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Llegan tarde los rusos

Todo ha sido entregado

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A

los creativos de la propaganda negra asociada a las campañas políticas de plano se les quemaron las neuronas, pues recurren al viejo truco de la guerra fría (allí vienen los rusos) para golpear –cuando menos eso suponen– al enemigo a vencer, quien, dicho sea de paso, se mantiene en espera del submarino rojo que le trae el oro de Moscú.

Como parte del guión, desde la oscuridad ahora promueven que los rusos vienen a quitarnos nuestro petróleo, un vil refrito de la versión original (“los rusos vienen a quitarnos a nuestros hijos… a destruir nuestras iglesias... a controlar nuestras mentes”, etcétera, etcétera). Pura basura.

Aún así, resulta tardía y mal enfocada la propaganda del apocalipsis –si el Peje llega a Los Pinos, desde luego– pues el petróleo –entre tantas otras cosas– ya no es mexicano, sino de capital estadunidense (el que ha ganado más contratos en las distintas rondas), italiano, francés, británico, canadiense, holandés y español, de acuerdo con la información de la Comisión Nacional de Hidrocarburos.

La misma fuente gubernamental revela que hasta ahora sólo una empresa rusa, Lukoil, ha obtenido un contrato en aguas someras del Golfo de México, en la Ronda 2. Tras ganar la licitación respectiva, los rojos que vienen a quitarnos nuestro petróleo comprometieron una inversión de apenas 36 millones de dólares.

Pero gracias a la reforma energética el capital foráneo viene por el tesoro enterrado (¿recuerdan la propaganda calderonista?) y para ello se crearon exprofeso algunas empresas mexicanas para disfrazar alianzas, asociaciones y conexos con los inversionistas foráneos, y defender la tesis de que también los de la iniciativa privada nacional le meten la mano al pastel petrolero. En ellas participan todo un ejército de ex directivos de Pemex, con toda la información y contactos necesarios para que las cosas salgan bien. Hasta donde se sabe, en ellas no participan agentes rusos.

Por ejemplo, una de esas empresas creadas exprofeso se llama Sierra Oil & Gas, empresa petrolera independiente mexicana y su identidad se encuentra estrechamente ligada a la reforma energética de México, según presume en su propia presentación. La dirige un venezolano (Iván Sandrea; hasta donde se sabe no es chavista ni seguidor de Maduro) y está respaldada por tres fondos internacionales: EnCap Investments, Riverstone y Black Rock. Es la misma empresa que ha negado la participación de la familia Gerard “–parientes políticos de Carlos Salinas de Gortari– en las decisiones de la empresa”.

A raíz de la reforma energética, Petróleos Mexicanos se quedó con la deuda, los fierros viejos y la gallina muerta, y los inversionistas privados con el oro negro, de tal suerte que los gritones de hoy (allí vienen los rusos) debieron estar atentos para advertir sobre la llegada de los piratas gringos, españoles, franceses, etcétera, etcétera.

Y más vivos todavía debieron estar cuando seis gobiernos neoliberales al hilo entregaron todos los sectores económicos estratégicos propiedad de la nación al capital privado nacional e internacional. Allí está el caso de la banca, con un reparto similar al de Pemex tras la reforma, es decir, las jugosas cuan crecientes utilidades para los banqueros privados y la brutal deuda del rescate, vía Fobaproa, para los mexicanos, quienes a lo largo de los pasados 23 años no han dejado de pagar por el tiradero de los baro-nes del dinero, y aún así adeudan alrededor de un billón de pesos.

A estas alturas, alrededor de 80 por ciento del sistema financiero que opera en México está en manos de inversionistas foráneos, y sólo dos de ellos (Bancomer, de capital español, y Banamex, de capital estadunidense) acaparan más del 50 por ciento del mercado. Dicho sea de paso, ningún banco ruso se quedó con parte del pastel bancario otrora mexicano.

En la misma trama, en ningún momento se escuchó el griterío de los hoy quejosos cuando el gobierno nacional entregó el oro mexicano a las mineras canadienses, las cuales han arrasado (literalmente: con los bienes y las vidas de los mineros) o el cobre y la plata a dos barones del sector (el tóxico Germán Larrea, y el premiado Alberto Bailleres, igualmente arrasadores).

Por cierto, sirva el siguiente caso, verdaderamente irracional, para ejemplificar de qué se trata todo esto: con el fin de incrementar sus reservas en metal, el Banco de México ha tenido que comprar oro mexicano, extraído por mineros mexicanos, del subsuelo mexicano, a… las mineras canadienses. Pero los gritones de hoy no dijeron absolutamente nada, porque los rusos vendrían a saquearnos.

Con el correr de los años, de Miguel de la Madrid en adelante, la generación de energía eléctrica quedó en manos gringas, españolas, francesas, italianas, japonesas y algunas más, y lejos de hacer público su reclamo –como ahora lo hacen con el oro de Moscú– los hoy quejosos aplaudieron a rabiar. Y antes de la reforma energética dichos consorcios ya generaban alrededor de la mitad de la energía eléctrica del país. Hasta donde se sabe, tampoco en este reglón se tiene registrada la peligrosa presencia de capital ruso.

Qué decir de la construcción de infraestructura pública, el grueso de la cual se ha concesionado a empresas españolas, las con$$$entidas de los gobiernos priístas y panistas; lo mismo con el sector hotelero, repartido entre gringos y españoles, o el cervecero que comparten, belgas, brasileños y gringos. Y las maquiladoras, en manos gringas y asiáticas, fundamentalmente.

Cómo olvidar lo que –mucho o poco– los mexicanos se llevan al estómago: alrededor de la mitad de lo que aquí se come viene de afuera; México perdió su soberanía alimentaria y hoy es tipificado por la FAO como importador neto de alimentos. Y las principales empresas importadoras son estadunidenses. La panza nacional depende del tío SAM.

Entonces si es cierto que allí vienen los rusos y que su intención es quitar- nos nuestro petróleo, por una mera cortesía habría que decirles que ya no tiene caso su presencia, que llegaron muy tarde, que así no podrán financiar la campaña de ya saben quién y que toda la riqueza ya está repartida, especialmente entre consorcios estadunidenses, españoles, canadienses, británicos y holandeses, de tal suerte que si insisten en quedarse con México pues no tendrán otro remedio que vender vodka.

Las rebanadas del pastel

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Twitter: @cafevega