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Aprender a morir

De NASH y otros azares

P

rometedoras, no realistas, fueron las propuestas de los tres candidatos –los dos colados por el Instituto Nacional Electoral para distraer y dividir, no cuentan– a la Presidencia de la República; no obstante la deteriorada salud del grueso de la población mexicana. Desde el peregrino médico en casa, con fármacos y enfermera incluidas, cuando en los centros de salud éstos son insuficientes, hasta desaparecer el seguro de gastos médicos mayores a los cumplidos funcionarios y mandarlos al Issste. La realidad ubicará al elegido.

Un lector señala que sólo hay cuatro muertes: natural, accidental, suicidio y homicidio (NASH), y le digo que, como en todo, también en esto hay variables: la que llamas natural puede volverse antinatural y desalmada si el sujeto implora terminar con una agonía dolorosa e indeseada, pero los valores, la familia, la industria de la salud y la religión al uso, le niegan el derecho a una muerte digna. Se llama distanasia o prolongación innecesaria de lo que alguna vez fue vida y hoy es sólo fiambre. Cosa muy diferente e incuestionable es que el o la paciente esté convencido de que la vida es sagrada y que sólo Dios la da y la quita, reduciéndonos a conejillos de su divino voluntarismo.

Igual sucede con la que denominas accidental, pues va a depender de las secuelas del accidente, ya sea muerte instantánea, de prolongada agonía o incluso de años en coma y, otra vez, según el entorno familiar, social y económico del accidentado.

El suicidio se vuelve cada día más interesante; no se reduce a un acto de cobardía o de valentía; investigaciones recientes arrojan causales sicológicas (mayor o menor capacidad de interpretación de la realidad que cada uno pueda ver) y fisiológicas (mayor o menor cantidad de sustancias, conexiones y circuitos cerebrales) que ponen en entredicho el llevado y traído libre albedrío. En principio todos somos parasuicidas, dado los hábitos autodestructivos y adictivos socialmente aceptados.

En el caso del homicidio, tan puntual como la muerte natural, hoy a la alza gracias a un sistema económico extraviado y a una demencial promoción mediáti-ca de la violencia, la proliferación de sujetos dispuestos a matar y torturar, animados por el modelo de impunidad generalizada de funcionarios ladrones, cuenta además con un sistema de seguridad que sólo hace como que combate a la delincuencia organizada.