20 de enero de 2018     Número 124

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Sierra Tarahumara, Chihuahua

Una Semana Santa inquietante


Un niño rarámuri danza con la comunidad. FOTOS: José Carlo González / La Jornada

Ana Paula Pintado Cortina

Hace algunos años me tocó presenciar una celebración de la Semana Santa en la Sierra Tarahumara que me impactó fuertemente y que aún hoy en día sigue rumiándome en la cabeza con preguntas más que respuestas (más información en Marco Vinicio Morales y Ana Paula Pintado Cortina, judíos tarahumaras contra fariseos). Se trata de una celebración en la que aparentemente los protagonistas son ralámuli y mestizos. Sabemos que la Semana Santa es la fiesta más grande de los ralámuli, sin entender con ello que sea la más importante, pero es en la que se reúne más gente para celebrar el inicio del año agrícola.

Se trata de una celebración de origen católico que fue acogida por los ralámuli, pero bajo un proceso constante de resignificación o “ralamulización”. Es decir, los elementos católicos fueron poco a poco adquiriendo significados propios del más profundo pensamiento ralámuli. Posiblemente, luego del retiro de los jesuitas, expulsados por el Rey Carlos III en 1767, los ralámuli quedaron libres para reinterpretar el cristianismo con formas y símbolos propios, como propone J. Ricardo Robles en “Los ralámuli pagótame”, publicado en El rostro indio de dios.

En general, en una Semana Santa ralámuli ocurre una lucha entre lo relacionado con el riablo, los antepasados o anayáwali, llamados judíos, y las cosas que tienen que ver con onolúame, las deidades solares, llamados fariseos.


Un pinto y un lancero jalonean a Judas, muñeco de pasto seco vestido de mestizo

La misión del grupo de los judíos es vencer al grupo que custodia el templo, simulando ataques a la iglesia, y su actuación se concentrará en las danzas que ejecutarán fuera del templo, en su campamento y en algunas casas. En lo que se refiere a los fariseos, deidades luminosas, su función principal es la de defender el templo y, en consecuencia, a onolúame de los ataques del bando enemigo.

En lo que se refiere a la organización de la fiesta y a los actores rituales, la Semana Santa de este pueblo (donde se encuentra el templo y las casas de mestizos) en particular tiene una característica que la distingue del resto de la Tarahumara: es organizada por el grupo chabochi local. Es decir, los mestizos, “los de pelos en la cara” como dirían los ralámuli. Ellos son los que toman las decisiones más importantes y los que proporcionan los materiales necesarios para la realización de la fiesta. Los mestizos son los que pagan por todos los servicios para la ejecución de la celebración y son los que van a representar a las fuerzas luminosas, los fariseos. En cambio, los ralámuli, formarán el grupo de las fuerzas oscuras, los judíos o riablos.

Tradicionalmente, la Semana Santa ralámuli es una escenificación entre dos poderes antagónicos: los luminosos y los oscuros. Los que representan las acciones bondadosas y los que rompen las reglas establecidas por la tradición. Para los ralámuli estas fuerzas oscuras son transgresores, sin embargo, en esta Semana Santa en particular, son también malos, pues quienes los dirigen, los mestizos, así los ven. Un ejemplo de ello es que les piden que simulen robos en las casas aledañas al templo. Estos ralámuli judíos se pintan el cuerpo completamente de negro y así, bajo el rayo intenso del sol y en la noche fresca la hacen de “malos” para los chabochi.


Un grupo de danzantes toma calor de una fogata en el atrio de la iglesia de la localidad.

Los judíos ralámuli danzan pascol en las casas de los mestizos que se encuentran muy cerca del templo, allí, en los patios danzan custodiados por estos fariseos mestizos. Mientras toman, o “pistean”, les gritan a los ralámuli que hagan bien su parte: “¡pero báilale bien, cabrón!”, “¡órale, más fuerte que no se siente!”, “¡ahora, tú, ven pa’ cá!”.

Esta Semana Santa muestra un juego simultáneo donde los ralámuli, es decir, los judíos, son dirigidos con malos tratos por los fariseos que son los chabochi. Es un escenario inquietante: los fariseos o policías de las deidades luminosas, además de llevar sus lanzas, llevan las armas que usan en la vida cotidiana que inhiben cualquier libertad de expresión que puedan llegar a querer tener los ralámuli. Más que una fiesta compartida parece una fiesta en la que los ralámuli son llevados a la fuerza a ejecutar un rol. Sin embargo, ésta es sólo una impresión, pues, si así fuera, ¿no habrían ya desistido los ralámuli de celebrar la fiesta con los mestizos? Sí así fuera, ¿qué bajan las mujeres ralámuli con sus hijos a presenciar esta celebración?

Los mestizos dicen que la Semana Santa también es de ellos, que por eso se integraron. Es decir, en algún momento la fiesta era sólo de los ralámuli, eran ellos los actores y directores. Pero después, los chabochi tomaron la fiesta, imponiendo sus reglas. Quizá aprovechando su fuerza y su poder, tal y como lo hicieron en épocas pasadas, cuando fue la conquista, cuando ocuparon tierras originarias de los ralámuli. Así, esta celebración parece más bien una representación de una realidad presente en tierras tarahumaras, la del poder del mestizo por encima del ralámuli.

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