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El siguiente paso
U

na de las acepciones del concepto de corporativismo, que desarrolló creativamente el marxista argentino Leopoldo Mármora (El concepto socialista de nación, Colección Pasado y Presente, 1986), refiere a la incapacidad de una fuerza política, partido, sector o clase social, para salir del ámbito de sus propios intereses y problemáticas, y, en consecuencia, la renuncia a extender su hegemonía sobre otros sectores de la sociedad. Precisamente, al situarse en el polo opuesto de la hegemonía, el corporativismo impide observar más allá, que, en forma coloquial, se describiría como dejar de verse el ombligo y tener el arrojo de ampliar las alianzas y articulaciones con sujetos socio-políticos diversos, e, incluso, en naciones multiétnicas como las latinoamericanas, con grupos con identidades étnico nacionales y procesos autonómicos anticapitalistas.

Siguiendo a Gramsci, Ana María Rivadeo señala que: “La hegemonía como función de dirección de la sociedad –que implica una función ética, cultural y moral que se despliega en el terreno de la sociedad civil– es ejercida por un grupo social fundamental sobre los grupos subordinados. Se trata, por ende, de un espacio complejo y contradictorio en el que se estructuran, organizan e institucionalizan las relaciones de fuerza entre grupos sociales”. (Lesa Patria. Nación y Globalización, UNAM, 2003) En el desarrollo argumentativo de Gramsci por Rivadeo, ella identifica un quiebre fundamental en su pensamiento: “una clase se produce a sí misma en cuanto que se convierte en sujeto histórico autónomo; es decir, en la medida en que constituye su unidad interna –su homogeneidad, su autoconciencia y su autoorganización– como sujeto político. Pero ello implica, justamente, con su autoproducción como sujeto hegemónico… Esto supone trascender su propio corporativismo, los límites particularistas de su horizonte económico-social-cultural-ideológico inmediato”. (Ibid. P. 69)

Así, en la lucha anticapitalista contra-hegemónica, en la que están inmersos quienes hacen propia la propuesta del Congreso Nacional Indígena (CNI) y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), es primordial superar el corporativismo, trascender los límites particularistas. Precisamente, cuando el EZLN propone la conformación de un Concejo Indígena de Gobierno y el CNI lo acepta, estas organizaciones muestran una vocación hegemónica, que no es para nada vanguardista. Los mayas zapatistas, en particular, han reiterado y lo han demostrado una y otra vez, que no buscan ser vanguardia de nadie, en el antiguo significado negativo de este término.

Las organizaciones, comunidades y pueblos que integran el movimiento indígena no han dejado de luchar, cada una en su espacio, modo y tiempos, contra las corporaciones extractivistas que van desde las mineras hasta el crimen organizado, pasando por las eólicas, turísticas, farmacéuticas, acaparadoras y privatizadoras de agua, etcétera, y contra el Estado que las representa. La diferencia es que ahora, con el CIG, se pretende pasar a otro nivel de esa lucha anticapitalista, trascender sus particularidades; establecer nexos que van más allá de lo indígena, lo local, lo regional e, incluso, lo nacional.

También, en la lucha contrahegemónica, los grupos de poder hacen todo lo que està a su alcance para impedir u obstaculizar la formación o el fortalecimiento de sujetos históricamente autónomos. Cuando éstos surgen, buscan inmediatamente neutralizarlos e, incluso, exterminarlos (por cierto, la historia genocida del Estado mexicano es cada vez más conocida internacionalmente). Para ello, emplean directamente la represión de sus aparatos militares, policiales y de inteligencia, o las acciones clandestinas de sus grupos paramilitares y/o delincuenciales. También, el régimen de partidos de Estado, como el que predomina en México, utiliza la democracia tutelada por los poderes fácticos para cooptar, mediatizar o neutralizar a las organizaciones que manifiestan tendencias autonomistas y rupturistas del sistema hegemónico dominante. Una vía muy socorrida es buscar su fragmentación, su división interna o implosión, ofreciendo presupuestos, ayudas desinteresadas, cargos, o canonjías a sus direcciones políticas, y, claro, en temporadas electorales, las diputaciones federales y locales, las senadurías, las candidaturas para las alcaldías aparecen en las vitrinas del mercado de conciencias, siempre y cuando las dirigencias obtengan el apoyo clientelar de la base. De esta manera, muchas organizaciones con carácter y estructuras nacionales, como democráticas y de izquierda, prefirieron mirar al otro lado, mientras el proceso para lograr el apoyo ciudadano tenía lugar. Asimismo, organizaciones indígenas reconocidas, con prácticas autogestionarias, incluso paradigmáticas, adujeron diversos pretextos para no involucrarse en el esfuerzo de ampliar y vigorizar el CIG y en el apoyo de su vocera como aspirante a una candidatura independiente a la Presidencia de la República. Tampoco se observó la presencia de la Iglesia progresista, como tal, en la campaña de apoyo ciudadano.

Mientras tanto, el CNI, el CIG, la asociación civil Llegó la hora del florecimiento de los pueblos y el EZLN hicieron pública una convocatoria a las “personas individuales, grupos, colectivos, organizaciones del campo, de la ciudad, indígenas y no indígenas, en México y en otros países… A que hagan análisis y valoraciones… para darle seguimiento a esta lucha que, lo sabemos, apenas empieza… Porque, como lo dijeron una y otra vez el CIG y su vocera Marichuy, nuestro horizonte no termina el primero de julio de 2018 ni se circunscribe sólo a México. La resistencia, la rebeldía y el empeño de construir un mundo donde quepan muchos mundos es internacional y no se limita ni por los calendarios ni por las geografías de quienes allá arriba nos explotan, nos desprecian, nos roban y nos destruyen”.

Bienvenido el semillero Miradas, Escuchas, Palabras: ¿Prohibido Pensar?