues cercan en las cárceles a nuestros compañeros. Satisfacen la sed de nuestra sangre en continuos azotes con que maceran y despedazan nuestros cuerpos.

Y termina su intervención con un llamado a la ya para entonces exaltada asamblea

No temáis el valor de los españoles, pues asentados nuestros reales en este pueblo, tomaremos por sorpresa Yaxcabá y pasaremos a tomar la ciudad…

En su airado discurso, y para darle valor a la gente, Canek se presenta como un brujo capaz de obrar milagros. Pero el poder sobrenatural del que termina revestido le viene en realidad de la asamblea y de su magia colectiva.

Canek según Durkheim. La transculturalidad de la asamblea se evidencia al leer lo que Émile Durkheim dice acerca de este tipo de eventos, en un texto que parece referirse a Canek y su enervada audiencia.

En Las formas elementales de la vida religiosa, estudio cuyos referentes empíricos no son americanos, el sociólogo describe la “actitud del hombre que habla a una multitud” y que “ha llegado a entrar en comunicación con ella”

Su lenguaje -dice- tiene una especie de grandilocuencia que sería ridícula en circunstancias ordinarias; sus gestos tienen algo de dominador; su pensamiento mismo no soporta la medida y se deja llevar fácilmente a todo tipo de exageraciones. Es que siente en él como una plétora anormal de fuerzas que lo desbordan y tienden a expandirse fuera de él; tiene hasta la impresión de que está dominado por una potencia moral que lo supera y de la cual no es más que el intérprete… Ahora bien, este acrecentamiento excepcional de fuerzas es bien real: le viene del grupo mismo al cual se dirige… Las energías pasionales que provoca resuenen en él y reaniman su tono vital. Ya no es un simple individuo el que habla, es un grupo encarnado y personificado.

Durkheim concluye: “En una asamblea donde arde una pasión común, llegamos a ser susceptibles de sentimientos y de actos de los que somos incapaces cuando estamos reducidos a nuestras solas fuerzas”. Así es. Y es por eso que donde hay pueblos en resistencia hay asambleas.

Emiliano capuleque. Con la Independencia y durante la Reforma algunos liberales -no todos- pretendían transformar a los indios en ciudadanos. “Ya no hay indios -dicen- todos somos ciudadanos” ironizaba Carlos María Bustamante. Y el establecimiento del municipio sin duda violentaba las formas de gobierno ancestrales e incluso las coloniales. Pero, aun así, en algunas regiones el viejo calpulli persistía.

A principios del siglo XX, en Morelos, parentesco y territorio seguían siendo fuente de cohesión y los ancianos mantenían su protagonismo en la asamblea. Sin embargo, era frecuente que los fuereños se mezclaran con los originarios e incluso que los jóvenes fueran invitados a ciertas juntas.

Este es el caso del domingo 12 de septiembre de 1909 en que en Enenecuilco son convocados a reunirse en asamblea todos los varones mayores de 18 años. Ahí, Emiliano Zapata, quien tenía 30 y era hijo de un avecindado, es elegido por ternas y en votación a mano alzada como Presidente de la Junta de Defensa.

En 1909 integraron la asamblea de Anenecuilo que nombró capuleque a Emiliano, los varones de más de 18 años. La presencia de jóvenes fue un avance democrático. Ha transcurrido más de un siglo y en las asambleas ya empiezan a participar también mujeres. Ahí la llevamos. Paciencia…

Asambleas informativas: y cuando despertó el dinosaurio ya no estaba ahí. Las marchas y mítines que convoca Morena son por lo general Asambleas informativas. Y también lo fue la del primero de julio a la media noche, cuando López Obrador informó que habíamos ganado la presidencia de la República, dando término así a una larga batalla histórica en que nos precedieron innumerables luchadores.

Y, sí: el domingo en la noche estábamos celebrando en el Zócalo tanto los vivos como los muertos.

Será por eso que a mí se me vinieron encima los recuerdos y me vi, ahí mismo, en la gran plaza, gritando a todo pulmón ¡¡Cuba sí, Yanquis no!!, mientras Lázaro Cárdenas condenaba la invasión de Bahía Cochinos trepado en la capota de un automóvil. Me vi entre gases lacrimógenos tratando de escapar de los granaderos. Me vi marchando en silencio con miles de jóvenes que aún no sabíamos que venía el 2 de octubre. Me vi esperando a la Comandancia del EZLN y su cauda de pueblos originarios. Me vi repudiando el desafuero, denunciando el fraude electoral, rechazando las reformas estructurales, defendiendo el petróleo. Me vi contando una y otra vez hasta 43…

En la magna asamblea del 1 de julio se informó a la nación que ese ciclo había terminado y que empezaba el de la Cuarta República.

Enhorabuena.

opiniones, comentarios y dudas a
[email protected]