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Elecciones 2018

Pre-si-den-te, pre-si-den-te, aclaman los asistentes a AMLO

Sin pugnas ni disensos, concluye la asamblea electiva de Morena
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La sobriedad republicana imperó entre los asistentes a la asamblea de MorenaFoto Víctor Camacho
 
Periódico La Jornada
Lunes 19 de febrero de 2018, p. 4

De tan esperado, el clímax pasa rápido y es anticlimático. La asamblea nacional electiva del partido Morena aprueba y ratifica la candidatura del compañero Andrés Manuel López Obrador en un bosque de ambas manos levantadas. En una, los delegados muestran su voto, en la otra sostienen su celular para grabar la aclamación del pre-si-den-te, pre-si-den-te, pre-si-den-te. Bajan las manos. El conductor del acto pregunta: ¿Alguien en contra? y a punto está de que le gane la risa. Es un chiste, claro. Ya parece.

La asamblea del partido creado en torno a su candidato permanente dura 42 minutos y reserva pocas sorpresas. Si acaso la lista de candidatos al Senado levantó antes algunas cejas o produjo siseos aislados, mas su aceptación fue apacible y unánime. Evidente mayoría, evaluó el presentador. Cada quien digería sus propias sorpresas: Nestora Salgado, en dupla guerrerense con el otro Salgado, Félix, o Napito, o el ex panista de línea dura Germán Martínez. Pero nadie aquí perderá hoy el sueño por eso.

¿Serían así de tersas las asambleas del PRI y el PAN, que también acontecen hoy? Ciertamente no la del PRD, donde anoche delegados y porros terminaron a puños y sillazos. Los colegas que cubrieron dicho acto comparten su azoro. Parecían porros, comenta una fotógrafa mientras muestra el video en su celular.

Aunque no faltan camionetones, el arribo de las figuras de la asamblea se da en los márgenes de la sobriedad republicana que proclama Morena, sin nubes de guaruras ni banderitas, serpentinas, acarreados y porras. Y luego con ese color tan serio entre rojo y buenas noches que escogieron. Claudia Sheinbaum, candidata al Gobierno de Ciudad, llega sola y saludando antes de internarse al segundo piso del hotel. Ahí está Ricardo, exclaman unos en el vestíbulo y rápido se le pegan a Ricardo Monreal, a quien saludan hasta los empleados del establecimiento; jefe delegacional hasta hace poco, éstos son sus territorios. Se dejan ver los redimidos emisarios del pasado salinista Marcelo Ebrard y Manuel Bartlett. Y el núcleo duro: Martí Batres, Yeidckol Polevnsky, Agustín Ortiz Pinchetti.

Lleve su López Obrador, su llaverito, oferta un hombre con el cling-cling del producto a las puertas del Hilton Alameda, para los cientos de delegados y candidatos del partido ingeniosamente llamado Morena, con connotaciones que van de la religión de masas hasta el nervio que dispara el racismo automático (otros dirían clasismo) de sus oponentes, los cuales tienen por hábito ponerse furiosos ante todo lo que huela a Peje. O sea, constantemente, para como están los tiempos. A 10 pesos el llaverito, llévelo. Sobre la banqueta de avenida Juárez se expenden tazas alusivas, retratos de López Obrador (AMLO), sus obras completas, chalecos color borgoña.

Finalmente llega el precandidato y líder de la mano de su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller. También sus hijos, que desaparecen pronto mientras fotógrafos y camarógrafos dificultan el trayecto hacia el elevador, circunstancia que más de uno aprovecha para tomarse una selfie con AMLO de fondo.

El único discurso de la mañana es del al fin candidato, quien considera oportuno refrendar sus compromisos con el pueblo de México, mismos que desgrana, lento y escueto. No miento, no robo y no traiciono, resume antes de prometer que serán abolidos fueros y privilegios. Se acabaron lujos, abusos y despilfarros del gobierno. Los ex presidentes perderán su pensión (¿me estás oyendo, Vicente?), bajarán los sueldos de funcionarios a la mitad y subirán los salarios de los pobres, que van primero, por el bien de todos. Todavía no gana, pero ya aspira a ser recordado como un buen presidente, tipo Juárez, Madero o Cárdenas.

Hace siglos que no hay democracia, afirma, es decir, que nunca la hubo. Es trabajo de un candidato hacer promesas, pero cuando lo rodean los suyos no necesita convencer a nadie, sólo reitera el programa con el que contenderá por la Presidencia. Amenaza con hacer de Los Pinos un museo, vender los aviones del Ejecutivo, desaparecer los ismos (amiguismo, nepotismo, etcétera). Con terquedad o ”necedad” rayando en la locura obcecada, acabará con la corrupción.

Van y vienen aplausos, pero la única ovación se la lleva el compromiso de dar paz y tranquilidad a los mexicanos, pues no podemos acostumbrarnos a 70 muertos diarios. Promete fertilizantes a los campesinos (orgánicos, aclara) y pensiones a personas mayores o discapacitadas. Los pueblos originarios tendrán prioridad, abolirá la tortura y la discriminación, instaurará el orden a través de la justicia y convencerá al gobierno de Estados Unidos para el buen entendimiento.

Justo al abandonar las instalaciones del Hilton, el cronista escucha a un joven peatón confesar a su acompañante con entusiasmo futbolero: Alemania es fuerte, la mera neta, pero, ¿sabes qué, hermano? Tengo fe. De alguna manera esta expresión me pareció adecuada para el ánimo de los morenistas velando sus armas.