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La niña santa
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oy 21 de enero la Iglesia católica festeja a Santa Inés, que se dice fue una niña romana que pade- ció martirio en el siglo IV por preservar su pureza y fue decapitada. Su historia tiene varias versiones, ya que se escribió tiempo después de muerte, sin embargo, se volvió una de las santas mas veneradas de la cristiandad.

En la Nueva España a fines del siglo XVI se estableció un convento en su memoria, financiado por Diego Caballero e Inés Velasco, marqueses de la Cadena. La esposa donó terrenos de su familia para la construcción. Decidieron que no se cobrara dote y se proporcionara la manutención total de las monjas, a diferencia de los otros conventos que solicitaban jugosas donaciones. Los generosos marqueses destinaron para su sostenimiento 5 mil pesos oro común al año, garantizados por la producción de su ingenio Amilpas en Cuautla.

El Convento inició en 1600 con 33 lugares disponibles, uno por cada año de la vida de Jesucristo; se le dotó de sirvientes para todos los quehaceres. Las monjas además de enseñar la oración y educar a las niñas en actividades domésticas, elaboraban productos que se hicieron famosos como las velas benditas el día de San José, los polvos purgantes y un agua para el mal de ojo.

A lo largo de los siglos el convento y su templo requirieron ser reparados en varias ocasiones, principalmente por las frecuentes inundaciones que padecía la ciudad. En sus buenos tiempos tenía tres claustros de dos niveles cada uno, decorados con magníficas pinturas de José de Ibarra.

A fines del siglo XVIII requirió de reparaciones mayores que realizó Manuel Tolsá, quien aprovechó para ponerlo a la moda del neoclásico. En 1861 por las Leyes de Reforma, al igual que en las demás órdenes religiosas las monjas tuvieron que abandonar el convento. Al poco tiempo fue dividido y vendido a particulares y sus claustros convertidos en vecindades. En 1932 fue declarado Monumento Histórico, pero continuó como vivienda hasta 1967, cuando se utilizó para el comercio de trapo y tela.

A fines de los años 80 el artista José Luis Cuevas, quien había reunido una gran colección de obras de artistas latinoamericanos, expresó el deseo de donarla junto con una colección de grabados de Picasso y su propia obra. Quería crear un museo que llevara su nombre y anhelaba que fuera en el Centro Histórico, donde vivió su infancia y adolescencia. Afirmaba que ese entorno le despertó su vocación artística. Tras una extensa búsqueda con el gobierno de la ciudad, finalmente se decidió adquirir el antiguo convento de Santa Inés.

El resultado fue magnífico: el Museo José Luis Cuevas se inauguró el 8 de julio de 1992 luciendo en el centro del patio una escultura de Cuevas, en bronce, de ocho metros de alto y con un peso de ocho toneladas, conocida como La Giganta. En las salas, parte de la colección y en una llamada Erótica trabajos del artista. El acervo del museo consta de alrededor de 1860 obras, de 102 creadores, entre los que se encuentran Vicente Rojo, Leonora Carrington y Juan Soriano.

El hermoso inmueble tiene un amplio patio con planta cuadrangular y dos niveles por los lados norte y poniente, sostenido por pilastras de cantera plateada. Sobresale por su elegancia y amplitud la escalera, que es la original del edificio del siglo XVII, decorada con bellos frescos que se restauraron espléndidamente. El museo se encuentra en la calle de Academia, casi esquina con la de Moneda.

El lugar favorito para comer de José Luis Cuevas, quien falleció el año pasado, era el Cardenal. Cuando se estaba restaurando el museo solía ir semanalmente después de revisar la obra. En esa época era un sencillo restaurante en el segundo piso del edificio donde se encontraba la famosa cantina El Nivel. Ya en plena vida el museo y el Cardenal en sus nuevas sedes continuó siendo su lugar predilecto. Parco en el comer siempre pedía la sopa de fideo seco y en ocasiones se animaba a compartir el pecho de ternera. Vamos a comer ahí para recordarlo.