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México y Canadá suplican

Candidatos desconectados

EPN: supuesto equivocado

C

on sonrisas forzadas, los nervios deshechos y a todo lo que da el chivo en cristalería que pernocta en la Casa Blanca, los gobiernos de México y Canadá hacen un último intento propagandístico para convencer a propios y extraños de que “continuará el diálogo para renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte –TLCAN–” (Ildefonso Guajardo dixit) y existe una gran posibilidad de alcanzar un acuerdo de ganancia-ganancia-ganancia para las tres naciones (Justin Trudeau).

A estas alturas nadie da un centavo por el entusiasmo ficticio de los representantes mexicano y canadiense porque ha quedado claro que Donald Trump tiene la última palabra –y la primera también–, sabedor de que México y Canadá dependen en grado sumo de la economía estadunidense y no al revés, de tal suerte que si llega a firmarse el nuevo y moderno tratado trilateral será porque el señor del peluquín impuso lo que se le pegó la gana, siempre con la ganancia para su lado, y sus amigos y socios se agacharon.

En vía de mientras, a 85 días de los comicios presidenciales los candidatos al hueso mayor no han hecho mayor referencia al tema que ha puesto a parir a los vecinos (sur y norte) de Estados Unidos, por mucho que la presunta renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), más la potencial aprobación del acuerdo conocido como TPP-11 y la confrontación geoeconómica entre Estados Unidos y China representan los elementos básicos de un entorno externo que afectará a México.

Los candidatos están muy contentos lanzado boñiga por todas partes o deseando amor y paz a los electores, pero como bien lo advierte el más reciente análisis (2018: las definiciones por realizar, del que se toman los siguientes pasajes) del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico, una vez que se ha cimbrado la arquitectura del TLCAN falta por observar si los tres gobiernos son capaces de elaborar una nueva propuesta que permita mantener con vida al acuerdo legal que dio base a la integración manufacturera y maquiladora en América del Norte, en el entendido de que el tratado original no logró la integración productiva de la región; por el contrario, fue permisivo con la importación de insumos intermedios elaborados en otras regiones del mundo, un factor que favoreció los intereses de las grandes empresas trasnacionales de Estados Unidos, pero que después de 25 años provocó la reacción en contra de su presidente.

La reacción de Trump en contra del TLCAN y el TPP representó un cisma para la política económica de México y Canadá, naciones que se habían acomodado a la ausencia de una política industrial. De manera particular, México aplicó una apertura comercial que lo convirtió en una enorme plataforma maquiladora que hoy enfrenta la incertidumbre sobre cuál será el nuevo marco legal bajo el que Estados Unidos comerciará.

La contradicción entre el futuro del TLCAN y lo que se aprobó en el TPP-11 pone en evidencia la volatilidad que se vive: mientras Trump impulsa un aumento en el contenido regional y nacional para América del Norte, el TPP-11 tiene anexos donde se abre la puerta a los insumos intermedios fabricados en el Este de Asia. ¿Cómo enfrentará el próximo gobierno mexicano dicha divergencia, particularmente en un momento en el cual se incrementan las fricciones comerciales entre China y Estados Unidos? Ello, porque las naciones asiáticas que conforman elTPP-11 tienen a China como uno de sus principales proveedores de insumos y bienes de capital que utilizan para enviar sus productos a América del Norte.

México deberá tener claro que para Estados Unidos terminó la época cuando el comercio se regía por las reglas de la OMC; por ello, impuso sanciones a China saltándose cualquier intermediación de dicho organismo. Por su parte, la potencia asiática respondió de una manera política, sanciones a productos estadunidenses no estratégicos y que representan un monto económicamente poco significativo. Sin embargo, ello sólo constituye el comienzo de una guerra comercial en la que México deberá tomar una decisión:

Seguir creyendo que el modelo de libre comercio subsiste como se diseñó hace 30 años o darse cuenta de que las principales potencias del orbe determinarán una nueva arquitectura para proteger sus intereses. Se debe tener claridad de que la estabilidad y el crecimiento de la economía mexicana dependerán de tener sólidos pilares internos. Elcrecimiento prometido basado en las exportaciones no llegó para México, aun cuando la OMC tenía mayor capacidad de influencia. Hoy China y EstadosUnidos la están vulnerando, por lo que es momento de implementar un nuevo modelo económico basado en el fortalecimiento interno.

Además, se tiene la complejidad endógena de bajo crecimiento y restricciones fiscales, el resultado del modelo de estancamiento estabilizador vigente en los pasados 30 años.

El escenario se mantiene inercial, porque las expectativas oficiales de crecimiento económico presentadas hace unos días en los conocidos como Pre Criterios de Política Económica 2019 son contundentes: México se mantendrá atrapado en la inercia de crecer 2.5 por ciento. Para el presente año el rango calculado es 2.3 por ciento. Para el siguiente entre 2.5 y 3.5. ¿Qué implicación tiene lo anterior? Básicamente que el país se mantendrá en el modesto desempeño de los pasados 25 años.

La apertura económica iniciada hace 32 años y las reformas estructurales aprobadas al comienzo del sexenio no tendrán el efecto prometido sobre el crecimiento económico de México. Por ello, la segunda definición que deberá realizarse es sobre cómo alcanzar un mejor desempeño productivo. El modelo del estancamiento estabilizador no es suficiente; se requieren nuevas estrategias de política económica para acelerar el crecimiento del país. Sin creación de riqueza no se puede aspirar a generar mayor bienestar social.

Las rebanadas del pastel

Pues nada, que en lo que algunos tímidamente denominan respuesta al esquizoide de la Casa Blanca, el lerdo inquilino de Los Pinos partió de un supuesto equivocado, porque Estados Unidos nunca ha sido buen vecino de México, y mucho menos su amigo y socio. Entonces, sería muy productivo que alguien le explicará a Peña Nieto –con dibujitos, líneas fronterizas y banderitas– cómo ha sido el devenir histórico de la relación bilateral. Y en el colmo, para sustentar su frase de ocasión (nada ni nadie está por encima de la dignidad de México), el susodicho citó las palabras de un gran presidente de Estados Unidos. ¡Ole!

Twitter: @cafevega