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Rojo, muy rojo, rojo...
“... d

e un rojo muy intenso; es un tinte no un pigmento”, así describe el Códice Florentino el tono de color que se extraía, desde antes de la llegada de los españoles, del árbol llamado huitzcuahuitl. Hoy se conoce como palo Brazil y era una de las fuentes para conseguir el color rojo que tenía diversos usos: pintar cerámica, textiles, plumas, edificios, códices y como decoración del rostro y cuerpo.

La edición especial número 80 de la revista Arqueología Mexicana, la dedica al Rojo: el color de la vida, sus simbolismos y usos en la época prehispánica.

Tanto los textos como las imágenes son de gran interés; muestran cómo detrás del uso de un color concreto por un grupo humano se encuentra una compleja simbología.

Nos explica que la percepción de los colores es una capacidad fisiológica y la manera en que se les atribuyen significados específicos es un hecho cultural. Las civilizaciones mesoamericanas de la época prehispánica usaban el color en todo su universo. Esas ciudades de piedra que hoy admiramos con su pirámides majestuosas, palacios y plazas, estaban pintadas de vivos colores al igual que la escultura, la cerámica y la vestimenta.

La revista nos explica varios de los significados que tuvo el color rojo en el México antiguo y de qué fuentes lo obtenían. Dedica espacio a la hematita, el cinabrio y la grana cochinilla, a la que se le conoció como oro rojo, por el enorme precio que alcanzó. También habla de las plantas que lo proporcionaban: los palos de Campeche y Brazil, y el achiote.

Este año Arqueología Mexicana celebra 25 años de vida; como parte de los festejos la Lotería Nacional para la Asistencia Pública (Lotenal) le dedica el Sorteo Superior número 2559 con la emisión de un atractivo billete que vale la pena adquirir y conservar.

La publicación mensual, coeditada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y Editorial Raíces, lleva un cuarto de siglo de difundir el conocimiento sobre el mundo prehispánico y sus grandes legados. A la fecha, tiene publicados 152 números regulares y 80 ediciones especiales.

Sergio y María Nieves Autrey, creadores de Editorial Raíces, son el alma de la revista, en cuyas páginas se han dado a conocer innumerables hallazgos, sitios prehispánicos y proyectos. Ha logrado difundir de forma equilibrada no sólo el conocimiento de los trabajos arqueológicos presentes y pasados, sino también las numerosas caras de la historia de México y sus manifestaciones culturales actuales.

Dada la riqueza del tema colaboran decenas de investigadores y especialistas. Cuenta con el apoyo de un comité científico-editorial, integrado por miembros sobresalientes de instituciones como el INAH, la UNAM y el Colegio de México.

El actual estado de Yucatán es parte de la zona maya donde se desarrollaron varias de las culturas más importantes de Mesoamérica. Basta recordar Chichen Itzá, que fue elegida como una de las siete maravillas del mundo, Tulum, Ek Balam, Uxmal y Calakmul.

Imaginen esos prodigiosos vestigios que hoy nos deslumbran pintados de vivos colores. La actual cultura yucateca conserva fuertes raíces de ese pasado, entre otros, la lengua y, sin duda, la fisonomía. No es raro encontrar personas cuyo perfil es idéntico a los de personajes que aparecen en murales y estelas.

Su comida actual es considerada entre las mejores de nuestro país; uno de los ingredientes característicos de su cocina es el achiote, que como vimos era muy usado como colorante desde hace siglos.

La comida yucateca es deliciosa y plena de color; en la Ciudad de México la podemos saborear en el Círculo del Sureste, situado en Lucerna 12, colonia Juárez.

Con más de 60 años de antigüedad, recientemente tuvo una modernización que le dio un nuevo look, que afortunadamente no se extendió a la comida.

La carta, muy amplia, ofrece los clásicos yucatecos: panuchos, papadzules, cochinita pibil, relleno negro, sopa de lima, filete motuleño y pock chuc, entre otros. El acompañamiento: una cerveza Montejo.