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Boca sucia y trabajo sucio
L

a incontinencia y escalada verbal de Mr. Trump vuelve a ser explícita con respecto a los migrantes. Primero los calificó como criminales y violadores, luego de “ bad hombres”, después se refirió a sus lugares de origen como países de mierda y finalmente los calificó como animales.

Y, por primera vez, la Cancillería envió una nota diplomática de extrañamiento al gobierno de Estados Unidos por las declaraciones del presidente Trump al referirse a los migrantes como animales.

El asunto incluso va más allá si se analiza con cuidado. En su declaración, Trump dijo textualmente: Tenemos a gente que llega al país, que ustedes no creerían lo malos que son. Estas no son personas, son animales, pero los estamos sacando del país a un ritmo nunca visto.

En primer lugar, su declaración se refiere a los que llegan, que son migrantes que recién están cruzando la frontera. Propiamente no se refiere a los llamados pandilleros de la Mara Salvatrucha (MS) porque éstos viven hace décadas en Estados Unidos y muchos son estadunidenses nacidos allá. Son muy raros los casos de pandilleros que intentan cruzar la frontera, porque se exponen a años de cárcel.

Pero en su declaración descalifica a todos como gente de lo peor. Se va al extremo y dice textualmente que no son personas. Las consecuencias de esta aseveración son graves, implica negarles cualquier tipo de derechos como seres humanos. Incluso, se podría decir que sus palabras van más allá del racismo. Al denigrar a una persona por su raza o etnia se enfatiza una condición de superioridad, se hace evidente el desprecio y la discriminación, pero no se le niega el derecho de ser persona.

Considerar a los migrantes como animales es dar carta blanca para que los maten en la frontera. Se puede hacer con ellos lo que se puede hacer con los animales. Acaba de pasar. La vocera de la Casa Blanca incluso fue más lejos, al decir que Trump se había quedado corto, que eran peor que animales, quizá quería decir que eran alimañas o animales ponzoñosos.

Para arreglar el asunto, los ayudantes de Trump afirmaron que éste se refería a integrantes de la Mara Salvatrucha y a un incidente de una pugna sangrienta entre pandillas que sucedió en Estados Unidos. Pero la MS 13 es un producto estadunidense, si bien estuvo formado originalmente por jóvenes desplazados por la guerra civil en El Salvador en la década de los años 80. Muchos de los fundadores están muertos y otros fueron deportados. Las nuevas generaciones son en parte migrantes y en parte estadunidenses de nacimiento.

Precisamente, la deportación de pandilleros a los países centroamericanos tuvo un efecto nefasto y agravó las condiciones de violencia en estas naciones, que tienen muy poca capacidad policial e institucional para poder controlarlos. La promesa de Trump en el sentido de que va a deportar a estas alimañas va a tener los resultados esperados: más gente va a huir de estos países por la violencia, la extorsión y la impunidad. Por tanto, tendremos más caravanas de migrantes en busca de refugio. Es un círculo vicioso y perverso.

Pero no sólo se trata de insultos, los que ya se han convertido en costumbre, se trata de que Mr. Trump cree que México tiene la obligación de hacerle el trabajo sucio y debe detener y deportar a todos los migrantes en tránsito que se dirijan hacia la frontera con Estados Unidos. Es una demanda explícita de externalización de la frontera hasta el Suchiate. De que México sea un intermediario y finalmente acepte como refugiados a los migrantes que Estados Unidos rechaza o desecha.

En la práctica, México hace el trabajo sucio de deportar sistemáticamente a los migrantes en tránsito, lo hace calladito, sin aspavientos, pero de manera efectiva. Esto, obviamente, forma parte de acuerdos políticos de muy alto nivel sobre seguridad fronteriza, lucha antiterrorista y combate al narcotráfico. Pero obviamente, no todo migrante es una amenaza a la seguridad nacional, ni de México ni de Estados Unidos, tampoco se les puede considerar como sospechosos de ser terroristas o narcotraficantes, menos aún como animales.

Al parecer, Mr. Trump no sabe de estos acuerdos, ni de los canales oficiales por los cuales se dirimen. Menos aun del modo y manera en que deben tratarse y negociarse.

Su manejo de la política exterior ha sido, por decir lo menos, extravagante. Exigirle a nuestro país, en público, que le haga el trabajo sucio y recordarle que México tiene leyes migratorias que debe aplicar, porque ellos no pueden hacerlo, es una pretensión que raya en la prepotencia.

Durante la crisis humanitaria de 2014, cuando se dio el cruce masivo de niños y jóvenes migrantes, acompañados o no, el gobierno mexicano, de acuerdo con el gobierno americano, implementó políticas de contención y deportación. Y con acuerdos multilaterales, que incluyeron a los países centroamericanos, se trató de solventar la crisis.

Los nuevos flujos migratorios centroamericanos se explican, en buena parte, por la violencia desatada por el crimen organizado, las pandillas, la impunidad y la debilidad de las instituciones. Resulta paradójico que los que huyen de la violencia en sus países de origen sean considerados como criminales en el lugar de destino.

Y no sólo se trata de políticos o funcionarios que hayan aumentado los decibeles de sus epítetos, muchos ciudadanos comunes y corrientes están siguiendo su ejemplo y polarizando las relaciones de convivencia cotidiana en Estados Unidos.

Las personas migrantes, ahora tratadas como animales, pueden incluso bajar de nivel y ser utilizadas como moneda de cambio para acuerdos comerciales. No se puede negociar sobre migración con un gobierno que trata a los migrantes como animales, menos con una nación que se sale del Pacto Global sobre Migración y Asilo; simplemente no hay condiciones.