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Colapso
D

urante el reciente semillero-conversatorio Miradas, escuchas y palabras: ¿Prohibido pensar?, el subcomandante insurgente Galeano hizo frecuentes referencias y comentarios reflexivos en torno al libro de Carlos Taibo, Colapso: Capitalismo terminal, transición ecosocial, ecofascismo (Buenos Aires: Libros de Anarres, 2017), por lo que en las redes de acompañamiento al CIG-CNI-EZLN, la obra ha circulado profusamente con la recomendación de estudiarlo a profundidad y discutirlo colectivamente. Se trata de una obra impactante, perturbadora e ineludible, que hace comprensibles y urgentes los llamados constantes de los mayas zapatistas a organizarnos ante la tormenta que se avecina. Una tormenta que no es ni metafórica ni simbólica y que alude no a una visión apocalíptica o de vocaciones proféticas milenaristas, sino a la posibilidad real y fundada científicamente de una catástrofe de escala mundial en un futuro no muy lejano, que Taibo denomina colapso, esto es, el hundimiento general y masivo del sistema dominante, caracterizado por reducciones sustanciales en la producción industrial; el derrumbe simultáneo y combinado de carácter financiero, comercial, político, social, cultural y ecológico, debido a sus propias contradicciones y realidades verificables que están teniendo lugar: el cambio climático, el agotamiento de las materias primas energéticas, la agresión irreversible contra la biodiversidad, las condiciones sociales de desempleo, pobreza, hambre, desplazamientos forzados masivos, incremento exponencial de la mortalidad por enfermedades curables, guerras por materias primas y el agua, genocidios, etnocidios, ecocidios, terrorismos de Estado, proliferación de armas nucleares, derrumbe de las megaurbes y el paso a las necrópolis, extensión de la delincuencia y las bandas criminales.

La obra cuenta con un esclarecedor prólogo a la edición argentina, escrito por Juan Carlos Pujalte, un prefacio y siete capítulos. En el primero se expone el concepto de colapso y se extraen enseñanzas de otros colapsos registrados en el pasado, que, a diferencia del que está en curso, no fueron globales. Escudriña distintas definiciones del término, para tratar de delimitarlo; examina varios problemas que rodean el concepto; sopesa los estudios que han abordado los colapsos del pasado, y toma en consideración dos colapsos contemporáneos.

En el segundo capítulo se exploran las causas de un colapso sistémico de carácter global, poniendo énfasis en el cambio climático y el agotamiento de las materias primas. Explica cuáles son los datos por los que el autor considera que el colapso global es perfectamente imaginable. Subraya que, a diferencia del pasado, cuando las principales amenazas de catástrofes estaban asociadas con fenómenos naturales, a partir del siglo XX, la acción humana es decisiva. El autor prefiere hablar de cambio climático y no de calentamiento global. Conforme a los datos expuestos será imposible evitar la subida de 2 a 3 grados en la temperatura media planetaria. Sus consecuencias, expuestas someramente: elevación del nivel del mar, desaparición del hielo en el Polo norte, desaparición y mutación de especies, desertización, pérdida irreversible de bosques, crecimiento del número e intensidad de los huracanes, dificultades crecientes para la producción de alimentos, surgimiento de nuevas enfermedades, inundaciones importantes y desaparición de tierras habitadas en litorales continentales e islas.

En el tercero se analizan las posibles consecuencias del colapso, que necesariamente, advierte el autor, presenta una dimensión especulativa inequívoca e insorteable. Procura explicar las características del orden o desorden que probablemente emergerá después del colapso. Taibo señala que, de acuerdo con los expertos, de no modificarse drásticamente las reglas del juego, el colapso podría verificarse en los años que median entre 2020 y 2050. Sus rasgos generales: destrucción de tramos costeros y áreas subyacentes, migraciones masivas, cortes en los suministros de electricidad, afectación de manera visible a los sistemas de transporte, que llevará a una desglobalización, merced a la escasez de energía, todo el universo de la centralización y de la tecnologización entrará en crisis en la sociedad postcolapsista. También, se dará una proliferación de estados fallidos y todo tipo de violencias, mayor extensión de la delincuencia, agresiones de los estados del norte a otros estados en busca de materias primas, notable retroceso del crecimiento económico, crisis social agudísima, desplome de las ciudades, especialmente de las megaurbes, reducción sustancial del número de habitantes del planeta (se calcula que 67 por ciento de los habitantes del planeta perecería).

En el cuarto y el quinto capítulos se exponen las dos posibles respuestas ante el colapso: la que Taibo denomina de los movimientos por la transición ecosocial y la que llama ecofascismo. Los primeros tienen una vocación colectivista, muestran suficiente cohesión social, mantienen formas de propiedad comunitaria, relaciones humanas más directas, una vida social activa y participativa, características que remiten inevitablemente a los pueblos originarios inmersos en procesos autonómicos antisistémicos, como el zapatismo. El ecofascismo es la otra respuesta imaginable ante el colapso, que propicia un rápido y contundente descenso en el número de seres humanos que pueblan el planeta. Taibo refiere al antecedente del ecofascismo primigenio de la Alemania hitleriana, y al actual darwinismo social, basado precisamente en una franca militarización de la vida colectiva y extensión del terror.

El sexto capítulo trata sobre las percepciones populares en torno al colapso, fundadas en la ignorancia y el negacionismo, en la idea extendida que ocurrirá, lo que queremos que ocurra, en que no hay límites en el planeta, que el mercado y las tecnologías permitirán hacer frente a los problemas, que la única solución sigue siendo la aceptación acrítica de la realidad existente. El último capítulo refiere a una síntesis y conclusiones generales, exhortando a prestar atención al colapso que se avecina y actuar en consecuencia, procurando soluciones ajenas totalmente al capitalismo, la propiedad privada y el mercado, abandonando la lógica del crecimiento económico, apostando a la igualdad en todos los órdenes y manteniendo la esperanza frente a la barbarie.