Opinión
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71 Festival Internacional de Cine de Cannes
Bajo la sombra de Lynch

Cannes.

E

n su segundo largometraje, Está detrás de ti (2014), el realizador estadunidense David Robert Mitchell había conseguido algo especial: una controlada película de horror que funcionaba sobre una premisa muy sencilla de paranoia venérea. La misma se estrenó en la Semana de la Crítica de Cannes.

Con su siguiente esfuerzo, Mitchell ha sido promovido a la primera división de la competencia y no sé si es algo que le convenga, dada la naturaleza extraña y descontrolada de Under the Silver Lake. Situada en el lado pínche de Los Ángeles, la intriga se centra en Sam (Andrew Garfield), un bueno para nada que espía a sus vecinas con binoculares. Sobre todo a la linda Sarah (Riley Keough), quien desaparece después de que ha establecido contacto con ella. Sam se dedica a buscarla, siguiendo pistas excéntricas y conociendo a tipos raros. El género podría tildarse de bizarro-noir, muy wannabe de los hallazgos de David Lynch en Mulholland Drive (2001), sin llegar nunca a su onirismo pesadillesco.

Llamémosle LeLo Land, pues su protagonista se la pasa en un estado de azoro ante los misterios que explora, sin comprenderlos. Entre ellos, hay referencias a mitos muertos como Marilyn o Kurt Cobain, una fanzine que deja pistas sobre los asesinatos de perros en la ciudad, un grupo de rock llamado Jesús y las Novias de Drácula, un servicio de escorts compuesto por starlets, y un compositor anciano que se acredita todos los éxitos hasta Smells Like Teen Spirit, entre otras ocurrencias poco afortunadas.

Recuerdo cuando la carrera del cineasta Richard Kelly se detuvo en seco, cuando su auspicioso debut Donnie Darko (2001) fue seguido por la consternante Southland Tales (2006), estrenada también en la competencia de Cannes para mayor coincidencia. No le vaya a pasar algo similar a Mitchell. Under the Silver Lake no es un petardo total, pero se ignora si su inspiración se debe a una influencia lyncheana mal asimilada, o a droga de baja calidad.

En el otro extremo del realismo estuvo la francesa En guerre (En guerra), decepcionante continuación de Stéphane Brizé a su preocupación por la clase trabajadora, antes mostrada en la superior La loi du marché (2015). En este caso se trata de recrear en tono documental la lucha que emprenden los obreros de una fábrica de autopartes, cuyos dueños alemanes la quieren cerrar sin otorgarles beneficios.

Siguiendo el ejemplo de su paisano, Laurent Cantet, Brizé se limita a filmar las violentas discusiones desde un punto de vista fijo, con algunos ajustes de encuadre, e incluso imita las transmisiones de un ficticio noticiero para darle continuidad. El conocido actor Vincent Lindon –premiado en Cannes por La loi du marché, precisamente– impide que En guerre se confunda con un documental, pues estamos viendo a una estrella desempeñando con su usual aplomo el papel de portavoz y líder sindical. La atención está puesta siempre sobre él.

Lo que queda es un curioso, aunque árido ejercicio de mimetismo cinematográfico, más interesante para los expertos en leyes obrero-patronales que para cinéfilos.

El clima en la Croisette ha estado tan desigual como la competencia. Ha habido lluvia, está nublado, hace frío, luego sale el Sol y calienta un poco. Un año de altibajos.

Twitter: @walyder