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Amor a la belleza
L

a belleza como representación humana del amor, expresada en el arte en diversas manifestaciones, puede definir en gran medida la vida del sacerdote dominico Julián Pablo Fernández, quien falleció hace unos días. Arquitecto, pintor y ci-neasta, muy joven llegó a dirigir durante varios años el Centro Cultural Universitario (CUC), que nació en los años 70 del siglo XX para apoyar a la población marginada de Cuicuilco, que entonces carecía de servicios públicos.

En los años 80 llegó de prior al templo de Santo Domingo, en el corazón del Centro Histórico. El inmueble había padecido un proceso de severo deterioro, hombre de fina sensibilidad y gran talento artístico, se abocó con la pasión que lo caracterizaba a devolverle la belleza y dignidad a un recinto religioso que fue de los más bellos y suntuosos de la ciudad.

Sin descuidar su labor pastoral, consiguió fondos y comenzó por restaurar el coro con su notable sillería labrada y una magnífica pintura que intervinó la restauradora Mónica Baptista.

De ahí siguió el altar mayor, obra de Manuel Tolsá, que estaba pintado de un desangelado color crema. Ahora asombra con sus imponentes columnas color coral, de pulida escayola que semeja mármol y sus paredes de hoja de plata.

Alguna vez mencionamos la notable remodelación de la sacristía, espacio que estaba sumamente dañado. Para salvarla requirió una cirugía mayor, situación que aprovechó el padre Julián Pablo para realizar una notable obra contemporánea.

El recinto resguarda varias obras de arte en las que sobresale el enorme cuadro La lactación de Santo Domingo, de Cristóbal de Villalpando, para muchos la mejor pintura virreinal. En ella aparece el patrono dominico rodeado de las tres virtudes teologales: la esperanza, la fé y la caridad, representadas por voluptuosas mujeres en lujosos atuendos de lustro- sas sedas en tonos rojo, blanco y verde. Van seguidas por sus potencias, que son ejércitos de féminas ataviadas con los mismos colores, todas rodeando al santo, quien recibe en los labios un delgado chorrito de leche del pecho de la virgen; la escena es observada por angelitos regordetes, sentados en nubes esponjosas.

Tiempo después creó la capilla del Santísimo, una soberbia obra de arte actual, en un pequeño espacio adjunto al altar mayor que funcionaba como bodega.

El padre Julian Pablo poseedor de muchos talentos era un auténtico hombre renacentista, profundamente humano nada le era ajeno.

Con el compositor José Luis Guzmán Wolffer creó la Misa Pater Noster para coro mixto y quinteto de saxes. La compusieron especialmente con el fin de celebrar el jubileo, a 800 años de la confirmación de la orden de predicadores. A esta siguieron otras obras que se interpretaron en el majestuoso templo: por el festejo del día de Santo Domingo y por sus Bodas de Oro Sacerdotales.

Talentoso cineasta, tuvo una estrecha amistad con Luis Buñuel, con quien se reunía a platicar por las tardes durante los últimos años de vida del destacado director español.

El dominico comentaba que desde la infancia tuvo dos pasiones: el sacerdocio y el cine. Ya ordenado filmó en París en 1969 su primera película con el apoyo de Buñuel. A partir de esa época se hicieron inseparables.

Ya en México realizó, entre otros, la serie Alma de México, con la conducción de Carlos Fuentes, a quien lo unía una gran amistad.

Le quedó entre sus pendientes la restauracion de la capilla del Señor de la Expiración. Se encuenta al suroeste de la plaza de Santo Domingo, en lo que era el atrio del templo. Alberga el Cristo de la Expiración, escultura del siglo XVII regalada por Carlos V a la Nueva España.

Magnífico artista, a sus pinturas les llaman los Cristos de Julian Pablo. Dicen los dominicos en su página de Internet: Ahora contempla cara a cara al Señor que plasmó en los óleos. Descansa en paz fray Julián. El pintor de Verónicas.

Sus amigos y el Centro Histórico lo vamos a extrañar enormemente.