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Trump: ¿riesgo de guerra comercial?
E

l secretario de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross, anunció ayer que a partir de hoy entra en vigor en su país un impuesto a las importaciones de acero (25 por ciento) y aluminio (10 por ciento) procedentes de México, Canadá y la Unión Europea. Se materializó así la amenaza de Donald Trump en el sentido de que impondría aranceles a tales materiales, sin esperar a que la renegociación en curso del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) se tradujera en resultados concretos.

De inmediato, los gobiernos de los países afectados rechazaron la decisión y anunciaron la adopción de medidas compensatorias para sus respectivas importaciones de productos estadunidenses, como lo informó el presidente Enrique Peña Nieto tras sostener una conversación telefónica con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau. En el caso de nuestro país, el titular de Economía, Ildefonso Guajardo, advirtió que se establecerán medidas equivalentes a diversos productos, como aceros planos, lámparas, piernas y paletas de puerco, embutidos y preparaciones alimenticias, manzanas, uvas, arándanos y diversos quesos, entre otros, hasta por un monto equiparable al nivel de la afectación. Por su parte, las autoridades canadienses anunciaron impuestos especiales por 12 mil 800 millones de dólares en respuesta a las determinaciones arancelarias totalmente inaceptables de Washington.

La decisión asumida por la administración de Trump con respecto a sus importaciones de acero y aluminio también afecta a la Unión Europea, pero la canciller alemana, Angela Merkel, afirmó que los integrantes de ese bloque económico lograron ya un acuerdo para responder en forma inteligente, decidida y unida a las medidas proteccionistas estadunidenses, y señaló que éstas violan las reglas de la Organización Mundial de Comercio.

Es importante tener en mente que las disposiciones restrictivas de la Casa Blanca no sólo se refieren a productos metalúrgicos adquiridos a sus más estrechos aliados, sino que se extienden a otros países y a otras ramas. Ya a principios de la semana, Ross informó de la imposición de aranceles de 25 por ciento a 50 mil millones de dólares de productos chinos que contengan tecnología industrialmente importante y cuya lista detallada se dará a conocer el próximo 15 de junio. En suma, aunque su propósito real sea el de obtener ventajas en diversos procesos de negociación y reacomodo de las relaciones, las decisiones proteccionistas de Trump tienen el calado suficiente para provocar una guerra comercial en forma con sus más importantes socios en el planeta. A condición, claro, de que éstos caigan en la provocación.

En tanto las contrapartes de Washington sean capaces de actuar con firmeza y, al mismo tiempo, contención –esto es, limitarse a adoptar contramedidas estrictamente proporcionales a las estadunidenses– y, en la medida en que se busque una mayor diversificación del comercio mundial, el intento del magnate republicano por llevar al mundo a una guerra comercial fracasará y los daños más graves los sufrirá principalmente la propia economía de la superpotencia. Aunque circunstancialmente el peso mexicano experimentó una nueva depreciación frente al dólar estadunidense, es significativo que en la jornada bursátil de ayer los tres principales índices de Wall Street cerraron con retrocesos, y empresas de alto consumo de componentes metalúrgicos, como Caterpillar, experimentaron una pérdida de 2.3 por ciento en el valor de sus acciones.

Más allá de la coyuntura, Moody’s Investors Service afirmó que las medidas proteccionistas de Trump podrían impulsar algunos productos metálicos a escala local, pero es probable que dañen la economía estadunidense en su conjunto: aumentarían los costos de entrada para un rango de fabricantes, afectando potencialmente a los niveles generales de precio y podría provocar medidas de represalia dañinas para ciertos exportadores estadunidenses, señaló un directivo de esa firma.

Para finalizar, en el ámbito comercial, como en otros terrenos, no parece fácil que las fintas, las maniobras de amedrentamiento y las acciones demagógicas del presidente republicano logren alterar en favor de Washington los balances geoestratégicos y económicos; por el contrario, podrían más bien socavar en forma severa e irreparable la posición de Estados Unidos en el mundo.