16 de junio de 2018     Número 129

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Hablando de lo que no se debe…
el VIH y las mujeres indígenas

Gabriela García Patiño
Feminista, maestra en políticas públicas y género y coordinadora del programa Mujeres, derechos sexuales y VIH en Balance, A.C.


Una epidemia donde las mujeres no son prioridad dentro de las políticas públicas

Por mucho tiempo se ha asumido que el VIH es un asunto que afecta solo a determinados grupos de población, por lo general hombres que tienen sexo con otros hombres, y que es un asunto de las grandes ciudades, entonces, ¿qué relevancia tiene hablar del VIH en mujeres indígenas?

La relevancia surge cuando dejamos de pensar en México como un país uniforme, cuando dejamos de ver las cifras nacionales o los promedios, y volteamos a ver las realidades de las comunidades, como las de la Costa Chica de Guerrero, donde gracias al trabajo de parteras y promotoras de salud indígenas, el VIH y los derechos reproductivos ya no son un tema tan ajeno.

México está catalogado a nivel internacional como un país que tiene una epidemia de VIH concentrada en ciertos grupos (hombres que tienen sexo con hombres, personas trabajadoras sexuales y personas que usan drogas inyectables). Sin embargo, nuestro país no tiene características uniformes. Los contextos, las desigualdades y, en consecuencia, el impacto de una epidemia como la del VIH varía de región en región.

En los contextos urbanos la diferencia en la proporción de casos de VIH y sida (escrita así, con minúsculas, para disminuir el impacto visual, el estigma y la discriminación asociadas al concepto) entre hombres y mujeres es amplia. Por ejemplo, en la Ciudad de México existen ocho casos de hombres con VIH en tratamiento antirretroviral por cada mujer; mientras que, en la región del sureste, en estados como Chiapas, Guerrero y Tabasco, esta distancia se acorta a dos casos en hombres por cada mujer (CENSIDA, 2017). Estos estados además tienen el mayor porcentaje de casos registrados de VIH y sida en mujeres junto con Campeche y Quintana Roo. Estas diferencias reflejan que la epidemia de VIH en las áreas rurales es predominantemente heterosexual. Los datos no son casualidad si se toma en cuenta que son precisamente esos estados los que presentan las cifras más altas de desigualdad social, y es que el VIH se aprovecha precisamente de esas desigualdades para entrar en la vida de las mujeres.

En una epidemia donde las mujeres no son prioridad dentro de las políticas públicas, las mujeres que provienen de un contexto rural e indígena han quedado en el olvido y la indiferencia. La prevención y atención del VIH en comunidades indígenas se complica debido a la falta de servicios de salud, la fragmentación de los mismos y la falta de estrategias que consideren las dinámicas y realidades de las comunidades. Estos elementos se combinan con los tabúes y prejuicios que han acompañado a la epidemia, con el machismo, la violencia y la falta de respeto a la decisión y derechos de las mujeres.

A pesar de que en las comunidades se sabe del aumento de casos de VIH y sida y su relación con el fenómeno de la migración, persiste la idea de que es algo ajeno, una consecuencia por el mal comportamiento, la brujería o el mal de ojo. El ejercicio de la sexualidad es un tema que continúa silenciado; hablar de ello en público se puede llegar a considerar una grosería o una ofensa.


Promotoras de salud y parteras llevan información a mujeres de zonas alejadas

En este contexto, es admirable lo que las organizaciones como Kinal Antzetik Guerrero y la Casa de la Mujer Indígena de San Luis Acatlán han logrado. Estas organizaciones cuentan con promotoras de salud y parteras que desde hace más de 10 años han trabajado en la región llevando información directamente a las mujeres de las zonas más alejadas, acercando a las mujeres a los servicios de salud, exigiendo para ellas una atención de calidad y movilizando a las comunidades para exigir sus derechos.

La cooperación y el intercambio de conocimientos cruzados nos permitieron ir experimentando formas de hacer llegar la información sobre VIH a las mujeres de una manera sencilla. Con palabras cotidianas y sencillas, hemos ido desmenuzando el lenguaje técnico que rodea el tema y poniéndolo en palabras cotidianas: “el VIH es un bicho que te quita las fuerzas, es importante conocer si lo tenemos para poder tratarlo y cuidar de nuestra salud”.

Realizar la prueba de VIH a las mujeres embarazadas ha sido hasta ahora la única estrategia para que mujeres de estas comunidades puedan saber si viven con el VIH y cuidar de su salud, por ello es importante el trabajo de difusión que se ha hecho para dar a conocer que la prueba de VIH es parte fundamental de las acciones para el cuidado del embarazo, que es un derecho de las mujeres exigirla y una obligación de los servicios de salud ofertarla.

Queda un camino largo que recorrer para garantizar que los servicios de salud sean incluyentes y respondan a las necesidades de las mujeres en su diversidad, nuestra experiencia nos indica que para llegar a hacerlo es fundamental hacer alianza con las líderes comunitarias, rescatar la experiencia y saber milenario de las parteras tradicionales y reconocer el compromiso y la fuerza de las promotoras de salud.

Las posibilidades son infinitas y en conjunto con las compañeras parteras y promotoras hemos ido empezando a allanar camino: talleres y pláticas entre mujeres, obras de teatro, transmisión de cápsulas de audio a través de las radios comunitarias. Las posibilidades son infinitas, los beneficios también, solo falta la voluntad y los recursos por parte de las instituciones de gobierno para saldar la deuda que seguimos arrastrando hacia esta población.

opiniones, comentarios y dudas a
[email protected]