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La terminal no requiere expropiar terrenos y será autosuficiente en agua: responsables

Permite intenso diálogo social superar la oposición a la construcción del NAICM

Apoyan el proyecto 70% de los habitantes de la zona, aseguran; anticipan rápidos avances

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Sobre el terreno donde se edifica el nuevo aeropuerto despuntan ya las estructuras que sostendrán la torre de control y el edificio terminal. Cimentación y superficie están terminadas. Ahora todo es para arriba y eso va muy rápido, indica Raúl González Apaolaza, responsable de esas dos instalacionesFoto Yazmín Ortega Cortés
 
Periódico La Jornada
Jueves 29 de marzo de 2018, p. 16

Texcoco, Edoméx.

Paralelo a la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) las principales preocupaciones de los pobladores de la zona son expropiaciones, escasez de agua, inseguridad y que personas ajenas sean las favorecidas, revela el sondeo realizado por el Plan Maestro Social, efectuado por Grupo Aeroportuario Mexicano.

Sobre el terreno donde se edifica el NAICM despuntan ya las estructuras que sostendrán la torre de control y el edificio terminal. Cimentación y superficie están terminadas. Ahora todo es para arriba y eso va muy rápido, indica Raúl González Apaolaza, responsable de esas dos instalaciones.

En dos o tres meses esto irá muy avanzado, asegura, sin dejar de reconocer la controversia que ha vuelto la edificación en tema de la campaña electoral por la Presidencia de la República.

La salinidad de los terrenos hace inviable cualquier cultivo. Sólo hay uno que otro arbusto, conocido como pinos salados. Para donde se mire hay tierra y más tierra.

Esta es una zona marginada, que ha sido olvidada por años, tercia Rolando Vázquez Castellanos, quien como director de relaciones institucionales y programas sociales del NAICM conduce varias iniciativas con los residentes de la zona.

Son cinco los municipios del estado de México tocados de algún modo por la obra: Texcoco, Atenco, Chimalhuacán, Nezahualcóyotl y Ecatepec. En ellos viven tantas personas como en Chihuahua, la entidad de mayor territorio en el país. Se trata de una de las áreas más marginadas de la zona metropolitana de la Ciudad de México, donde hay claros problemas de falta de seguridad, acceso a oportunidades de empleo o educación, relata Vázquez Castellanos.

Este proyecto va a cambiar el rostro de una de las regiones más marginadas del centro del país, afirma Federico Patiño Márquez, director del NAICM. El oriente de la zona metropolitana creció durante las pasadas décadas en población, pero no en servicios y menos en oportunidades de empleo para satisfacer el creciente número de habitantes, añade durante un recorrido de La Jornada por la obra.

Sin detonantes del rechazo

A principios de este siglo, el gobierno del entonces presidente Vicente Fox Quesada pretendió construir una terminal aérea en esta misma región. Una fuerte oposición de ejidatarios y comuneros, de manera destacada la del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, hizo al gobierno recular en la obra, no sin antes enviar a algunos de los dirigentes de la oposición a prisiones de alta seguridad.

En aquella ocasión, uno de los detonantes del rechazo social fue la intención gubernamental de expropiar terrenos para la obra a un precio de un dólar por metro cuadrado.

Hasta ahora, resaltan los funcionarios responsables del proyecto, la inconformidad que estalló hace tres lustros no se ha manifestado. Hemos llevado un intenso diálogo social con las comunidades de los cinco municipios, asegura Rolando Vázquez.

Lanza el dato: siete de cada 10 habitantes de estos municipios están a favor de la obra. Relata que en 2017 las autoridades del NAICM llevaron a cabo un ejercicio, que llamaron diálogo social, en el que involucraron a la comunidad para conocer la percepción sobre la obra.

Doscientos cincuenta brigadistas, estudiantes de planteles universitarios de la región, recorrieron los cinco municipios para preguntar en las casas sobre la obra. Estos voluntarios realizaron cerca de 319 mil entrevistas con los habitantes de la zona.

El resultado fue que cinco de cada 10 personas que estaban en desacuerdo con el NAICM dejaron de estarlo después del diálogo social, resalta Rolando Vázquez. Tenemos que 71 por ciento de las personas apoya la obra y sólo 20 por ciento la rechaza, añade. Este ejercicio de diálogo y trabajo social –construcción de escuelas, caminos y obras de saneamiento– que se realizan son reportadas a una oficina independiente en Nueva York. Para mantener el financiamiento de la obra es necesario hacer esos reportes sociales cada trimestre, apunta.

La interpelación con las comunidades incluye la capacitación para el trabajo, en oficios que demanda la propia obra; y también en el acompañamiento a empresas de la región para que se vuelvan proveedoras de servicios en esa construcción.

Había temor de que íbamos a expropiar sus tierras o a consumir su agua. El NAICM no requiere terrenos, ya estaban desde la adminsitración federal pasada; y en cuanto al agua y la energía, la terminal va a ser autosuficiente, comenta Federico Patiño. Sin embargo, añade, para los propietarios de tierras colindantes a la construcción que lo de-seen, el NAICM adquiere sus terrenos en 200 pesos el metro cuadrado. En algunos casos, les compramos terrenos infértiles aquí y se los cambiamos por otras tierras productivas en la misma zona, agrega.

Resurgir de la ingeniería

En el campamento de obra de la terminal aérea hay una sala con decenas de computadoras alineadas y una enorme pantalla al centro, dividida en módulos. Formas y colores se entrelazan, se mueven y muestran en varias dimensiones. Una joven ingeniera, Julia Calderón, explica: “Una construcción como la del NAICM queda plasmada en unos 2 millones de planos. Antes todo se revisaba a mano, se checaba cada detalle de la obra con el plano en la mano y las fallas no se detectaban a tiempo.

Por primera vez en México una obra emplea desde sus inicios una tecnología llamada Modelo de información para la construcción. Y es lo que se ve en las pantallas.

Tenemos el control de la obra en cinco dimensiones, en el momento en que se realiza y la podemos proyectar a futuro. Esto ahorra mucho tiempo y dinero, relata Julia Calderón. Cuando hay una falla, la detectamos aquí y ya no se debe esperar hasta que aparece en la obra para ser arreglada, enfatiza.

A unos metros, Raúl González Apaolaza, suelta: La obra del NAICM marca el resurgimiento de la ingeniería mexicana.

Ex director del Metro de la Ciudad de México durante el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas, ahora es responsable de la construcción de la torre de control y el edificio terminal, González Apaolaza afirma: La ingeniería mexicana ha tenido grandes momentos, como la construcción de Ciudad Universitaria o del Metro subterráneo; y vivió también momentos de gran descrédito, como la línea 12 del Metro capitalino. Esta obra del aeropuerto va a revalorar a la ingeniería mexicana, este proyecto nos pone a la vanguardia. Redondea la idea: Aquí habemos puros ingenieros mexicanos y, es más, algunos que estudiamos en escuelas públicas.

Entre lo que serán las pistas dos y tres del aeropuerto es construida la terminal –en la parte sur del predio–, con una longitud de mil 500 metros por 600 de ancho. Antes de emprender la cimentación fueron hincados cinco mil 400 pilotes en el subsuelo. Para la losa de cimentación fueron empleados 500 mil metros cúbicos de concreto –provisto por las cementeras Cemex, Holcim y Cruz Azul– que son equiparables a la construcción de 12 veces el estadio Azteca. Las losas se van ensamblando para formar la superficie de la terminal, como si fuera un Tetris, explica Eduardo Torres Aquino, el encargado de la constructora de esa obra. Cada losa mide 20 por 20 metros, 400 metros cuadrados en conjunto. Cada semana son coladas 35, lo que equivale a construir, en ese tiempo, un edificio de 35 pisos con dimensiones de 20 por 20 metros.

A la distancia avanza la construcción de la torre de control. Tendrá 90 metros de altura y, literalmente, flotará sobre una dona de 60 metros de diámetro para hacerla resistente a los sismos. La base cuenta con aisladores sísmicos, un tipo de tecnología que se utiliza por primera vez en México y que actúa de esta manera: si hay un terremoto y el piso se desplaza 1.5 metros, el edificio se mantiene fijo.

También es una obra avanzada que, resistente a movimientos de tierra, está a la espera de resistir el terremoto político en que se verá envuelta la obra durante la campaña electoral que comienza este viernes.