Opinión
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La Muestra

Amante por un día

Foto
Fotograma de la película del realizador francés Philippe Garrell
L

a doble inconstancia. Uno de los temas centrales en la prolífica filmografía del realizador francés Philippe Garrell es la infidelidad amorosa. Declinada de múltiples maneras, desde la intensa búsqueda de una satisfacción carnal inmediata hasta las más subjetivas peregrinaciones del deseo, la sexualidad tiene como escenario privilegiado la ciudad de París, captada en las obras más recientes del cineasta en una sobria fotografía en blanco y negro del camarógrafo suizo Renato Berta.

Amante por un día (L’amant d’un jour, 2016), la película más reciente de Garrell, concluye una trilogía del deseo. En Celos (2013), el primer segmento, se describía la relación tormentosa entre una actriz de cine, particularmente exigente e imperiosa, y un joven comediante colega; luego siguió La sombra de las mujeres (2015) con la historia de Pierre y Manon, una pareja de documentalistas cuyo equilibrio sentimental y laboral se ve roto con la llegada de la joven amante de Pierre, quien expone las infidelidades a las que ha venido librándose en secreto la pareja.

Amante por un día, una variante más de ese tema recurrente del engaño, tiene como protagonistas a Gilles (Eric Caravaca), un hombre maduro, profesor de filosofía, que mantiene una relación sentimental con Ariane (Louise Chevillotte), una de sus alumnas. La estabilidad emocional de este hombre se ve perturbada por la sorpresiva llegada de Jeanne (Esther Garrell), su hija, quien tiene la misma edad de Ariane, y también la voluntad de disputarle, a quien considera una intrusa, la atención amorosa del padre.

Philippe Garrell expone así sus intenciones narrativas: Quería hablar del complejo de Electra que es la contraparte femenina del complejo de Edipo, aun cuando no se trate de algo totalmente simétrico. Electra propicia la muerte de su madre, Clitemnestra, por haberse casado de nuevo con otro hombre. En mi película, refiero la historia de una amistad consciente entre una muchacha y su joven madrastra que tiene su misma edad, y la manera en que el inconsciente de esta chica la lleva a deshacerse de esa rival para estar más cerca del padre.

Lo más interesante en esta historia no es, tal vez, ese planteamiento esquemático de unos deseos veladamente incestuosos, sino el notable estudio del personaje de Ariane, la amante de Gilles, quien reivindica su derecho a explorar la sexualidad fuera de la pareja del mismo modo en que ha podido hacerlo el propio Gilles a lo largo de su vida.

Una doble inconstancia consentida parecería un buen contrato de estabilidad afectiva para una pareja liberal, y todo apunta en la cinta a esa posibilidad transgresora. Pero una doble moral que pone del lado masculino todos los privilegios y del femenino todas las obligaciones, sacude finalmente el arreglo ilusorio.

Pocos cineastas exploran hoy, con una agudeza semejante, las paradojas y contradicciones de una relación amorosa fincada en la desigualdad de género y que a menudo tiene en el fantasma de la infidelidad el mejor pretexto para perpetuarla. Sería interesante que la Cineteca Nacional programara una retrospectiva de Philippe Garrell. Una revisión del conjunto de su obra haría aflorar toda su elegancia formal y también la gran coherencia de sus propuestas temáticas.

Se exhibe en la Cineteca Nacional a las 15:30 y 21 horas.

Twitter: @Carlos.Bonfil1